La Eneida de Virgilio
“Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris
Italiam, fato profugus, Laviniaque uenit
litora….”
Con esta vehemencia espectacular se inicia uno de los poemas más bellos de la antigüedad clásica, La Eneida, de Publio Virgilio Marón. La traducción al castellano de estos versos –y alguno más- es la siguiente:
“Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya
llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas
lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia
de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno,
tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad…”
¿Por qué volver a La Eneida? ¿Tal vez por qué es un relato de viajes? ¿De amor? ¿De guerra? ¿Tal vez por qué habla del ser humano? Por eso y por algunos ingredientes más, La Eneida, del poeta romano Virgilio, sigue plenamente vigente.
Tras la guerra de Troya, perdido todo, Eneas y un puñado más de troyanos son los únicos supervivientes y deciden buscar una nueva tierra que los acoja. Parten sin rumbo fijo y sufren mil contratiempos en un periplo que parece no tener fin. Eneas cuida de su anciano padre, Anquises, y de su hijo, Ascanio Iulo. Es la imagen más bella de la piedad filial. Su mujer ha quedado atrás en extrañas circunstancias.
Esta primera parte recuerda mucho a otro gran clásico de viajes, La Odisea, de Homero. Eneas llega a Cartago donde la reina Dido se enamora de él y, al no ser correspondida, se suicida. Después siguen hasta Sicilia, en donde la Sibila le hace descender a los infiernos donde Anquises, ya muerto, le vaticina el futuro glorioso de Roma. Parte hacia Italia y le recibe el rey Latino. En ese momento se inicia la segunda parte, más parecida a La Ilíada, también de Homero. Eneas ha de luchar con un rival fuerte, Turno y, tras vencerlo, se casa con la princesa Lavinia y reina sobre la región en donde surgirá Roma, la poderosa Roma. Eneas, pues, según la leyenda, inaugura la dinastía que llega hasta el Emperador Augusto que es quien le encarga a Virgilio que escriba la obra. El poeta latino pasa los últimos años de su vida trabajando en La Eneida aunque pide que se destruya el texto, quizá por estar inconcluso, voluntad que, por fortuna, no se le respetó.
La Eneida está publicada en distintas editoriales y es materia de estudio para quienes se dedican a las lenguas clásicas. No obstante, quizá para el lector que quiere introducirse en esta obra, podríamos recomendar una adaptación que, aunque pensada para los niños, puede servir para jóvenes y adultos. Hablamos de la versión de Rosa Navarro Durán, La Eneida contada a los niños, (Edebé). El texto recoge, en prosa, los versos de Virgilio y nos habla del dolor de Dido, de la fuerza del combate con el rey Turno; de los dioses conspirando a favor o en contra del héroe.
Otro de los personajes de la obra, el joven Iulo, es protagonista de una novela juvenil excelente: El hijo del héroe, de Loren Fernández (SM). El texto recoge acaso los elementos cotidianos que Virgilio obvió y dota de mayor humanidad si cabe a Eneas y a su pueblo. Iulo, en El hijo del héroe, es un joven de 15 años especial porque es el hijo de Eneas, el futuro fundador de Alba Longa. Se trata de un viaje iniciático. La peripecia que vive este muchacho es ardua y las experiencias son tan importantes que, en algún momento del relato, Iulo se siente tan solo, angustiado e ignorado, que, tal vez, habría deseado morir cuando tuvo la ocasión, aunque, y ése es su gran aprendizaje, “No sé si deseaba morir. Deseaba escapar, esfumarme de un mundo y de un Iulo que no me gustaban. El mundo no ha cambiado, pero ahora todo es distinto en él, porque lo miro con otros ojos y me acepto como soy. De todas formas, he estado muy ocupado estos días como para pensar en eso.” (pág. 177). Por fin, para orgullo de su padre, acepta su destino: “¿Sabes lo primero que comprendí cuando volví a la vida? Que mi gente me quiere aunque me equivoque, y que formo parte de ellos. ¿Y cuándo tú no estabas? Que me necesitan, porque sienten que seré su rey, aunque por ahora no sea ningún héroe. Así que no sé si alguna vez tocaremos las estrellas, pero yo iré con mi pueblo adonde mi pueblo vaya” (pág. 181).
La Eneida, ni qué decir tiene, influyó en grandes obras de la literatura posterior; aunque hoy no la recordamos aquí por se el antecedente de El Paraíso perdido, de Milton, por ejemplo, sino porque las aventuras del héroe troyano, tan llenas de valor, de brío, de humanidad, siguen siendo importantes porque nos ayudan a madurar, a crecer, a entendernos mejor a nosotros mismos.
Hola, Anabel. Mira aquesta vegada els he enviat l’adreça als meus alumnes, a veure si s’animen. Gràcies per les ressenyes tan entusiastes!