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La camarera, de Markus Orths

Por Jesús Villaverde Sánchez

La camarera. Markus Orths. Seix-Barral. Biblioteca Formentor. 144 páginas. 15 €.

Lynn Zapatek encuentra un trabajo de limpiadora de habitaciones en el hotel Eden. La chica limpia las habitaciones de manera obsesiva, incluso maniática. Hasta este punto todo puede parecer una situación normal. Una normalidad que explota de manera reseñable el autor, Markus Orths, que con una prosa sencilla y muy delicada por momentos, convierte las situaciones del libro en entornos muy reales para el lector.

Según avanzan los días en su trabajo, Lynn empieza a observar los objetos de los huéspedes, mientras fuma un cigarrillo en la ventana de las habitaciones en las que se detiene. Empieza a sentir una atracción fatal hacia estos, a través de los cuales comienza a tejer la vida de sus portadores. Libros, relojes, cepillos de dientes, cremas depilatorias…

La situación da una vuelta de rosca cuando Lynn sustituye la simple fascinación por el uso no consentido de esos objetos. Un martes, cuando ya debería haber terminado de trabajar por la tarde, aún se encuentra dentro de la habitación 303 del Eden. El pasillo le trae sonido de pasos e, irremediablemente, el crujir de la cerradura. Para evitar una situación excesivamente incómoda y, por supuesto, un despido, la camarera se esconde debajo de la cama y allí pasa la noche, escuchando los sonidos de su huésped.

Es en ese momento en el que Lynn cree haber encontrado el punto que le faltaba en su vida. “Pero sabe que volverá a hacerlo, que ha de hacerlo, que ha encontrado algo. Todos los martes, dice Lynn, lo haré todos los martes”. Y cada martes al terminar de trabajar se aventura debajo de la cama de la habitación 303, desde la que imagina la vida y los rostros de aquellos que yacen justo encima de ella, separados por un somier y el colchón.

Lynn es testigo indirecto de todo tipo de situaciones. Con cada aventura de los martes consigue evadir su triste soledad, que incluso nos hace sufrir en ocasiones, por mérito absoluto del autor. “Me gustaría que por una vez alguien estuviera bajo mi cama, me gustaría que por una vez alguien prestara atención a mi vida”, piensa Lynn una noche.

La única persona que tiene Lynn en la vida es su madre, que vive a tres horas de la ciudad y padece mal de edades. La joven está sola en la vida y se aferra al hueco que queda debajo de las camas para conseguir llevar la vida normal que aparentemente llevan los personajes que son espiados sin saberlo. Terrible e hiriente la soledad que narra esta novela.

El juego, al que todos hemos jugado alguna vez, de inventar la vida de los demás. Creo que por eso esta historia engancha y gusta. Por el simple motivo de que cualquiera ha fantaseado en alguna ocasión con la vida de los demás, con inventarla o espiarla sin ser descubierto. Y eso es lo que esta joven camarera hace en el hotel Eden: vivir la vida a través de la de los demás.

Citando un título de Millás, por si acaso, no mires debajo de la cama, sobre todo si te toca la 303.

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