Nuria Espert: «Estos dos años de crisis han sido magníficos para el teatro en muchos sentidos».
Por Carmen F. Etreros / Madrid
La actriz Nuria Espert participó ayer en los Cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial. La actriz formaba parte del elenco del curso El teatro más allá de la crisis: todos somos actores, dirigido por el dramaturgo Ignacio Amestoy y el catedrático Javier Huerta. Sus interpretaciones de Medea, Hamlet o Bernarda Alba son ya parte de la historia cultural de nuestro país. Ganadora de numerosos premios, entre ellos el último Premio Valle-Inclán, dirige sus consejos a los jóvenes que comienzan sus pasos en este complicado y hermoso oficio.
Reproducimos a continuación la entrevista que le ha realizado Javier Picos en el marco de los Cursos de Verano de la Complutense:
P. El teatro nada contracorriente. En época de crisis, las salas se llenan de público. ¿Por qué ahora los espectadores acuden en tropel al arte escénico?
R. Esta realidad no la comprendo muy bien. No sé si ha coincidido la crisis con un hartazgo de un cine lleno de efectos especiales. El cine sí está padeciendo una crisis terrorífica que tiene aterrorizados a productores e intérpretes
P. ¿Los espectadores han redescubierto el teatro como medicina o bálsamo?
R. Tanto el teatro divertido como el dramático producen un alejamiento de tus problemas y un acercamiento a tu interior, que a la gente le ha venido bien. Lo cierto es que estos dos años de crisis han sido magníficos para el teatro en muchos sentidos, no sólo en la recaudación, sino también en la creación. Ha habido un mayor número de buenos espectáculos… Hay muchos factores. No ha ido más gente porque el teatro haya sido mejor, no ha sido mejor porque se sabía que se contaba con más público…. No sé explicarlo muy bien, pero veo un montón de factores que ayudan a explicarlo.
P. ¿No será también que queremos otro tipo de respuestas que huyan de la rapidez, del ajetreo, que nos dejen un poso de reflexión que nos ayude a plantearnos cuestiones diversas?
R. Sí también, pero no tenemos que olvidarnos del teatro ligero, que ha tenido una subida. No es como en el último período del franquismo en el que sabíamos muy bien lo que el público buscaba. El teatro era una manera de explicar quién era uno y lo que pensaba.
Afortunadamente, no es ese el momento. Los espectadores han vuelto por otros motivos, por algo que no ofrece el ocio habitual. Entre los espectáculos actuales descolla El arte de la comedia, de Eduardo de Filippo, una interesante propuesta en la que una compañía de teatro juega al engaño con los políticos. Esta obra es una pura delicia. La he visto, los actores están magníficos, el texto está para comérselo. El público ha respondido primero en La Abadía y ahora en el Español.
P. ¿Es una idea, la de esta obra, que no deben perder de vista los actores para continuar incomodando a los políticos?
R. La gente del teatro engañamos muy bien al poder en el pasado. Tratamos de burlarlo dentro de nuestras escasas posibilidades en aquel momento. Ahora todo es diferente, pero en este sentido, podemos referirnos desde la obra de Yasmina Reza Un dios salvaje hasta la Electra de Galdós pasando por Francisco Nieva. No se trata de engañar a los políticos sino de abrir la dimensión del mundo o del pensamiento. Recuerdo la frase que ha citado en el curso Antonio Garrigues: “Atreverse a pensar que puedo pensar diferente de cómo pienso”. Hay que cambiar los parámetros en los que nos movemos siempre, y eso el teatro lo hace mejor que los libros. Ambos lo consiguen, pero la presencia directa de un ser humano diciéndotelo en voz alta queda más en el interior del pensamiento que leído en un libro; y lo digo yo que los libros son mi única escuela y mi única formación. Pienso que hay una cualidad, relación y atracción carnal hacia la persona que está sobre el escenario. No importa que tenga 200 años o que sea una chica de 12. Los actores producen tipos para identificarnos con ellos.
P. En los Cursos, José Saramago, en ediciones anteriores, y Antonio Muñoz Molina, en la lección inaugural de 2010, insistían en que hay que llevar de la mano a ese niño que todos llevamos dentro, ¿está de acuerdo?
