Los hombres de musgo de Carmen Segovia
Atrás, en el patio, crecen el musgo y la hiedra, plantas y árboles de todas las formas y tamaños. Con su historia, con su mito o significado secreto, forman un gabinete de curiosidades que remonta la tapia del jardín. La ilustradora Carmen Segovia (Barcelona, 1978), con más de una veintena de libros a sus espaldas y colaboraciones en The New Yorker y El País, ha pasado mucho tiempo contemplándolo hasta reunir una serie de dibujos y objetos que arrojan luz sobre los rincones más oscuros del patio en Hombres de musgo, hiedra venenosa, que expone, hasta el 11 de agosto, en Vértigo Galería de México DF.
La muestra, como casi siempre, deriva de otro proyecto inicial. Parte de un embrión de diccionario o abecedario ilustrado de botánica sobre el que “llevaba un tiempo pensando y abocetando ideas”. Durante su estancia en México, conoció a los responsables de Vértigo, que “me propusieron montar una exposición mientras estuviera allí. Decidí transformar los dibujos en una serie para la exposición. Lo considero como un work in progress que me gustaría que acabara siendo un libro algún día”.
El sugerente título se inspira en dos dibujos, que recogen la celebración de los tradicionales ‘hombres de musgo’ del Corpus Christi de Béjar y la escena de una velada de fogata en un bosque lleno de hiedras venenosas.
Entre las primeras semillas del proyecto, la ilustradora también señala la ”fantástica” bibliografía que ha reunido con este objetivo, como Language of flowers (Kate Greenaway) y A Contemplation upon Flowers: Garden Plants in Myth and Literature (Bobby J. Ward).
Con Hombres de musgo, hiedra venenosa, Carmen Segovia, uno de los talentos jóvenes más consolidados de la ilustración española, cubre una nueva etapa en una carrera con metas volantes en The New Yorker, The New York Times, La Vanguardia o El País. Ha publicado con Anaya, Fondo de Cultura Económica, Glénat, Sarbacane o Nishimura. Seleccionada por The Society of Illustrators y American Illustration, su obra ha sido expuesta en ferias internacionales y salas del prestigio de la Galerie des Arts Graphiques de París.
La digestión de su estancia en el país azteca tal vez influya en su obra gracias a la potencia de su mitología y folclore o el colorido de la vida cotidiana. Si bien, Segovia destaca que “lo que se va a colar más en mi trabajo son las experiencias personales con los nuevos paisajes y amigos. He conocido más de cerca a artistas que me gustaban mucho, como el Chamaco Covarrubias o Abel Quezada. El arte popular, la arquitectura prehispánica me ha parecido increíble”.
Y es que “los lenguajes gráficos populares están muy vivos y siempre presentes en lo cotidiano” además de una vitalidad cultural que quizá provenga del hecho de que en Latinoamérica “las cosas no funcionan por defecto, como en Europa. Si quieres hacer algo te tienes que poner las pilas de verdad”. Por ejemplo, “acceder a las novelas gráficas y a los libros ilustrados importados es un poco más complicado que aquí, los pocos que llegan a las librerías son extremadamente caros y poca gente se lo puede permitir”.