Fotografiar las fotografías: un curioso paseo por las exposiciones de foto
Por Julie Delabarre.
En muchos museos y galerías, encontramos carteles de aviso: prohibido fumar, prohibido tocar, prohibido pasar… Desde que se pueden tomar fotos casi con cualquier dispositivo, parece que habrá que poner algunos más. Fotografiar obras, fotografiar fotografías parece ser la nueva moda que se contagia en los museos y galerías de vigilantes poco atentos.
Durante una visita al MoMa, quise aprovechar para ver la colección de fotografía del mítico museo, clásicos que ya hemos visto reproducidos miles de veces en libros, en internet, sí, pero con su tamaño original, con su propio grano, justo debajo del cristal del marco. Me podré alejar, me podré acercar, observar tanto el conjunto como los detalles que llaman mi atención.
Estamos en la era de la reproducción masiva, en la que todo parece menos impresionante cuando lo tenemos delante de nuestros ojos por haberlo visto tantas veces, por haberlo imaginado en otras proporciones. Pero en este momento me sentía como una niña afortunada de poder admirar las obras de Avedon, Levitt, Stieglitz, Umberh, Abbott, Evans y más…
Obras tan diferentes pero tan coherentes en conjunto, tan representativas de las preocupaciones tanto sociales como estéticas de una época.
Obras presentes en estos pasillos y salas del MoMa, donde no hay cartel de “Prohibido tomar fotos”. Y el museo estaba repleto de personas tomando fotos de fotos, con el móvil, con una réflex, con la compacta, con una cámara de vídeo, con todo lo que vale para justamente no fijar el momento.
La chica de la réflex llamó mucho mi atención. No observó ni una sola vez las fotografías fuera del visor de su cámara. Las manos al nivel del rostro, la cámara delante de los ojos, sin parar. Algo no acabó de convencerme. Las sensaciones que podemos tener al ver una fotografía son muy subjetivas. A veces nos toca, otras no, fuera de las consideraciones de calidad de la obra.
Pero, ¿qué tipo de intento de “sentir” o simplemente “ver” tenemos aquí?
No lo sabría decir, probablemente porque ya no estamos en el ámbito de la sensación, de la apreciación de una obra. Estamos en un ámbito donde se consumen obras, las hacemos nuestras por el mero hecho de poseerlas, de tenerlas presentes en la memoria virtual de nuestras cámaras. Tenerlas sin verlas. Tenerlas sin tener la sensación de maravilla, de asco, hasta de indiferencia, esta impresión que la fotografía ofrece a nuestras mentes.
Tener una fotografía de una fotografía y perder la oportunidad de observarla, en sus detalles, dentro del conjunto de la exposición que tiene sentido, un sentido que cada uno puede pensar y concebir a su antojo. Si por una parte la democratización de la fotografía y su extensión a otros dispositivos además de las propias cámaras ha ofrecido inmensas posibilidades creativas, por otra, la facilidad y lo inmediato hacen que se guarden las cosas sin observarlas.
Ayer, paseando por las salas del Círculo de Bellas Artes me encontré con el mismo fenómeno. Salí de las exposiciones de PhotoEspaña con un regusto a absurdidad en la boca.
Un chico estaba allí, intentando hacer, a escondidas, fotografías de la obra de Oscar Muñoz, “Volverse Aire”, un trabajo sobre el proceso fotográfico, un intento de extender su duración, su lado instantáneo, su manera precisa de fijar las cosas. Los retratos se evaporan, los rostros pierden su forma con el paso del tiempo. Fijar este trabajo tiene poco sentido, es justo lo que Muñoz desmantela del proceso fotográfico. Por estas mismas razones, usa el video, el dibujo, instalaciones y reproducciones pero nunca la fotografía tal como la concebimos.
Ya que PhotoEspaña dedica este año una gran parte de sus exposiciones al paso del tiempo y la memoria, atreviéndose a exponer a artistas que no trabajan sobre fotografía pero sobre aspectos de su proceso, de lo instantáneo, ¿por qué no pararse a pensar en ello en vez de querer poseerlo todo en un teléfono, en una cámara? ¿Porqué no aprovechar estas exposiciones y estas reflexiones tan diversas como originales para aprovechar esa cámara modulable, sensorial y creativa que son nuestros ojos y nuestra mente, nuestra memoria?
¿Porqué no limitarse sencillamente, a ver fotografía y a sentirla, en vez de hacer banales fotografías de fotografías?
Me ha encantado… Gracias Julie.