El alma de los libros
Estoy convencido de que los libros tienen alma y de que los lectores la absorben cuando leen. Nuestra mente se alimenta de libros y su buena digestión nos forma como personas.
Carlos Ruiz Zafón dice que “cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el tema de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte”[1].
El ser humano arrastra esta idea desde la noche de los tiempos, de ahí su afán en dejar por escrito sus sentimientos más íntimos y de leer lo que otros han plasmado sobre el papel, porque “leer es siempre una opción de sabiduría, jamás se lee en vano, nunca se lee en balde”[2].
Con este afán de indagar en vidas ajenas, hazañas insólitas, viajes iniciáticos, batallas ganadas, desengaños apasionados, amores correspondidos, sueños inalcanzables, versos sueltos, rimas íntimas, amistades sinceras…, debemos animar a los neófitos a entrar en el mundo insólito que constituye la Literatura, para que comprendan que “en las bibliotecas no solo flotan las antiguas historias, las viejas palabras, las islas perdidas, la canción de resistencia, las grandes pasiones, las preguntas sobre la vida y el tiempo”[3], sino que también lo hacen las almas de los que las escribieron.
Esas almas están esperando que alguien las despierte, así que cuando iniciemos el viaje lector, todos sabremos descubrirla en el relato o poema, aunque no todos los lectores vislumbren la misma, porque los libros tienen más de una y cada cual lee según su estado de ánimo, su conocimiento o su madurez y observa una de las múltiples caras de esa alma que es polifacética.
No olvidemos que al leer se establece una reciprocidad entre libro y lector de la que ambos se enriquecen, y que un libro es tantos libros como lectores tiene, por tanto un libro puede tener tantas almas como lectores.
Y que “los libros nos importan cuando escuchamos en ellos una voz singular que no hemos oído antes nunca”[4] o cuando queremos volver a ellos como el que regresa en busca del amigo, entonces descubriremos aspectos ignorados o considerados poco relevantes en la lectura anterior que nos pueden hacer mudar nuestra percepción sobre él, pues ninguna nueva lectura es idéntica a la anterior, como ningún día pasado es igual al venidero.
Las personas lectoras suelen tener afán por aprender y descubrir novedades, sus mentes trabajan y pasan a se elementos activos, pues “la lectura nos convierte en creadores y se ponen en marcha la memoria, experiencia e imaginación”[5], que nos ayudarán a formarnos y a madurar en cualquier etapa de nuestras vidas.
José Ortega y Gasset dijo que “la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada uno la suya”[6] y en ese proceso debemos contar tanto con la experiencia del joven Jim Hawkins como con la del viejo Long John Silver El Largo; con la de Alonso Quijano y Sancho Panza; con la de Jean Valjean, con la Max Estrella, con la de Gregorio Samsa, con la de Madame Bovary, con la de Ana Ozores, con la de José Arcadio Buendía y con la de una interminable lista que nos ayudará a conocernos mejor y por ende, a conocer mejor al otro.
En los libros nos vemos reflejados, con ellos podemos evadirnos y de ellos podremos obtener información, que una vez asimilada generará nuevos conocimientos en nosotros los lectores y enriquecerá nuestra alma.
Las historias contadas, las vidas reflejadas, las pasiones sentidas, los sentimientos más íntimos, las palabras escritas permanecen inalterables como dejó dicho Juan Ramón Jiménez: “la vibrante palabra muda, / la inmanente, / única flor que no se dobla, / única luz que no se extingue, / única ola sin fracaso”[7].
* José R. Cortés Criado, Profesor de Enseñanza Secundaria del IES María Zambrano de Torre del Mar de Lengua Castellana y Literatura. Especialista en Literatura Infantil y Juvenil colabora con artículos y reseñas en diferentes publicaciones, mesas redondas, debates, presentaciones de libros, ha impartido cursos y talleres para profesores y alumnos.
[1] Ruiz Rafón, Carlos (2004): La sombra del viento, Barcelona, Planeta, 24ª edición, pp. 10.
[2] Mateo Diez, Luis: (2000): Lunas del Caribe, Madrid, Anaya, pp. 20.
[3] GarcíaMontero, Luis: (2002): La mudanza de Adán, Madrid, Anaya, pp. 32.
[4] Muñoz Molina, Antonio. (1998): Pura alegría, Madrid, Alfaguara, pp.63.
[5] Regás, Rosa (2004): Entrevista. Andalucía Educativa, nº 45, octubre 2004, pp. 39.
[6] Ortega, José (1973): ” Historia como sistema”. Obras Completas 7ª edición, Madrid, Revista de Occidente. Vol. VI, pp. 13.
[7] Jiménez, Juan Ramón (2005): “Poeta y palabra” en Poemas escogidos, 2ª edición, Barcelona, Vicens-Vives, pp.166.