“Sobre el amor incondicional”, por el Buddha Siddharta Gautama
«Cómo debe obrar aquél que es capaz de lo saludable para ganar el estado de sosiego, es así:
Debe ser hábil, íntegro, sincero y sin orgullo,
afable, apacible y muy contento,
fácilmente satisfecho y no envuelto
en excesiva actividad; frugal en su modo de vida,
con los sentidos en calma, inteligente y no osado,
sin ser mezquino cuando esté con otros,
absteniéndose de seguir los caminos que los sabios censuran
y teniendo siempre presente este pensamiento:
“Que todos los seres vivan felices y libres de todo daño
y que sus corazones se regocijen en su interior.
Todo lo que existe con respiración de vida,
tanto si son seres frágiles como muy fuertes,
sin excepción, sean altos, bajos
o de mediana estatura; sean grandes, pequeños
o gruesos; visibles o invisibles;
si viven lejos o si viven cerca;
los que están aquí, los que persiguen la existencia:
que todos los seres se regocijen en su interior:
Que nadie sea la ruina de otro
ni desprecie a otro de ningún modo ni en ningún lugar; que no se deseen mutuamente ningún mal
por causa de la provocación o de la enemistad”.
Así como una madre ama y protege a su hijo,
su único hijo, con el riesgo de su vida,
así debe cultivar este amor ilimitado
por todos los seres que pueblan el universo entero, extendiéndolo con una conciencia sublime
hacia arriba y hacia abajo y a través del mundo,
con serenidad, libre de odio y enemistad,
y mientras está de pie, mientras camina, está sentado o acostado, libre aún de somnolencia,
debe estar absorto en esta atención.
Dicen que aquí hay una morada suprema.
Mas cuando uno vive libre de opinión alguna,
es virtuoso, dotado de visión interior perfecta
y libre de la avidez de deseos sensuales,
ciertamente no volverá jamás a ningún vientre».
Fuente: Centro Budista de Valencia