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Bilbao-New York-Bilbao, de Kirmen Uribe

Por Antonio Baez.

Bilbao-New York-Bilbao. Kirmen Uribe. Seix Barral. 208 páginas. 19 €

Los peces y los árboles se parecen. Esta es la primera frase de Bilbao-New York-Bilbao, el libro de Kirmen Uribe (Ondárroa, Vizcaya, 1970), último premio nacional de la crítica de novela. La frase es una declaración del tono narrativo, que volverá a aparecer al comienzo del último capítulo. La historia está contada de ese modo poético, ingenuo y amable anunciado en ella. El protagonista  es Kirmen Uribe, escritor vasco, poeta, que se sube a un avión en Bilbao y durante el trayecto hasta la ciudad norteamericana irá repasando su historia familiar. El relato es sencillo, ameno, variado, con una serie de acumulación de materiales que nos van dando información sobre anécdotas, paralelismos, averiguaciones y algunas casualidades que se producen en la vida del protagonista. Personajes anónimos como el abuelo y el padre de Kirmen, o el hijo de su compañera, al que le está dedicado el poema final del libro,  se cruzan en esas páginas con figuras históricas, como el pintor bilbaíno Aurelio Arteta, el arquitecto Ricardo Batisda y el político Indalecio Prieto, que tuvieron una emotiva relación amistosa, a pesar de sus ideologías contrapuestas. Las pérdidas delimitan nuestro tiempo. Esta es otra frase que aparece en el primero y en el último capítulo. Este es el núcleo conceptual en torno al que gira la novela, que intenta una recuperación de las vidas de los otros y de la de uno mismo no con los artificios del memorialista tradicional, sino con recursos nuevos,  algo precarios en apariencia, que se nos muestran como cartas bocarriba: entrevistas con los familiares de los sujetos-sombras de la historia, consultas en diccionarios o en la wikipedia, correos electrónicos con informaciones variadas, grabaciones en CD, etc… Esta fragmentación y acumulación de informaciones, que tan de moda está hoy día y por tan innovadora se tiene, cuando evidentemente no es así, le dan a la obra un aire ligero, sutil,  fácil. Los peces y los árboles se parecen porque en sus anillos y en sus escamas quedan las huellas del tiempo vivido. La trama, mínima, tiene unos resortes muy atractivos sobre los que se articula la historia que persigue, las investigaciones siguen el hilo de la casualidad, el azar nos lleva a veces a ciertas correspondencias que únicamente hay que descubrir. Pero la novela no siempre consigue traspasar algunos tópicos: paradójicamente, ya que las noticias biográficas en ese terreno son de primera mano, la visión del mar y sus hombres nos resulta estereotipada y, por otra parte, la bonhomía de las criaturas familiares, sin fisuras, y de los personajes históricos presentan una ejemplaridad moral muy simplificada. Aunque el mérito mayor de esta novela nos parece que es el de contar las peripecias y los matices de gente que elige las zonas mejor iluminadas de la existencia en las relaciones familiares y sociales. Sirva de ejemplo el episodio en el que el pintor Aurelio Arteta declina el encargo de hacer un cuadro sobre los bombardeos de Guernika, que finalmente llevó a cabo Picasso, para reunirse con su familia. Las apuestas del autor no son arriesgadas, tampoco tenían por qué serlo. Sus reflexiones son fáciles de compartir con los lectores y están ejemplificadas con fábulas y parábolas muy eficaces en ese terreno. Citemos la idea del escritor  MacNeil, con el que Uribe se comunica por Facebook, que relaciona la escritura con el robo y el episodio en el que se cuenta que su padre era ladrón. Todos envidiamos  la enseñanza de ese padre con un oficio tan complicado y la del propio padre de Uribe cuando  le cuenta a su hijo la historia de los dos curas en el pueblo, para darle una lección propia de un taller de escritura, en el que habría tenido que pagar la matrícula. El protagonista  nos explica en diversas ocasiones que la novela es un artificio que el escritor tiene que construir, la novela es un edificio en obras. La novela como edificio acabado por el momento parece que pasó a la historia. Todo tiene sus más y sus peros. Bilbao-New York-Bilbao es entretenida y superficial, no revoluciona ningún panorama literario, pero eso no la hace menos de lo que es.

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