Pensamiento

Rituales Sintéticos

Por Antonio J. Alías.

Habría que escuchar de nuevo aullar a Allen Ginsberg eso de “with dreams, with drugs, with waking nightmares, alcohol and cock and endless balls”, para saber que su poesía era un ritual de iniciación hacia ninguna parte concreta o, por lo menos, un conjuro incómodo contra el capitalismo, la industria cultural y el Estaus Quo, entendido éste como órgano represor del sujeto. Y eso fue Estados Unidos y sus poetas a mediados de la década de los sesenta: una meseta poblada por manadas de coyotes buscando territorializar un lugar propio fuera del progreso arrollador, ya sea aullando, escarbando o mostrando diente. Se trataba de poner límites al límite con el fin de deslindar y de eso los animales saben bastante. Sin ir más lejos, el landart comenzó como un arte radical que rompía el marco (literalmente: el lienzo, el cuadro, el museo) para expandirse el proceso creativo hacia una dimensión participativa con la naturaleza. Y esto no es otra cosa que arte animal: una especie de supervivencia (arte y vida confundidos, mezclados) si se quiere, que va más allá de la muerte, porque la muerte, como tope metafísico, es ya una idea extinguida en una conciencia humana de vuelta de todo. Sin Dios ni Muerte ni Lógica racional el arte encuentra, en la comunión pagana, esa espiritualidad perdida, ese alargamiento de la experiencia vital. Pero maticemos. Coyote, y no lobo, porque rima con peyote. Meseta, que no estepa, porque hace mapa con Deleuze. Así es como coincidieron el poeta americano y el filósofo europeo antes de su encuentro intelectualoide en algún número de la revista Telos, antes del comienzo del fin del sujeto desde la deconstrucción yanki-universitary-nerd, incluso previamente a la luna de miel hippy de Deleuze y Guattari en California: retorciendo la lógica de la cultura de consumo en consumados rituales de sacrificio del sujeto.

«I saw the best minds of my generation destroyed». Bien. Lo que interesa de todo esto es que la poesía performativa de Ginsberg y el pensamiento deleuziano convergieron en la línea de fuga como concepto crítico válido para el arte (convirtiendo así en positivo el negativismo estético de Adorno). Ya fuese la escritura poética bajo los efectos lisérgicos, las puestas en escenas comunitarias –y comunistas- de sus recitales o la grabación de versos de vida en muerte en casettes, el vitalismo contracultural funcionaba como una máquina ritual o momento de conexión entre realidades internas y externas, aunque lejos de un tiempo localizado. Precisamente es la muerte una de esas realidades, como dijo Blanchot, que está conmigo a la vez que se funda impersonalmente lejos mí. Por eso, en vez de promulgar la evasión frente a lo chungo de la vida, la póiesis del americano planteaba un acontecimiento comunicativo –por tanto, bidimensional- en el sacrificio del Cuerpo Capital; no sin ciertos tintes de misticismo oriental, chamánico y maoísta. De esta re-vuelta debió salir el manifiesto más neopagano de Deleuze: “si el escritor es un brujo es porque escribir es un devenir. Escribir está atravesado por extraños devenires […] devenires-ratón, devenires-insecto, devenires-lobo, etc.” Si esto es cierto, el acto de la escritura se ha de entender, entonces, como ése lugar de (inter)mediación, espacio transitado por intensidades y flujos creativos destinados no a la representación del hombre, sino a su deshumanización más racional, a su pagana involución, a su mágico estar fuera de sí.

«Exhumando al Dios Grecopagano Modernakis». Estos actos rituales, lejos de desaparecer con el devenir de las nuevas tecnologías, han derivado en una revisión de la poética pagana contracultural en clave techno. Lo que cambia, no obstante, es el escenario y esa geografía transitable, puesto que la mediación analógica es sustituida por una comunión digital vía pantalla líquida. Paradójicamente, en una sociedad cada vez más tecnificada en redes 2.0, los dispositivos digitales son los instrumentos mágicos que han de devolvernos a una espiritualidad sagrada. Deus ex machina. Si leemos la última novela de Vicente Luis Mora, Alba Cromm, su personaje principal manifiesta en un momento dado esa “nostalgia de la divinidad, como cualquier ser humano” en plena vorágine cibernética por la expansión, pero también por el control de los sujetos enredados. Porque ése es ahora el lugar de conexión en cuanto creación literaria. Y esto es tecnopaganismo: una ecología cibernética en la que nos veremos reducidos (pero también amplificados) a una naturaleza de textura digital. “Nuestra inmensidad. Tenemos que verla reducida │a texto”, comienza así el SciFipoema Ghost in Machina de Estíbaliz Espinosa. De alguna manera, el software y las nuevas plataformas tienen la función de sintetizar y manipular los valores tradicionales de la literatura en pos de esa nueva naturaleza. Es el caso de Exhumación de Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez, un mini relato que sintetiza de forma inteligente los modos creativos (desautorizándose mutuamente: a cuatro manos, dos teclados y un archivo PDF compartido) con una temática más tecnopagana (amor-rave-zombie) que ciberpunk. Todo esto demuestra que, desde los procesos de producción hasta los modos de recepción (y distribución), la literatura pasa hoy día por las nuevas tecnologías, mientras que éstas inciden directamente sobre los formatos ordinarios en los que hasta ahora se sustentaba la letra. Es por eso que cada libro impreso cuenta ya con una “memoria externa” en blog, que lo hace funcionar hacia lo ilimitado, excediendo, por una parte, su limitación material y disparándose mágicamente, por otra, hacia su continuidad virtual. Línea de fuga y brecha digital confundiéndose, el brujo dixit escribiendo en este ritual.

2 thoughts on “Rituales Sintéticos

  • Yeah, bien dicho: «Y esto es tecnopaganismo: una ecología cibernética en la que nos veremos reducidos (pero también amplificados) a una naturaleza de textura digital.»

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  • Muchas gracias, Bob, por tu comentario. El tema tiene chicha y no he podido dar detalles más concretos, pero intentaré trabajar más en esa línea (de fuga) abierta. Saludos

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