El gran espejo
Por Matías Candeira
Hace años que me preocupa el estado del análisis en torno al cuento breve. Resulta alarmante que el crítico de suplemento a menudo despache los libros de relatos valiéndose de una especie de gramática de la obviedad, al modo del plano general en el cine. Como sabemos, también la crítica, aplicada a según qué géneros, genera lenguajes prestados, impostaciones que quieren salvar la vía de agua de su balsa teórica con remedos y algo de croquis naif, no sea que el lector se pierda, antes que penetrar dialógicamente en la propuesta del libro. Por eso es común este tipo de aproximaciones (con cierto retraso mental) al género: “Cuentos de corte muy diferente que transcurren en entornos cosmopolitas como París, Madrid, Parla o Algete”. Tan anchos que se quedan. En esencia, el crítico generalista cree que un libro de cuentos debe ser “variado”, no olvidarse de hablar sobre “seres desamparados que se enfrentan a sus propios miedos y obsesiones” –no obstante, esto último puede rellenarse al gusto- y que “a pesar de algunos deslices, se mantenga la unidad del conjunto”.
Ni siquiera los paladines de la distancia breve –al menos en España, donde vamos con retraso en casi todo- aceptarán fácilmente un libro como Atractores extraños, debut en el relato de Javier Moreno, a la sazón novelista y poeta –Buscando Batería (Bartleby editores, 1999), Click (Candaya, 2008), Acabado en diamante (La garúa, 2009)-. Y esta iniciación tardía podría anunciar un recelo en el cerrado, cerradísimo mundo del cuento, que se parece a las reuniones de catequesis. A uno le preguntan si cree en Dios y uno dice que sí. Si nadie te ha oído nunca hablar de Jesús, te echan.
Pero es justo y necesario pensar sobre este libro, como este libro piensa y despliega su aparataje delante del lector. Y es justo también que este crítico ponga en valor su papel dentro de un panorama cada vez más saturado de novedades intrascendentes, y que es independiente de mi opinión sobre lo bueno o malo de estas historias (que no lo son tanto). Si Atractores extraños me parece bastante meritorio no es tanto por la espectacularidad en la selección de las ideas y tramas –selección que como en casi todos los libros de relatos desde que el mundo es mundo resulta discutible, y no me compete volver a repetir- como una muy poco común densidad teórica que flota en el conjunto general y que se aleja todo lo posible del paradigma. Este plus, a mi juicio, proporciona al libro un mecanismo reflexivo a varios niveles. Atractores, sí, es a veces excesivo en su retórica, denso, conceptualmente complicado o poco accesible, y por esa misma razón, interesante cuando se aproxima al hueso. Una obra consciente de las dificultades de su propuesta, lo suficientemente particular dentro del muestrario moderno del short tale. Nos conviene deslegitimar –sólo un poquito- ese fácil adeudo del escritor con su lector y la invisibilidad de nuestro proceso de creación. Cabe pensar si esa hipoteca que a veces nos impone el mercado, en la que el autor se esconde, no debería cuestionarse una vez asumida nuestra falta de norte. Después de todo, nadie sabe qué va a pasar con la ficción en la era 2.0. El lector, nos dicen algunos, debe leer sin detenerse; la carpintería del texto está obligada a permanecer oculta. Javier Moreno, por fortuna, no cree en esa máxima y la era posmoderna le da la razón. Él mismo podría suscribir esta máxima, yo no soy narrador, y su tramoya (desvelada), sus atractores, acaban por formar un compendio sólido de obsesiones en torno a un gran contenedor conceptual, la copia, desplegada en varios rizomas temáticos (la copia original, la copia monstruosa o deformada, la copia falsa, el simulacro), pero siempre trazando una línea clara que casa reflexión, filosofía, metaliteratura y narración pura.
Una de las mejores cosas que se puede decir sobre este libro de cuentos, sobre todo de alguien que nunca había transitado el género, es que aquí no hay tema, sino mutación infinita del tema. Atractores extraños habla de la copia, pero también es un tratado sobre lo siniestro, un manual de interpretación literaria sobre el origen de la escritura –eso por decir que nos explica, oculto en la repetición de patrones-, y una suerte de topografía referencial y emocional de las lecturas ocultas de Javier Moreno, enmascaradas en forma de lista informática; véase el cuento titulado “Troyano”. Y como el personaje de “Cervantes, autor de Pierre Menard, autor de El Quijote”, este autor encuentra placer en la hibridación discursiva y orgullo en sus referentes, algo que lo aleja de la petulancia de ciertos autores (agrupados con nombre de sándwich de infancia) cuando afirman que ellos no beben de nadie. Leo Atractores extraños y me vienen a la cabeza Borges, el tono crepuscular de las almas perdidas en Bolaño, Barthes; y hasta un Kafka alucinado, o cierto tono del Buñuel postmoderno.
