La frontera sur
En esta entrada José Luis Muñoz Díez, guionista y ecritor, reseña la última obra de uno de los autores claves de la novela negra en nuestro pais, José Juis Muñoz.
La frontera sur. José Luis Muñoz. Almuzara. 376 páginas. 19, 95 euros.
La frontera sur (Almuzara 2010), de José Luis Muñoz, viene avalada por el cuarto premio internacional de novela negra Ciudad de Carmona. Con todos mis respetos a este galardón, que se va consolidando año tras año como un referente de la novela negra, Muñoz no necesita aval. La frontera sur es su decimoséptima obra publicada. Ha tocado varios géneros con éxito, así la literatura erótica le debe El pubis de vello rojo, Premio Sonrisa Vertical 1990, cuando este galardón, creado en 1977, era un gallardete de libertad izado por el gran Luis G. Berlanga. Una trilogía de novela histórica sobre el descubrimiento de América vista desde una mirada muy personal. Pero desde hace tiempo su afán está puesto en la novela negra, con títulos tan destacados como Lluvia de Níquel. Está introducción no es gratuita, quiero que el lector sepa que estamos hablando de un escritor de peso. Yo lo descubrí muy pronto y lo he seguido con interés, primero, por coincidir parte de mi nombre con el suyo, y, después, porque me interesó su obra. El por qué de esta atracción lo tengo claro: construye sus novelas con una solida carpintería, y La Frontera sur no podía ser una excepción. Consigue que todas las piezas ensamblen perfectamente y para quien haya leído a Muñoz no le puede pasar por alto la riqueza con la que dibuja a sus personajes, dando la sensación de haberlos habitado el mismo, por la calidad con la que describe sus sentimientos.
La peripecia de los personajes de La frontera sur la ubica en la frontera de Estados Unidos con México. Muchos dicen que son dos mundos diferentes, pero quienes conocemos la zona sabemos que eso es un tópico manoseado. La realidad es otra, un país se funde con otro con la misma naturalidad que el amarillo pasa a ser verde en una tabla de colores, del mismo modo que el tercer mundo y el primero, en esta era de globalización, conviven holgadamente dándose la espalda. El lugar elegido es idóneo para emplazar una ficción. Sus espejismos de luz, el polvo, una tierra dura y mágica en la que se puede enloquecer y confundir lo real con lo irreal. Un sol cruel que le da a todo valor de supervivencia al límite, como tan bien lo retrató San Pekinpah en Quiero la cabeza de de Alfredo García (1974). Y este marco, será el que embriagará a un viajante de comercio que vive su rutina en el sur de Estados Unidos, Miki Demon, cuando un día cruza la frontera física, y psicológica, y topa, en Tijuana, con una camarera llamada Carmela. La chica desarmará su vida enredándole en una historia de pasión, sudor y sangre que le abre una puerta a una existencia para él desconocida en la que, yo veo claro, no se ve envuelto sino que se brinda voluntario.
La historia se arma con elementos clásicos del género negro. Está la policía corrupta, violenta y sanguinaria, los fríos sicarios y los asesinos psicópatas.
Paco Ignacio Tabío –hijo- decía, en la última semana negra de Gijón, “se van a romper lanzas sobre las novelas light, que están haciendo estragos y es literatura chatarra”. Este no es el caso de José Luis Muñoz, él apuesta fuerte y sitúa su historia en el marco mexicano, donde ha floreciendo una literatura de denuncia, donde corrupción, violencia y política se confunden. Es curiosa la notoriedad que buscamos y lo poco que nos gusta pasar desapercibidos, porque tanto en esta literatura como en los narcocorridos sus protagonistas reales son los que más se complacen de ver sus desmadres, muertes y violencia por escrito o cantadas.
Podría citar varios nombres de buenos escritores embarcados en esta denuncia, pero esta reseña es para La frontera sur de José Luis Muñoz y los ejemplos sólo son para contextualizar y significar su apuesta y vigencia, pero quiero citar Charras de Hernán Lara Zavala. José Luis Muñoz aporta a este movimiento su experiencia y su buen hacer.
La frontera sur es una novela sólida y ojala le ocurra como a María Dolores Pradera a la que se reprochaba ir a México a cantar rancheras, pero como ella lo hacía tan bien y de un modo tan personal, como le ocurre a José Luis Muñoz, llenaba plazas estadios y coliseos.