Alan Watts: Fusión de horizontes (3)
En la última parte de cualquier discurso con intención filósofica siempre pretendemos encontrar, acompañados por la tensión propia de la espera de un desenlace, una solución verbal clara y concisa. La influencia dañina del hombre sobre la naturaleza requiere -consideramos- una respuesta ahora; no somos capaces de dar tiempo al tiempo.
Watts nos invita a examinarnos. Parémonos tranquilamente y obsérvemos qué pasa: El sentimiento de rigidez aparentemente innato a nuestra manera de actuar nos sirve de base para formar el concepto de Yo. Es un concepto, no nosotros. Así, nos identificamos con algo que nos recorta del mundo.
Si detenemos la tirantez propia de nuestros análisis al uso, hallamos un mundo que sucede, más que algo que debe ser hecho. Ese suceder por sí mismo acontece sin intervención ajena alguna; sencillamente se da. El cerebro, el corazón, los pulmones, el sistema digestivo… -que decimos ‘poseer’- funcionan automáticamente, independientemente de un Yo, por sí mismos. Lo que nos define no es diferente de lo que define a un árbol, un ave o una nube. Todo acontece sin esfuerzo y sin tensión.
Antes de pensar en hacer algo por o para el mundo, deberíamos darnos cuenta de la naturaleza completamente ilusoria de lo que creemos ser (un Yo separado) y regresar de nuevo a lo que somos, que incluye el mundo exterior, ya que no es nada separado de nosotros. El mundo no será nunca más dejado afuera.
Aquí finaliza Watts su disertación, mas ésta es el posible comienzo de un nuevo camino para el hombre y la naturaleza.
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