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No te signifiques (1)

Por Jorge Díaz.

– Hijo, tú, sobre todo, no te signifiques.

Era lo que decían las madres, quizá fueran las abuelas, en mi juventud. No podías decir de qué equipo de fútbol eras, ni tus ideas políticas, ni tus creencias religiosas… A mí no me cuesta porque no tengo. Está bien, equipo de fútbol, sí tengo: soy del Madrid y me caen bien el Atleti, el Getafe y el Rayo.

– ¿Y el Barça?

– Son el rival; nos hacen falta, no tendríamos razón de ser sin ellos, ni ellos sin nosotros.

No llevo ni diez líneas de la columna y ya he hecho una confesión. Y mira que me lo dijeron: no te signifiques. Por eso nunca he querido escribir una columna.

– ¿Has rechazado muchas?

– No, es la primera vez que me dejan escribir de lo que quiera.

– ¿No temes dejar de vender en Barcelona?

– No, los catalanes son gente inteligente; además, nos ganan tan a menudo que estas pequeñas provocaciones deben parecerles pataleos pueriles…

Las ideas políticas y las religiosas las dejo para otro día, aunque estoy casi seguro de que no tengo. Quizá no tenerlas sea significarse también, no sé…

De todas formas, me han pedido que escriba sobre temas literarios, y no pienso decir que no aguanto a Saramago, ni que no sé cómo escribe a partir de la página veinte porque nunca he llegado tan lejos.

– Ya lo has dicho.

– Era un ejemplo; a lo mejor, no es lo que pienso de verdad y soy su superfan.

Tengo que contar cosas que voy viendo, leyendo… Por ejemplo, ayer tomé una cerveza, yo no que estoy a dieta, la tomaron los demás, con otros escritores con los que coincidí en una presentación. La mayor parte de ellos eran sudamericanos: gente muy preparada, con muchas lecturas, con el arrojo de venirse a España para intentar salir adelante como escritores. Me caen bien y les deseo lo mejor a todos; de vez en cuando, yo también me creo escritor sudamericano, aunque sea de la Prospe. No escribo sus nombres porque no sé qué opinan ellos de significarse; mejor los dejo en un grupo anónimo.

En un momento de la conversación, se empezó a hablar de la Generación Nocilla. Yo tengo mi opinión, claro, los he leído, pero decirla sería significarme, así que me la callo. Mis anónimos contertulios tenían opiniones bastante unánimes.

– Esta gente descubrió esa vaina de cagar agachaos…

Me encantan sus expresiones, no lo puedo evitar, las tengo que repetir… Mi abuela decía casi lo mismo, pero menos escatológico.

– Anda que te creerás que has descubierto América…

Querían decir que han inventado algo que ya es viejo y han empezado, para pasmo de todo el que les escucha, a decir que son los primeros en hacerlo. Según ellos, todo lo que han hecho los nocilleros (¿se puede usar esta palabra?) lo había hecho Cortázar antes.

– ¿Tú qué crees?

– Yo no lo sé. Yo cuento lo que oí; vendo el pescado al mismo precio que lo compré…

Entre risas, se puso en marcha una nueva generación literaria, de la que sólo participarían los presentes. No había mucha unión de criterios estéticos, aparte de las cañas, que yo no tomé por la dieta. Tras arduas deliberaciones, se llegó a un nombre: ansiosos presenciales.

Tiene justificación y algún día la explicaré. A mí me parece un buen nombre para una generación, aunque quizá generación del noventa y ocho o generación del veintisiete fueran mejores. Incluso generación Nocilla es mucho mejor.

Ni que decir tiene, que yo era el más viejo, algo que últimamente me pasa a menudo: los predecesores del baby boom subimos la media donde quiera que vamos. No es nuestra culpa, es de los babyboomers: están por todas partes y se cuentan por millones. Así que yo era una especie de abuelo de los ansiosos presenciales.

– ¿Estás diciendo con esto que lo de las generaciones te parece una broma alrededor de unas cervezas?

– Dios me libre de decir tal cosa. Estoy diciendo que soy el abuelo de mi generación; algo así como el abuelo de Heidi o como Chanquete cuando erais niños.

En eso quedó la noche y pensé que estaría bien contarlo. Pero vamos, lo tengo claro: acepto escribir la columna con una periodicidad más o menos regular; hablando de literatura o de algo que se le parezca, pero sin significarme nunca.

2 thoughts on “No te signifiques (1)

  • No te sientas mayor. Piensa que eres algo así como su guía. Un faro que les conducirá a buen puerto. Algo que les ahorra tiempo y disgustos, aunque ya dicen que en cabeza ajena…
    Tal vez así descubran la formula mágica: currar en lo que te gusta (y poco), ganar mucha pasta, lo que en algún caso permite comparar la libertad y “diletar”, palabra que me acabo de inventar y que explica el acto de compartir las horas con los amigos alrededor de una mesa bien provista.
    Toda generación a tenido su gurú…

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