Los sábados del rarito
32 Stories. Adrian Tomine. Drawn & Quarterly, 2009.
Con 17 años, Adrian Tomine se pasaba los sábados por la noche solo en casa. Mientras su familia salía a divertirse, el estudiante Tomine adoptó el más raro de los entretenimientos para aliviar el tedio: dibujar tebeos. Corría el año 1991 y, como parece que sus habilidades sociales no mejoraban, el joven artista decidió ampliar el marco de sus ambiciones, con la auto-publicación de sus breves historietas. Lo hizo en el reducido formato de un fanzine al que llamó Optic Nerve y del que no vendió ni un solo ejemplar de los 25 que constituyeron la tirada del primer número.
Con obras como la intrigante Rubia de verano (La Cúpula, 2005) o la decepcionante Shortcomings (Mondadori, 2008), el prestigio de Tomine como protagonista de la cultura ‘indie’ lo confirmó el año pasado la editorial con la que colabora desde el principio de su carrera, Draw & Quarterly, al publicar una nueva edición de 32 Stories.
La novedad es que, esta vez, se han impreso en edición facsímil y se han reunido, en una encantadora caja de cartón, los siete mini-comics ‘Optic Nerve’ que Adrian Tomine dibujó, fotocopió, grapó y distribuyó en su adolescencia solitaria. Así es como algunos nos hemos podido acercar a esas 32 historietas, casi veinte años después.
Y aunque está en ellas la impronta del historietista que luego hemos sabido admirar, su tristeza carveriana, su realismo de final amargo, también hay, sobre todo, en estos cuadernillos breves un interés añadido: el del autor que se está buscando, el de quien explora en la oscuridad. Tomine ha refinado después su trazo, pero en estos tebeos grapados a mano la suciedad de la línea es la certeza de su aprendizaje.
Lo urbano, la torpeza sentimental, el aislamiento social o la anécdota autobiográfica de sabor patético son temas recurrentes dentro de la caja de ‘32 Stories’, donde asistimos, casi en una exhibición impúdica, a la forja del estilo de Tomine. En sus títulos, el autor no engaña respecto a sus intenciones: ‘Leather Jacket’ (chaqueta de cuero), ‘Haircut’ (corte de pelo) o ‘Happy Anniversary’ (feliz aniversario). Y al final, en los últimos números, ya está ahí su grafismo reconocible.
“Los puristas de las publicaciones marginales que se sintieron ofendidos con el bitono de la portada del número 6 probablemente tirarán la toalla sobre mí cuando vean ésta a todo color”, ironiza el dibujante, sobre las condiciones de edición del séptimo fanzine, en cuya cubierta, además del color, aparece ya una de las reconocibles chicas Tomine: bonita pero de mirada neurótica, de atuendo informal pero sofisticado. Después, se puso en el camino de Tomine el editor Chris Oliveros, que le propuso entregar la producción de ‘Optic Nerve’ a la exquisita Draw & Quarterly. Pero ésa, tan poco marginal, ya es otra historia
Pingback: Cómics, modernidad y postmodernidad | Culturamas, la revista de información cultural