A Quemarropa y ‘Asturias para Vera’ de Ricardo Menéndez Salmón
A Quemarropa: Decano de la prensa negra europea
Sombreros, camisetas negras y el periódico A Quemarropa. Estos son los símbolos distintivos más conocidos de la semana negra gijonesa y los que cada cual, cuando puede, se lleva a casa como recuerdo de su paso por esta fiesta a veces cultural, a veces popular, a veces verbenera, pero siempre amable y divertida.
Otro día hablaremos de sombreros y camisetas, o que sean otros los que comenten la moda y sus trapillos, que lo mío es la prensa. Por vocación, por trayectoria, por amor y porque me da la gana.
A Quemarropa es un tabloide generoso impreso en blanco y negro, papel duro y maquetación parroquial. No me cabe la menor duda de que, si quisieran, los responsables de la Semana Negra podrían imprimirlo en papel prensa, a color, y con una maquetación y diseño más modernos, pero lo cierto es que su aspecto cutre, casi fanzinero, le aporta el encanto que echamos a faltar en otras publicaciones que no saben lo que son ni dónde están. Para que el efecto fuese completo echo a faltar la grapa que consolidasel conjunto, y casi estoy por asegurar que alguna vez la tuvo en pasadas ediciones, pero no se puede pedir todo. Llorad conmigo por la grapa ausente.
A Quemarropa se distribuye gratuitamente a diario y desgrana los eventos más reseñables de la jornada. Precisamente ahí, en sus contenidos, es donde más nos sorprende: sus redactores son capaces de abordar temas muy diferentes con perfecto orden y sin perder el buen humor y el tono festivo que preside todos los actos de la Semana Negra. Se entra en profundidades pero sin pedantería, en detallismos, pero sin minucia, en personalismos, pero sin rencor.
En el número que tengo delante, uno de los cinco o seis publicados ya en esta edición de la Semana Negra, se dedican las páginas centrales a un magnífico estudio sobre la narrativa anglosajona de ciencia ficción. En otro anterior se diserta sobre los mitos y los monstruos en la literatura y la realidad, y en siguiente se ofrece un monográfico sobre la fura del cineasta Guy Debord.
Y lo importante no son los propios artículos, que lo son, sino el modo de encajar la cultura más rigurosa y hasta a veces minoritaria con un evento de masas como la Semana Negra. Esa es para mí la clave de la permanencia y buena salud de un periódico en papel como A Quemarropa.
Tan anacrónico. Tan feo. Tan interesante. Tan imposible de no escuchar como las confesiones de un gangster.
Ayer 13 de julio, en la carpa central de la Semana Negra de Gijón, se realizó la presentación del libro Asturias para Vera, del escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón. Acompañó al autor Ángel de la Calle, planteando un interesante coloquio sobre la obra y las razones del autor para alejarse de los temas que solía frecuentar en sus obras anteriores.
Menéndez Salmón negó que Asturias para Vera fuese radicalmente distinta al resto de su obra y explicó que se encontraba en lo que él consideraba el centro de su vida y era hora de hacer balance, o quizá ajuste de cuentas con el tiempo, la memoria, y los espacios que habían conformado su vida.
En sus popias palabras, “este libro es una carta al futuro, una carta a mi hija, y un modo de acercarme a la parte más camusiana de Asturias, a la Colunga de mi infancia, donde, en casa de mi abuelo, paseó los veranos desde los cuatro a los quince años”.
Asturias para Vera es un recorrido por el tiempo que pasa convirtiéndose en modernidad pero dejando a su paso cadáveres de herrumbre y abandono, cadáveres de actividades, aldeas y modos de vivir que tanto ama el autor y que tan irremediablemente ve desmenuzarse si acabar de decidirse a lamentar o no su desaparición.
Esa dualidad, esa duda entre alegrarse de ver extinguirse la vieja miseria y el temor a que sea sustituida por una prosperidad sólo aparente y totalmente desnaturalizada, es lo que palpita a lo largo de toda esta obra.
Asturias para Vera es un libro de viajes, pero también una versión asturiana de Blade Runner, un panegírico, un poema y quizás, ante todo,el prospecto de un medicamento inexistente contra el dolor del olvido.
Ricardo Menéndez Salmón, un hombre lúcido e inteligente. Le sigo desde el principio, y aunque su anterior libro, “El corrector”, no me gustó mucho, sus palabras siempre contienen verdades, y una realidad bastante descarnada.