No te signifiques (5)
Por Jorge Díaz.
– Mi vida sí que tiene una novela…
Sólo hay dos frases que he escuchado más veces que ésta.
a) Mi vida sí que tiene una película, y
b) ¿Es verdad que la Gemio es antipática?
No conozco a la Gemio, así que no puedo contestar a esa pregunta. Lo siento. Lo de su antipatía no lo afirmo yo, la gente lo pregunta y si lo pregunta será por algo, no es mi culpa. Espero que no se enfade conmigo porque últimamente no paro de hacer amigos.
Es un asunto de vanidad. ¿Os acordáis de Ortuño? Os lo recuerdo yo, era un nombre inventado por mí para ocultar la verdadera identidad del escritor de un libro muy malo. No dije su nombre real porque no quería que se enemistara conmigo. En qué mal momento: tres tipos están convencidos de que me refería a ellos y me partirían las piernas si fueran hombres de acción. Quise ahorrarme un enemigo y me he ganado tres. Afortunadamente, somos literatos y no sabemos pegar, con excepciones que todos conocemos.
– ¿Estás acusando a alguien de ser un macarra violento?
– No, como puedes ver no digo ningún nombre. Es más, si supiera que hay un escritor que sabe pelearse, no me andaría con indirectas, le elogiaría de una forma despreciable. Lo del escritor camorrista es una tradición más anglosajona.
Tres tipos que quieren identificarse detrás del apodo de Ramón Ortuño, aunque haya hecho un juicio negativo. Pura vanidad.
Comentaba el otro día que tenía que decir mis razones para escribir y que eran frívolas. Más que frívolas, vanidosas. Yo tengo el mismo defecto, ¿es la vanidad pecado capital?
– No, pero la soberbia sí. Así que ten cuidado.
– Lo tendré.
Escribo por el obituario. Quiero tener un obituario el día de mi muerte, ¿es tan difícil de entender? En realidad me gustaría tenerlo en vida, pero eso es mucho más complicado. No hace falta que sea en un periódico nacional, ni que me saquen en portada; me basta con uno breve, a una columna, cerca del crucigrama o del sudoku.
Estuve analizando el tema y me di cuenta de que había dos formas fáciles de ganarse un obituario: los deportes, especialmente con medalla olímpica, o la literatura. Mucho más difícil es la ciencia – inventar una pieza nueva para los pararrayos, por ejemplo – o la política – gobernar una comunidad autónoma y ser después alcalde y presentarte una y otra vez como candidato a los Juegos Olímpicos y hacer obras y más obras – éste es el ejemplo máximo de vanidad.
– ¿Te refieres a Ruiz Gallardón?
– Seguro que si buscamos, hay más ejemplos. Digamos que vuelvo a referirme a Ramón Ortuño.
Aquí me la estoy jugando, porque, si bien el alcalde es muy importante, ni vive muy lejos ni es muy mayor; ésas son, si recordáis, mis condiciones para criticar a alguien. Felizmente, está dejando sin árboles las plazas de Madrid y no podrán colgarme de uno. ¡Gallardón, deja ya de cortar árboles!
Volvamos al obituario. Ser deportista me hubiera gustado, para qué negarlo, pero no tenía condiciones. Sólo me queda la literatura y ahí estoy, luchando, sin mucho éxito por el momento.
Volvamos a lo que ha originado todo esto.
– Mi vida sí que tiene una novela, si yo te contara…
– Cuéntame.
Eso sólo lo contestas de joven. Crees que de repente un tipo te va a ahorrar el trabajo de documentarte, pensar en cómo abordarla, imaginarte su peripecia…
– Fíjate que me casé con mi primera novia. Y ni una pelea, veintitrés años juntos y dos hijos, el niño y la niña…
– Apasionante, tú.
– Espera que tengo aquí las fotos de los dos…
Vamos, como el Conde de Montecristo, mismamente. Que no sé si tiene más emoción la historia de mi interlocutor o el bombardeo de Pearl Harbour. Qué pena que no guardara los dientes de leche de sus hijos para hacer merchandising y forrarnos vendiendo reproducciones.
Lo de cuéntame, ya no lo digo nunca. Os doy un consejo gratis.
– Mi vida sí que tiene una novela.
Pásales la pelota a ellos.
– Ah, pues ponte con ella. O llévala al cine, que da más pasta y te invitan a los Goyas. Lo mismo tienes suerte y ves a Paz Vega.
Paz Vega y Maribel Verdú son mis favoritas. Si fuera a los Goyas, me fijaría en cómo van vestidas nada más llegar. A lo mejor me lanzo y hago un guión con mi vida, sólo por verlas.
Esto es como cuando saben que eres psicólogo, de inmediato te ponen cara de bipolar; cómo me he reído con este “no te signifiques”! Pero también hay mucho escritor por allí contando su vida de escrtor en sus novelas, como si a uno le interesara que se levantan con resaca a escribir: ¿ya no lo dijo John Fante?
Por cierto, Jorge, que si yo te contara mi vida…
Cuéntame, Juan Carlos. Qué pesados son los que sólo cuentan resacas, y hay tantos…
Me significaré por esta vez para pedir que Ortuño sea el protagonista de tu próxima novela.
Y me uno a la causa de !Gallardón, para ya de cortar árboles!