Aliento a muerte, de F.G. Haghenbeck
Aliento a muerte. F.G. Haghenbeck. Editorial Salto de página. Madrid, 2010. 18 €.
La narrativa mejicana vive un buen momento. Afortunadamente algunas editoriales españolas, sobre todo independientes, se hacen eco de un resurgir que, sin duda, vigoriza el tibio panorama de nuestras letras. En la joven narrativa azteca coexisten autores muy distintos, tanto como el enigmático Yuri Herrera de Señales que precederán al fin del mundo y el explosivo Haghenbeck de este Aliento a muerte.
Nuestro autor sabe que una novela debe comenzar en la primera línea, no después. Que no es necesario esperar al segundo capítulo para enganchar al lector y no soltarlo hasta la última página. Porque lo más destacable de Haghenbeck es su ritmo. Un ritmo duro, que sabe descender para mantenerse, pero nunca decae. Posee el vigor de los mejores cómics, su violencia, no en vano el autor fue guionista de DC. Recuerda al cómic más épico, aquel que muestra a personajes derrotados de antemano, aunque de dignidad aristocrática, movidos por pulsiones épicas que solo se desvanecen con la muerte. Haghenbeck, como no podría ser de otra forma, es un autor valiente, que no aparta la mirada. Lo demuestra, por ejemplo, en la escena de sexo que mantiene el protagonista con unas siamesas. Su coraje también se extiende al ámbito político, donde demuestra su osadía con una mirada crítica, casi despiadada. Utiliza con soltura recursos muy distintos, que oscilan desde la primacía del narrador a la omnipresencia del diálogo. Sin embargo consigue que la obra resulte clara y coherente.
Aliento a muerte cuenta con una estructura sumamente original, ya que al principio de cada capítulo aparece la descripción de una obra artística. Es de destacar su insólita variedad, que oscila desde frescos de grandes dimensiones a simples tarjetas de visita o uno de los primeros revólveres de colt. Tan sorprendente apuesta sirve de perfecto correlato la acción. La descripción, e incluso la biografía de los autores, puede equipararse con Borges o con el Bolaño de la literatura nazi. “Aliento a muerte”, concluyendo, es todo un ejemplo de fuerza narrativa.