Fernando Marías: Los Fabulosos Hombres Película
Por Luis Muñoz Díez.
“Como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas” canta la potente voz de Eva Amaral. Aute, por su parte, “cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños cine son…Pido perdón por confundir el cine con la realidad. No es fácil olvidar Cahiers du Cinèma, Le Mac-Mahon”. Pide perdón por confundir el cine con la realidad cuando el cine, en su corta vida, forma parte de nosotros influyendo en modas, modos, formas, fondos e imaginarios eróticos. Pero el cine también habla de sí mismo, véase El crepúsculo de los dioses o La noche americana y, como no podía ser menos, está en los libros, que igual que nos pueden llevar a lugares exóticos tienen la capacidad de hacer que amemos al cine. Será una verdadera historia de amor, con todos sus pasos, que desembocará en una relación para toda la vida. Un buen ejemplo es la obra de Fernando Marías Los Fabulosos Hombres Película – Booket, 1998-.
Su protagonista se llama Fernando, tiene quince años y está decidido a perder la virginidad con una vecina a la que sólo ha visto a través del cristal esmerilado que separa sus terrazas. Animado al saber que en Lolita un viejales se levanta una jovencita, bien puede ocurrir a la inversa y que él se ligue a la madurita que, según le cuenta su vecina sordomuda alimentando su deseo, toma el sol desnuda en la terraza.
La historia es desmesurada, excesiva, deliciosa y tierna. Narrada, vivida y contada desde la mira de un adolescente tartamudo que se ha criado a la sombra del cine Vistarama, más tarde clausurado por un incendio del que le salvo un enigmático personaje que bautizo con el nombre de “Capa negra”, y entre las estanterías de un cineclub que cuando cierra, o eso es lo que él imagina, los espíritus de los personajes abandonan, para siempre, los estuches y sin la red del guión ocupan los lugares de la gente corriente. Su padre le inicia en la escritura de guiones aprendiendo, a través de ellos, a interpretar su propia vida. De la seducción de su vecina madura, Purita, su desvirgadora, llega a reescribir once versiones modificando el tono: western, comedia, musical…. Su imaginario cinematográfico le permite jugar, y así crear, lo cotidiano. De esta manera, en una silueta en la ventana del piso de arriba del quemado cine identifica a la falsa anciana de Psicosis de Hitchcock. Y es que Fernando vive su vida como si ésta fuera una película ajeno a que por medio de una de ellas, encontrada en la abandonada sala, descubrirá el oscuro pasado de su padre, que fue uno de Los fabulosos Hombres Película, que “Capa negra” era una mujer, y la dueña de la silueta de la ventana, y que su vida es un simple argumento de cine negro.
Fernando Marías, cierra el libro con una confesión, a modo de epílogo, que desarma y emociona, donde nos cuenta como a los catorce años, después de ver Grupo salvaje, quedó completamente enamorado del Cine. También nos brinda una reflexión valiente sobre cómo encarar la frustración, de lo aleatorio que es poder hacer cine para quien tiene vocación. Nos habla de sus padres, nada que ver con los del Fernando de la historia, y en sus palabras se ve el amor que siente por ellos y la gratitud por enseñarle a amar el cine y estimularle. Achaca a su madre, Teresa, una gran narradora de películas, su vocación por la escritura y la de su hermano Luis. Cuenta como su novela La luz prodigiosa -1991- fue un bálsamo y la respuesta a su necesidad de expresarse. En 1997 dirá “gracias a ella comprendí que hacer películas y escribir libros es la misma cosa, contar historias, y que el verdadero objetivo no es elegir un medio u otro, sino contar lo que quieres contar como lo quieres contar, pasando del lucero del alba.” Pero siempre el guión de nuestra propia vida sufre modificaciones y llegan las sorpresas, así en 2003 La Luz prodigiosa será una película y él será nominado al Goya por el mejor guión adaptado.
Escribir para vivir y desescribir para poder seguir viviendo.
«Escribir para vivir y desescribir para poder seguir viviendo»…
Tal vez el problema de esta sociedad contemporánea nuestra sea que, queriendo dejar de ser lo que somos, no sepamos hacia dónde queremos ir. Falta una meta, un fin definido…