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El violinista de Mauthausen

Por José Luis Muñoz.

El violinista de Mauthausen. Andrés Pérez Domínguez. Algaida, 2009. 479 páginas.

No es El violinista de Mauthausen, contra lo que pueda pensarse, un thriller ambientado en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, que lo es, o una novela que denuncie la barbarie nazi a través de unos de los campos de exterminio más famosos que albergó españoles republicanos, aunque también lo sea, sino una novela de sentimientos que tiene lugar en uno de los tiempos más siniestros de nuestra historia reciente en los que el hombre puede dar lo peor de sí mismo, pero también lo mejor.

La juventud de Andrés Pérez Dominguez, novelista con una contundente producción de buenas novelas a sus espaldas ─ El síndrome de Mowgli, El factor Einstein y La clave Pinner ─ y libros de relatos ─ El centro de la Tierra, Estado provisional, Ojos Tristes ─ con las que ha cosechado prestigiosos premios ─ Luis Berenguer, Max Aub, el Ateneo de Sevilla con la que nos ocupa ─ no le impide el dominio preciso de la técnica narrativa como queda patente en esta novela esplendida que no desfallece en ninguno de sus tramos, que mantiene desde la primera a la última página el mismo tono y consigue emocionar al lector en muchas ocasiones.

Con el juego que le dan unos personajes bien definidos, todos protagónicos de una historia coral, Pérez Domínguez arma su novela utilizando los puntos de vista de ellos. Cada capítulo lleva el nombre de uno de sus personajes, para que el lector componga en su cabeza el puzle que le va desgranando su autor con sucesivos saltos al pasado y al presente. Robert Bishop es el agente norteamericano que convencerá a Anna, luchadora de la Resistencia en el París ocupado, para que trabaje para ellos y atraiga al científico alemán Franz Müller a su bando; Rubén es el republicano exiliado en Francia, el gran amor de Anna, que tiene la desdicha de caer en el infierno de Mauthausen y sobrevivir milagrosamente. Franz Müller, por último, es el alemán asqueado con la política que lleva a su país y al mundo a la más espantosa contienda que se recuerda y encuentra en los acordes de su violín el sosiego a su vida.

La novela de Andrés Pérez Domínguez, que uno, cuando lee, ve convertida en película, transcurre por diversos escenarios ─ París ocupado, Mauthausen, Berlín destruido ─ y épocas, habla de sentimientos más que de barbarie, que forma parte del decorado en el que se mueven los personajes, y acaba siendo un canto a la bonhomía en tiempos de muerte.

¿Con qué personaje me quedo de la novela? Sin duda con Franz Müller, el científico violinista, al que Anna se entrega por deber pero también, aunque le cueste reconocerlo por su fidelidad a Rubén, por amor, capaz de salvar dos veces a un hombre al que no conoce ni conocerá, lo que es la prueba más fehaciente de su generosidad: una con los acordes de su violín, cuando Rubén está a punto de lanzarse al vacío en la siniestra cantera de Mathausen, y la otra, al final de la novela, cuando como contrapartida de sus secretos científicos pide la libertad de ese desconocido español al que siempre amó su amante.

Con esta historia conmovedora de amores en tiempos de guerra obtuvo Pérez Domínguez su merecido premio Ateneo de Sevilla.

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