Las agujetas como experiencia poética.
Por Antonio J. Alías.
“NO a las ‘viviendas’, y SÍ al habitar” no es un lema okupa ni un grito contra la especulación inmobiliaria, aunque bien podrían ser estos últimos resultado de aquellas palabras para un uso ideológico de colectivo. Pero si reconocemos aún cierto carácter subversivo en esta frase inicial, se deberá entonces a dos acciones que apuntan directamente a su creación y no tanto a su uso: 1. porque al haber sido escrita originalmente en tiza sobre pizarra, contiene ya su destino final: la desaparición, su borrado y, 2. porque es ahora, tras mucho tiempo desparecida, cuando se reproduce en la exposición Desvíos de la deriva. Experiencias, travesías y morfologías del Museo Reina Sofía. Ambos puntos constatan un trayecto de los que no son ni punto de partida ni de llegada. Al contrario: la tiza escribe lo que dejará de ser escritura o, para entenderlo mejor, el habitar es una cuestión que nada tiene que ver con construir casas. Por tanto escritura y museo, lejos de nuestras acepciones convencionales, dejan de ser eternos continentes del arte para edificarse como espacios deshabitados, lugares de tránsito.
La frase y la pizarra -se me olvidaba- pertenecen a una de las clases que se impartieron en la Escuela de Arquitectura de Valparaíso. No es broma.
Poetas-arquitectos y otras flores raras. Escribir una política desterritorializadora desde la institución académica, pro-mover una poética común en lo errático y, sobre todo, hacer de esto un acto fugaz y juguetón, pasó a ser una cuestión de afirmación poética y social en Sudamérica a mediados de siglo XX. Y de esto poco o nada ha llegado a Europa. Además de hacer su propia lectura de los actos preformativos, las caminatas de Godofredo Iommi y la Santa Hermandad de la Orquídea (grupo divertidísimo compuesto por poetas argentinos y brasileños) iniciaban el largo recorrido por la Amazonia hacia lo que más tarde serían las acciones geo-poéticas de la Escuela de Valparaíso, los ejercicios poéticos de Juan Brochers y otras experiencias artísticas diseminadas por varios países de la zona. Más allá de la juerga y del colegueo dignos de la mejor bohemia, el acto inaugural de Iommi y sus divinas orquídeas no sirvió propiamente para sentar las bases de programa situacionista alguno -tal y como ocurrió con la dérive surrealista francesa-, sino para dar pie a un arte contra los espacios estancos que se perpetuaban en el ámbito artístico de la época. Quizás aquí lo sub-versivo coincida con la di-versión, puesto que ambas categorías implican el desdoble de una única forma de entender el arte. Lo que, según Francesco Careri, produjo nuevas arquitecturas, otros paisajes y cartografías totalmente ajenas a una política geográfica fueron, precisamente, estas prácticas erráticas llevadas a cabo por poetas, artistas y, en menor medida, arquitectos. Es así como la máxima nietzscheana de unir vida y arte comenzaba a tomar cuerpo, no desde la negación del arte que Dadá quiso, más bien como una celebración dis-locada contra la lógica representacional de la cultura oficial.
Con minifaldas y a lo loco. El sentido contracultural que tuvo la Escuela de Valparaíso derivó, no en vano, de ese carácter lúdico puesto en marcha por Iommi. Sin atentar directamente contra los cimientos del pensamiento europeo, la desviación de la deriva respecto a la situacionista fue aprovechada en Chile –también por Brasil- en tanto que búsqueda de lo desconocido. La exploración de otros territorios, que implicaba una póiesis desde las arquitecturas identitarias establecidas en sus ciudades por españoles y portugueses, propició la llamada Phalène: improvisados recorridos para una habitación poética del espacio atravesado que, introduciendo el elemento party-cipativo, erradicaba la concepción de público al uso. Como se ve, más próximo a una experiencia común que al ideal productivo de un arte aburguesado.
No obstante, más interesante que Barthes, más elegante que Jackie Kennedy, más divertido que el Fluxus, más geométrico que Balenciaga y más sexy que Marilyn, Flavio de Carvalho y su New Look (Experiencia nº 3, Traje del “Nuevo hombre de los trópicos”) dan un paso más para hacer de la deriva algo escandalosamente personal. Sí, un señor con pinta de intelectual que se paseaba por las calles de Saõ Pualo con un prototipo de minifaldas y que congregaba a medios y público espontáneamente. ¿Arte, diseño, noticia, cachondeo o experimento social? Probablemente esta acción, llamada a colmar el concepto de modernidad, muestre los desvaríos autóctonos de las ideas llevadas a cabo por surrealistas y situacionistas en otros lugares. Hic et nunc. De ahí lo singular de estas acciones americanas que, aparte de abrir nuevos espacios en las instituciones artísticas de renombre, han conseguido elevar a las agujetas como experiencia poética. En dos días desaparece hasta la siguiente travesía.