El aprendizaje de la sabiduría.
El aprendizaje de la sabiduría. José Antonio Marina. Ariel, 2009. 404 pp., 17.95 €.
Por Carlos Javier González Serrano.
La editorial Ariel nos presenta en un solo libro dos obras de José Antonio Marina: Aprender a vivir y Aprender a convivir. De la mano de múltiples investigaciones que sobre psicología evolutiva y del desarrollo se han llevado a cabo, el autor nos propone –mediante un lenguaje accesible a todo el público adulto- intentar responder a dos preguntas fundamentales: ¿puede enseñarse a vivir?, y más allá, ¿cómo y quién puede enseñarnos a convivir?
La sociedad actual se enfrenta a un problema de inconmensurabilidad. La nueva era de la comunicación ha dado como fruto una desorientación en el modo de encontrar y asimilar la información; en este sentido, “necesitamos saber cómo orientarnos” en ella. José Antonio Marina explica en el “Prólogo” –a través de una cita de D. Guichard- que “nuestro trabajo […] consiste en permitir a los padres comprender lo que sucede, dar significado al comportamiento de su hijo para ayudarles a encontrar sus propias soluciones, a aprovechar sus propios recursos”.
Podemos situar el núcleo básico de lo que el autor desea transmitir en dos bloques:
a) Distinción entre inteligencia estructural y uso de la inteligencia. La primera será la “capacidad básica”, ampliada por los distintos conocimientos y nuestra cultura. El uso de la inteligencia se refiere a cuando ésta se pone “en acción, es decir, lo que un sujeto hace con sus capacidades, las metas que elige, los valores que dirigen su acción”. Con cierto eco sartreano: “la inteligencia vale lo que vale el proyecto que la guía”.
b) El pensamiento sistémico, que, leemos, “es el apropiado para comprender los sistemas de relaciones que interactúan entre sí”. No podemos explicar la historia de un individuo como un agregado, a su vez, de las historias de aquellos miembros, instituciones, etc. que le rodean. Marina pone el ejemplo del nacimiento de un niño: cuando éste viene al mundo, no se puede decir que sea el resultado de la suma de sus padres, sino que “lo que surge es una realidad absolutamente distinta, un nuevo sistema, que rediseña todo: forma de vida, expectativas, sentimientos, posibilidades”…
Para el autor no valen medias tintas; la sociedad civil en su conjunto ha de movilizarse de cara a educar a la infancia en un proyecto de felicidad y dignidad; Marina emplea un viejo proverbio africano para explicarlo: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”, de cara a implantar lo que denomina una “civilización del cuidado” o “maternalización de la sociedad”. Así, el escritor otorga una importancia primaria a la sociedad como conjunto de individuos interconectados por una red cultural, y desde ahora, imperativa: “la felicidad íntima es un proyecto que sólo puede alcanzarse integrándolo en un proyecto mancomunado”.
Acción, individuo, personalidad, sociedad, dignidad, felicidad, recursos morales, autonomía… Se podrá estar –desde la perspectiva del especialista- más o menos de acuerdo con el empleo de ciertos términos, pero la preocupación y atención con la que trata Marina sobre el tema de la educación parece condición suficiente para tener muy en cuenta lo que escribe en El aprendizaje de la sabiduría, pues, como Kant ya explicaba en sus Lecciones de Pedagogía, “se encuentran muchos gérmenes en la humanidad; y a nosotros toca desarrollarlos, desplegar nuestras disposiciones naturales y hacer que el hombre alcance su destino […] El hombre ha de intentar alcanzarlo; pero no puede hacerlo, si no tiene un concepto de él”.
En definitiva, un libro muy interesante tanto para padres como para educadores –e incluso para eruditos, pues la obra cuenta con un aparato de notas, citas y aclaraciones muy amplio- que deseen acercarse a los últimos hitos en psicología evolutiva y del desarrollo -refrescando, de paso, algunas nociones de filosofía que Marina incorpora sui generis a su pensamiento pedagógico. ¿Se puede aprender la sabiduría?…