Peter Pan y el dolor del mundo
Por Carlos Javier González Serrano.
J.M. Barrie escribe en su Peter Pan: «Después de asistir a la escuela durante una semana se dieron cuenta de lo tontos que habían sido por no quedarse en la isla, pero ya era demasiado tarde y no tardaron en acostumbrarse a ser tan normales como vosotros, yo o cualquier hijo de vecino. Es triste tener que decir que poco a poco fueron perdiendo la capacidad de volar. […] Falta de práctica, decían ellos, pero lo que en realidad quería decir aquello era que ya no creían» (Alianza: Madrid, 2008, p. 181).
El hombre no puede vivir sin miedo.
Lo que diferencia precisamente al hombre de cualquier otro ser viviente es su capacidad de vivir en el miedo. La cantidad de temor que cada uno soporta… ello constituye su verdadera enjundia: nuestra calaña se configura a partir de experiencias de miedo, de inquietud, de ansiedad, cólera, odio, vanidad… de muerte. Vivimos en constante cambio, inmersos en perpetuos vaivenes de nacimiento y decrepitud.
Sólo resta la responsabilidad de acoger nuestro destino, encararnos a él… Platón escribía en La República (X, 617 e1-8) que «la responsabilidad es del que elige, el dios [el daimon personal, al que aquí se refiere] está exento de culpa». Aristóteles recuerda en Partes de los animales (II 10, 656 a7-13) que «en el hombre la parte entre la cabeza y el cuello se llama cara, recibiendo, al parecer, este nombre de su función, pues al ser el único animal erguido, es el único que mira al frente y emite su voz hacia delante». “Hacia delante”… y desde dentro.
Schopenhauer afirma en el Capítulo 49 del Libro Segundo de El mundo como voluntad y representación (“El orden de la salvación”) que «sólo hay un error innato [angeborenen Irrthum] y es el de que existimos para ser felices. […] [L]a sucesiva satisfacción de todo nuestro querer [unsers Wollens] es lo que se piensa mediante el concepto de felicidad [Glück]». En este mismo camino, Séneca nos insta a reflexionar (Epístolas, 124, 24) manifestando que «alcanzarás tu propio bien cuando comprendas que los felices son los más desdichados» (“Bonum tunc habebis tuum, quum intelliges infelicissimos ese felices”)…
La costumbre del miedo viola constantemente el efecto embaucador y sugerente de nuestros deseos. Al hacernos observadores de nosotros mismos contemplamos la carencia, la necesidad, el dolor, la herida supurante del yo.
Dos ejemplos tipo me vienen a la mente: el discurso de Hamlet (Acto Tercero, Escena Primera) y Del sentimiento trágico de la vida de Unamuno: «Yo soy el centro de mi universo […] ¿Egoísmo decís? Nada hay más universal que lo individual, pues lo que es de cada uno lo es de todos. Cada hombre vale más que la humanidad entera […]. “¡Ama a tu prójimo como a ti mismo!”, se nos dice presuponiendo que cada cual se ame a sí mismo; y no se nos dijo, ¡ámate! Y, sin embargo, no sabemos amarnos» (Espasa Calpe: Madrid, 1999, 9ª ed., pp. 85-86) .
La acción es sólo la conclusión del movimiento de nuestras entrañas… ¿Son acaso los animales inmortales por cuanto no pueden representarse su propia muerte? Tal eternidad supone su propia condena, su identidad…
¿Y la nuestra?…
Dolor… Y mucho Peter Pan.
Te vas haciendo entender… por fin. Con el de «poder y cinismo» me desorientaste mucho, y me costó comprender lo que querías decir. Pero eso, poco a poco creo que pillo algo.
Una lectora anónima (pero que te lee, a pesar de todo).
Bueno, muchas gracias. Intentaré seguir «haciéndome entender»… siquiera por sacarte del anonimato;).
Un saludo cordial.
«La acción es sólo la conclusión del movimiento de nuestras entrañas»… la belleza de las palabras que llegan al corazón del neófito; es ameno e interesante….Un abrazo
Otro abrazo para ti, y gracias;).
¡Muy bueno! Dolor, y mucho Peter Pan. Nada más!
Enhorabuena Carlos.
Gracias Aída…