Hablaba antes de copia original, en relatos como el simbólico “El extranjero”; o en “Sizigia”, trasunto de una Eva bíblica que reflexiona sobre el arte con una retórica un tanto excesiva o barroca. Hay un grado cero de la realidad en “El efecto Rodríguez”, interesantísima variante de la copia cero en forma de narración post 11-S, bautismo de fuego –perdonen el humor negro- de una contemporaneidad que ya nunca será la misma y que entronca con lo último ofrecido por Fresán en El fondo del Cielo. Si Javier Moreno cojea y se empantana en ciertos despliegues de humor bisoño (“Laura, desvelada” es un relato de travesía irónica que no acaba de funcionar por su aparatosa autoconciencia de estar hablando de algo divertido), es en otras oberturas, las más oscuras y mórbidas, donde despliega un fuera del sentido de lo más perturbador. Placer puro. Cuentos de constantes hallazgos oníricos. Desde el hombre que muere aplastado por tartas de crema en “El efecto Rodríguez” hasta la simulación de lo real en la garza que aparece en “The baby and the satellite”, la pulsión siniestra de “Cortometraje” o la estupenda rémora kafkiana en “Das Kapital”.
Nos dice el autor en “La brújula y el espejo”:
“Deberíamos proponernos hurgar en los intersticios de las metalepsis y las sorites, abismarnos en lo oscuro, hollar las infinitas posibilidades que surgen de A y que nunca llegarán a concluir B”.
Una reflexión que conecta con uno de los núcleos más prometedores del libro, la búsqueda de un grado cero de la escritura desde la imposibilidad, toma de conciencia de que decir es un acto de responsabilidad y que nos constituimos como autores una vez asumimos que sólo estamos ejecutando copias, patrones prestados e invisibles. La búsqueda del sentido de la literatura consiste, más que una odisea por alcanzar la copia original, un safari entre los intersticios de los modelos. El texto puro se generaría desde el origen o copia cero, sino, probablemente, desde aquel infraleve del que hablaba Duchamp, el espacio brevísimo y críptico entre copias. Mencionaré “Atractor extraño” o “Sacrificio”, inteligente simulación del horror que produciría dos obras idénticas hechas por autores distintos, y por cierto, una aguda desmitificación del romanticismo en torno a la autoría.
Acabo esta reseña recordando lo que nos dice Ricardo Menéndez Salmón en su poética de Siglo XXI (Menoscuarto ediciones), antología de reciente aparición. “La escritura es un movimiento aporético, el intento por aproximarse a una meta que jamás se alcanza, la aspiración hacia una finalidad constantemente defraudada”.
Vuelvo a mirar mi ejemplar de Atractores extraños, un libro desigual, de los que me gustan. Un libro que, después de todo, acaba por ilustrarnos una máxima preñada de lucidez, la que dice que el sentido de nuestras obras imperfectas sólo puede rastrearse en el vasto territorio entre A y B, el agujero infinito que hay en la acumulación de sus versiones.
Atractores extraños
Javier Moreno
Inéditor, 2009
192 páginas
PVP 18,75 €
Matías Candeira es escritor y guionista, licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. Como autor, ha publicado La soledad de los ventrílocuos (Tropo editores, 2009), y sus relatos han sido recogidos en revistas como Los noveles o BCNweek y en las antologías Novísima narrativa breve hispanoamericana (Random House Mondadori, 2009), Relatos en cadena (Alfaguara, 2008), Parábola de los talentos,(Gens ediciones, 2007), Noche de Relatos (NH ediciones, 2007, traducido al inglés y al alemán) y Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (Menoscuarto, 2010). Durante los últimos años su trayectoria ha sido avalada por premios literarios como el Ignacio Aldecoa, Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid, Premio Internacional de Narrativa Tomás Fermín de Arteta, Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa o el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relato (accésit).