Entre la cantera y el jardín
Entre la cantera y el jardín. Jorge Riechmann. La oveja roja(2010). 160pp. 13 euros.
Por Carlos Javier González Serrano.
Jorge Riechmann (Madrid, 1962) –poeta, traductor, ensayista y profesor de filosofía moral en la Universidad Autónoma de Madrid- nos ofrece esta obra en la que quiere abrirnos, a partir de 17 ensayos distintos en calidad y contenido, a lo que denomina la “conciencia ecológica” –actualmente en horas bajas. Si bien llevamos más de cuarenta años de lucha científica contra los desórdenes y excesos de nuestra sociedad –explica Riechmann- nada ha impedido, sin embargo, que el ecocidio siga su curso.
El cometido del profesor es preguntarse: ¿por qué esta inacción? ¿A qué se debe? Leemos en una de sus páginas que «lo que de verdad debería ocuparnos no son las fantasías del Armaggedón final sino la omnipresencia del apocalipsis cotidiano […]. El momento de la verdad es ahora».
Aunque lo pensara –y me permiten, lo pensara en alto- no declararé abiertamente que este tipo de libros pueden leerse “según el gusto e inquietudes de cada cual”; es decir, intentaré respetar las intenciones de su autor. Riechmann invoca a una pereza cognitiva al respecto del apocalipsis –humano, muy humano- que nos impide contemplar en todas sus dimensiones el desastre en el que nos hallamos –voluntaria pero a la vez inocentemente- embarcados. Todo ello promocionado por un sistema productivo despiadado –desgajado del capitalismo-. El profesor escribe: «hoy se vuelve necesaria una reinterpretación del concepto de producción (que sería al mismo tiempo reinterpretación de la noción de progreso, pues durante mucho tiempo éste fue abusivamente asimilado al crecimiento material): la producción, primordialmente, no lo sería de bienes y servicios, sino producción de humanidad». A mi juicio, un propósito excelente… si no fuera porque el mundo no se arregla desde el despacho de una facultad –sea ésta la que sea. Es algo que aprendemos más o menos violentamente los estudiantes de Filosofía.
Riechmann no cesa de reprender a lo largo de toda la obra no sólo a sus lectores, sino a la sociedad en su conjunto: no hemos aprendido nada con el paso de aquellos cuarenta años. Somos esclavos del capitalismo; somos esclavos de nosotros mismos –en tanto que hemos sido engullidos por un sistema productivo feroz que, en su propio movimiento, nos ha envuelto hasta hacer de nosotros una pieza más del sistema. «El capitalismo está destruyendo el mundo: la trama de los lazos sociales, el ordenado sistema de la biosfera […] Y no hay santuarios, ni refugios. O cambiamos nuestra entera forma de vida –nuestra forma de trabajar, producir, consumir, entretenernos…-, o todo está perdido».
En definitiva, un libro que causará –dependiendo del lector, y sigo pensando en alto- tanto desazón como indiferencia, pero en ningún caso pavor o desesperación. El panorama planteado se antoja demasiado genérico, y a la vez, demasiado personal como para que de su lectura se sonsaque un cambio de conciencia común. Nada, en resumen, que no haya sido ya dicho… durante cuarenta años: «la fuerza centrípeta de la circulación mercantil está arrastrando a la vida hacia un vórtice de destrucción, de aniquilación, de nada. El nihilismo contemporáneo es –entre otras cosas- conformismo culpable con la violencia de ese movimiento».