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El día que mamá perdió la paciencia

El día que mamá perdió la paciencia, de Belén Gopegui, Madrid, Editorial SM, 2010, (El Barco de Vapor, 150). Rústica, 80 pp., 6.95 €. A partir de 7 años.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

¿A dónde van las cosas que perdemos? ¿Esos calcetines que nunca aparecen, las llaves, los bolígrafos…? Quizá sea fácil encontrar cosas o, al menos, intentarlo, pero… ¿y si lo que se pierde es inmaterial? ¿Cómo lo buscamos? Mariú, la niña protagonista de El día que mamá perdió la paciencia, está muy preocupada porque su madre, aparte de perder las cosas normales, esta vez se ha quedado sin paciencia y Mariú se siente responsable, porque ha sido, en parte, por su causa y se pregunta “¿y dónde hacen paciencia o cómo se puede prestar”? Su padre no le contesta porque está muy ocupado y Mariú encuentra una aliada importante en Lía, una especie de hada, aunque ella se define como “una princesa winx, witch y sirena”. Lo bueno de Lía es que busca cosas perdidas. Gracias a ella, Mariú vivirá una aventura en el mundo de los sueños y aprenderá el valor de las cosas invisibles, pero esenciales como el hambre, el aburrimiento y, por supuesto, la paciencia.

El día que mamá perdió la paciencia también nos introduce en el mundo de los cuentos de hadas, aunque desde puntos de vista distintos puesto que nos muestra que “las princesas siempre lo son por casualidad”, como ocurre con La Cenicienta.

Mariú entra en contacto con el mundo de la fantasía y accede a ese lugar mágico en donde habitan los sueños y las cosas invisibles. De alguna manera, aprende a conocerse mejor a sí misma y a estar más segura de sus comportamientos. Porque, al fin y al cabo, lo importante es “que tu vida sirva a los demás, o sea, no estar todo el rato viendo la tele y comiendo galletas”. Su madre, por fin, parece recuperar la paciencia y Mariú sale del sueño fortalecida y feliz.

El día que mamá perdió la paciencia se divide en siete capítulos, tantos como los años que tiene Mariú y narra una historia destinada a los niños y niñas de esa edad, a los que ya saben leer y pueden disfrutar con la fascinación de las palabras. Muchas de las situaciones y personajes que maneja la autora parecen provenir directamente del mundo de lo onírico y lo surrealista, aunque adaptadas a los niños. La lectura del libro brinda, por lo tanto,  sorpresas y momentos inesperados.

Belén Gopegui (1963) es una escritora conocida por sus guiones cinematográficos y sus novelas destinadas al público adulto, como La escala de los mapas (1993),  que obtuvo muy buenas críticas. Francisco Umbral dijo de ella que era la mejor novelista de su generación. No obstante, a raíz de su maternidad, ha escrito y publicado dos libros para sus hijos, El Balonazo, y el que acabamos de comentar.

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