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Tinta Joven

Por David Casas Peralta.

Se abre el telón y aparezco con mi amigo O. en una Cafetería Jamaica de la calle Consell de Cent de Barcelona. Estamos a principios de verano de 1998. O., después de monologar durante media hora sobre Eugenio Trías, me dice que una conocida suya, una chica de veinte años llamada Jo Alexander, va a inaugurar una nueva colección de Mondadori llamada Reservoir Books. Añade O., antes de regresar al Tratado de la pasión, que la novela de Alexander es muy mala y que no merecería ser publicada, pero que, como la chica es modernilla y habla de cosas que interesan a la gente modernilla de Barcelona –o sea, sexo, drogas y salas de música techno como el mítico Nitsa Club-, pues eso, le van a hacer un lanzamiento de estrella. Se baja el telón y se vuelve a abrir. Estoy en Madrid, octubre de 2009. Después de más de una década sin saber de O. ni de Jo Alexander, vuelvo a acordarme de ellos gracias a un libro de cubierta negra y pequeño formato que me llama la atención desde un anaquel de una librería de viejo de Cuatro Caminos: Extrañas criaturas. Lo abro y veo el precio marcado en la primera página: un euro. Pero perdida la curiosidad desde hace tanto tiempo, lejana para mí toda aquella Barcelona que se retrataba en la novela, vuelvo a dejarlo en la estantería y pronto me olvido de él, de O. y de Jo Alexander. ¿Título de la película?

Se abre el telón de nuevo y aparece en él el hijo de diecisiete años del taxista de mi pueblo, Toni Pascual, recibiendo el premio más prestigioso de la literatura catalana, el Sant Jordi de novela de 1981. Se baja el telón y se vuelve a abrir. Ahora aparece Pascual, veinte años después de aquel premio, en una de las entrevistas más estremecedoras que he leído en mi vida. En ella recuerda el linchamiento público al que se vio sometido por parte del establishment literario catalán, que no encajó bien que el jurado, reacio a declarar desierto el premio, se lo concediera a un joven estudiante de instituto. Antes de terminar la entrevista, Pascual reconocía que tenía el cajón de su escritorio lleno de manuscritos, pero que sentía un miedo atroz de volver a publicar. ¿Título de la película?

Os preguntaréis por qué os cuento estas dos historias. Aunque lo haya hecho como si se tratara de dos chistes baratos, pienso que son más serias de lo que parecen. Son dos buenas muestras de lo que les puede suceder a los jóvenes que se atreven, a una edad demasiado prematura, y sin vínculos de parentesco con el mundo literario, a llamar las puertas de la gran maquinaria editorial. Me ha dado por contar estas dos historias porque las he vivido con relativa proximidad, pero no sólo. Pienso que también desmienten a la perfección los axiomas de que publicar en un gran sello literario es ya un éxito en sí mismo, o de que un premio importante siempre es un trampolín para el reconocimiento literario. En muchas ocasiones ambos logros pueden convertirse, para muchos autores que empiezan, especialmente cuando sus obras aún están faltas de cierta maceración vital y literaria y no cuentan tampoco con el escudo protector de un apellido con pedigrí, en un estigma del que difícilmente se librarán a lo largo de toda su carrera.

Bien. Para todos los que hayáis leído hasta aquí, una sorpresa. No, de Toni Pascual no he vuelto a saber nada más. Pero de Jo Alexander, o Joana Sánchez (Barcelona, 1977) sí he vuelto a tener noticias, precisamente cuando la busqué en Google para preparar este artículo. Ha tardado trece años en volver a atreverse a dar señales de vida literaria, pero finalmente lo ha hecho. Se ha repuesto del fracaso fugaz de Extrañas criaturas, y, esta vez en catalán, ha vuelto de la mano de Jaume Vallcorba, el editor de Acantilado, con L´Hivernacle (Quaderns Crema), una novela de corte intimista ambientada en la Francia de la ocupación nazi. En una entrevista reciente contaba: “No tengo amigos escritores, o amantes de la literatura, y eso me ha perjudicado. Me sentía un poco desamparada, quizás por eso en vez de tres o cuatro años he tardado trece en volver”.

No sé si la traducirán al castellano. Tampoco sé si alguien se animará a traducir Dormir amb Winona Ryder (Premi Creixells y Ciutat de Barcelona 2007) del escritor, guionista y dibujante Edgar Cantero (Barcelona, 1981). La que sí aparecerá con toda seguridad es Egosurfing, de la escritora mallorquina Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977), última ganadora del premio Josep Pla de novela.

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