Nombres robados de Tassiés
Nombres robados de Tàssies (texto e ilustraciones). Madrid, SM, 2010. Cartoné, 32 pp., 25 x 25,3 cm., 14.70 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
El acoso escolar es, por desgracia, tan antiguo como la propia institución escolar. Donde hay un niño o una niña que, por distintos motivos, no se ajustan al parámetro social… aparece casi siempre un verdugo. No obstante, el rol de víctima puede deshacerse si se termina con el miedo, con el terror a denunciar lo que ocurre. Los niños acosados suelen refugiarse en ellos mismos, no cuentan qué les pasa, porque piensan que, si lo hacen, los acosadores se vengarán de manera mucho peor. Es triste esta realidad, sobre todo, porque vulnera los derechos de los más desprotegidos. Lo malo es que detrás del verdugo también puede haber una víctima reciclada que ha decidido comportarse como lo hicieron con él o ella para superar sus propios miedos. Mucho podríamos escribir acerca del acoso escolar, enmascarado muchas veces, oculto, silenciado y de consecuencias terribles para más de un niño o niña, chico o chica, porque también los adolescentes, como sabemos, sufren esa lacra y, con el auge de los medios de comunicación, cada vez más.
Todos, desde nuestra parcela, desde nuestra posición en la sociedad, tenemos algo qué decir. Los docentes, porque estamos en contacto directo con los alumnos y podemos ver e intuir cuando algo no marcha bien; los padres y padres que, de primera mano, observan que sus hijos están cambiando de carácter; los vigilantes de pasillo, los conserjes, los otros alumnos… todos podemos intervenir para romper con este círculo funesto que cada vez más se enreda hasta formar una tela de araña alrededor de la víctima y asfixiarlo.
El protagonista de Nombre robados, obra escrita e ilustrada por Tàssies, es un niño inteligente, al que han ninguneado en su clase, en los pasillos, al que han rechazado por “empollón”, porque estudia… Todos sus compañeros y compañeras tienen un nombre, todos tienen una identidad y una fuerza, menos él, que ha perdido su nombre en el colegio; peor aún, se lo han robado. Y este niño, día a día, se va hundiendo más, se oculta cuando acaban las clases, quiere pasar desapercibido, siente miedo y se siente culpable también. No sabe qué hacer, hasta que toma una decisión que el lector o lectora sabrá entender. No obstante, nosotros queremos ver una esperanza en la actitud de este niño que, de repente, recobra el rostro y se dirige al lector con un tú valiente y directo, dándole las gracias por haberle prestado atención y por recordarle quién es. Este niño que ha recobrado el rostro en la última página nos pregunta, y así termina el relato, “¿Cómo te llamas?” Porque solo los que tienen nombre tienen identidad y a este niño hay que devolvérsela. No en balde, el autor, en las solapas del libro también nos apela de esta manera tan rotunda: “Víctima, acosador, testigo: ¿quién eres tú?”. Está claro que no nos podemos escudar en la comodidad y que debemos intervenir, aunque nos parezca que nuestra aportación es mínima, puede devolverle el rostro a un ser humano.
Las ilustraciones de Tàssies, al que ya conocemos por El niño perdido, tienen una impronta personal que las hace singulares, podríamos decir que no quiere reflejar lo que ve, sino lo que se siente. Son ilustraciones expresionistas, de colores oscuros, que resaltan en el blanco del papel como un trallazo, como un aldabonazo a nuestra conciencia. En este caso choca que los niños y niñas de ese colegio particular, que puede estar al lado de casa, tienen por cabeza una manzana… son todos iguales y, pese a ello, un grupo se obstina en marcar las diferencias, en hacer del colegio una prisión, como dice el escritor, y de cada curso una condena.
Pensamos que Nombres robados no es precisamente un libro infantil, aunque, con la compañía de un mayor, pueden entenderlo los niños y sensibilizarse con el problema. Es un texto, insistimos, rotundo, conmovedor, conceptista acaso, pero, por eso mismo, con un gran contenido y una denuncia clara y valiente.
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