Tao Te Ching y Los libros del Tao. Lao Tse. Trotta (2010). 544 pp. 35 euros.
Por Gonzalo Muñoz Barallobre.
Empezamos esta reseña dejando claro que el texto que tenemos entre manos es irreseñable, y lo es por un motivo muy sencillo: para poder llegar a entenderlo es necesario el trabajo de toda una vida. No exagero, estamos ante una de las obras más oscuras y enigmáticas del pensamiento. Un texto arcano que requiere mucho más que una detallada lectura para que muestre alguno de sus secretos: pide el salto radical a una forma de pensar distinta de la nuestra. Cada página requiere una desprogramación meticulosa de nuestra manera de mirar y comprender las cosas. Y es que el Tao Te ching -en esta edición acompañado de Los libros del Tao– es un océano inagotable que exige todo de nosotros para que nos pueda ser medianamente revelado.
Después de estas palabras de aviso, intentaremos dar unas coordenadas para situar el pensamiento taoísta y un pequeño esbozo de sus ideas capitales.
El siglo V a.C., por ser el momento de mayor esplendor de la filosofía china, supone el punto preciso por el que comenzar nuestra exposición. Por esas fechas encontramos una serie de Estados combatientes en los que afloraron numerosas escuelas filosóficas –tenemos noticias de que hubo un total de cien- de entre las que destacaron, principalmente, seis: la moísta, la del ying-yang, la nominalista, la de los letrados o confuciana, la legista y la taoísta. Sólo las tres últimas tendrán la fortuna de perdurar.
La escuela taoísta se divide en múltiples corrientes que convergen en un mismo punto: la idea de Tao. En todas ellas la especulación filosófica gira en torno a esa idea. De esta escuela podemos decir -es la hipótesis más aceptada entre los especialistas- que tiene su origen en lo que se ha venido a denominar como los letrados oscuros (yin shi). También podemos nombrar a las dos figuras más representativas del taoísmo primitivo, Lao Den y Yang Zhu, y las tres obras principales de esta escuela, La zi (Tao Te ching), Zhuang zi, Lie zi.
Hemos señalado que el punto de convergencia entre las diferentes corrientes taoístas era la idea de Tao -y es, por lo tanto, el momento de decir algo acerca de ella y repetir que todo lo que podemos indicar no está exento de múltiples controversias por ser una idea tremendamente oscura y difícil de definir, sino imposible porque toda definición implica, automáticamente, violentar y traicionar su naturaleza, por eso, para los propios taoístas el Tao es, en último término, incognoscible e inefable. Teniendo en cuenta estas pautas, podemos decir que hace referencia a un principio ordenador, a una realidad última y radical que da cuenta del permanente movimiento.
El Tao, siendo lo más fieles posibles a su naturaleza problemática e intentando hacer equilibrios entre las diferentes interpretaciones, es un Todo que no es Nada y una Nada que no es Todo.
Liberándonos de las discusiones sobre si el Tao debe o no identificarse con el Gran Uno, daremos el siguiente esquema del proceso evolutivo universal:
Tao –> Gran Uno –> Ying-Yang –> Cinco elementos –> Seres.
Hasta ahora hemos caminado por la ontología taoísta y es el momento de dar alguna indicación de su dimensión moral, es decir, hablar de la doctrina de wu wei (el camino de no-actuar). La cual nunca debe ser interpretada como una llamada a la parálisis, sino como una acción que está en armonía, que se acomoda, al fluir natural, al despliegue de la Naturaleza. Despliegue que tiene como propiedad específica el no regirse por fines.
Ya hemos señalado, al comienzo de la reseña, la dificultad de penetrar en los textos taoístas. Pero si éstos son difíciles de por sí aún se pueden complicar más si accedemos a ellos a través de malas traducciones. En esta línea, destacamos la brillante traducción de Iñaki Preciado Idoeta (1941), doctor en filosofía y tibetólogo, en la maravillosa edición bilingüe que nos ofrece la editorial Trotta.
Para terminar, decir que el Tao Te ching posee el poder mágico de los grandes textos: visitarlos es colmarnos de joyas perennes.
Muchas gracias por la reseña Gonzalo.
Lo cierto es que se me antoja complicado elaborar un documento que «trate sobre» el Tao, precisamente porque en el camino que se recorre del texto a su explicación se da un proceso de desgaste que, sin embargo, no se deja notar de forma tan clara en textos de filosofía occidental.
En mi opinión -en la línea de lo que sugieres- el Tao no nos presenta «pensamientos», sino indicaciones para acogernos a la idea -tan complicada de pensar- de un principio primordial anterior a cualquier manifestación.
Se habla de las similitudes entre el «Sein und Zeit» de Heidegger y el Tao… Pero –a mi juicio- nada más lejos de la realidad. Si sirve de símil, a la pregunta «¿por qué puede usted respirar?» un pensador occidental tendería a responder: «porque tenemos pulmones y hay aire, de lo cual, a su vez, buscaremos las causas»; mientras que un taoísta, me atrevo a decir, explicaría que respiramos porque tenemos agujeros, porque hay «huecos», del mismo modo que en una silla podemos sentarnos en tanto que está libre.
Mientras la filosofía occidental se ha encargado de intentar tapar tales huecos, el Tao trata de destaparlos como condición de posibilidad de dar con un orden nuevo, no ya de pensamientos, sino de vida.
Gracias a ti Carlos por tu comentario. Sin duda al final de éste hay una idea clave para entender el pensamiento oriental: destapar los huecos.
Un fuerte abrazo.
Carlos, a ver cuándo te animas a hacer alguna reseña.
Abrazos a los dos.