R. No mucho. Yo soy yo misma. No trato de recordar cómo era yo cuando era muy joven. Al contrario de la vida, que pienso que es una sucesión de etapas y no una línea continua, creo que la identidad se forma segundo a segundo. Sé que está de moda lo del niño que éramos…
P. ¿Tal vez como metáfora de la inocencia, de la frescura?
R. Bueno, yo pienso que nunca he sido mejor que ahora y nunca he sido mejor persona que ahora. No creo haber perdido nada, me parece que he ido acumulando y echando fuera lastres durante toda la vida. Si había cosas buenas en aquella niña pequeñita, las tengo que buscar.
P. ¿Qué lastres, por lo tanto, debe dejar el actor joven para crecer en la profesión?
R. Esta época es muy competitiva, pero yo creo que tienen que dejar de lado la competitividad, la vanidad y la meta del éxito triunfal, y simplemente tratarse de convertir en un actor en serio. Puede que jamás se lo reconozca nadie y que las críticas lo vapuleen. Esto no creo que les ayude mucho a tener confianza en sí mismos, pero eso podría decirles. Cito de nuevo la intervención de Garrigues en el curso dirigido por Ignacio Amestoy y Javier Huerta. Él hablaba de la tontería del calificativo de humanista. Claro, el ser humano ha de ser humanista, no puede ser vegetarista o zoológico. No obstante, decimos que alguien es humanista porque hemos perdido humanidad. Llama la atención cuando una persona pone su calidad humana en primer plano. Lo de ser humano humanistas es una redundancia que no nos cansaremos de repetir porque hay pocos humanistas, aunque todos deberíamos serlo, tendría ques ser obvio como la respiración. Sin embargo, es muy remarcable cuando nos encontramos a alguien que presenta un discurso no banal o no material… esto sorprende, pero debería ser al contrario.
P. Hace 10 años participaba aquí en un seminario sobre grandes humanistas: los clásicos. En ese momento defendía la construcción lenta, preparada y exigente de la formación del actor. ¿Alguno más que añadir ahora?
R. Sí, por ejemplo, la vocación y el talento, pero éste llega cuando uno tiene todo lo demás. Y sin talento, todos estos consejos no sirven para nada.
P. Este año ha recibido el IV Premio Valle-Inclán de teatro. En la ceremonia de entrega, declaró que habían pasado cosas excepcionales en los últimos tiempos en el Teatro de Madrid. ¿A qué se refería exactamente?
R. Dije que si el jurado hubiese necesitado elegir a 20 candidatos en lugar de 12, no hubieran tenido ningún problema, porque era un año lleno de luces y gente maravillosa haciendo cosas excepcionales. Esto no es corriente. Ahora continuamos en un momento excepcional; a ver si la temporada que viene, sigue el teatro transitando por este camino.
P. ¿Y este premio en concreto cómo lo valora?
R. El Valle-Inclán 2010 lo valoro muy positivamente, incluso en la dotación económica. Esto me alegra. Además de cómo el dinero te puede ayudar en un momento determinado, es una muestra de respeto. El Nobel es un premio importante y no es importante por su dinero, pero es el dinero lo que lo ha hecho tan importante. Si el Nobel sólo hubiera sido un premio honorífico, nunca hubiera llegado a ser lo que es. Por ejemplo, si el Cervantes no tuviera una dotación que ayuda a quien lo recibe, no hubiera tenido un futuro inmediato. Estos premios se dan en momentos de madurez. El Premio Valle-Inclan, cuya dotación económica es muy superior a los diferentes galadones del país, denota mucho respeto.
P. Bernarda Alba, una de las criadas de Genet, Medea, Electra… incluso un Hamlet… papeles que han marcado su vida. ¿A cuál orienta ahora sus miras?
R. Ahora mismo estoy deseando hacer algo que no se ha hecho nunca: escenificar el poema de William Shakespeare, La violación de Lucrecia, interpretando todos los personajes. Este texto presenta hermosísimos monólogos de Lucrecia, su violador y su marido. Lo preparo para noviembre. Primero estrenamos en Orense, pero llegamos a Madrid el 1 de noviembre.
P. ¿Cuál es su lema, pensamiento, recuerdo, ritual antes de salir a escena?
R. Antes de entrar, en general, suele ser la nada. ¿La nada? La nada es comprobar que el cuerpo y la mente están adiestrados. Lo que necesito antes es que no me distraigan, que me dejen tranquila. La preparación consiste en la nada. Menos mal que luego en el estreno hay flores. Sí, generalmente, hay flores después del estreno, pero no son indispensables.