PensamientoReseñas

Romanticismo

Romanticismo. Rüdiger Safranski. Tusquets (2009). 384pp. 24 euros.

Por Miguel Ángel Ruiz Jimeno.

En el Romanticismo podemos encontrar un cúmulo de obras de arte, que van desde lo pictórico, a lo poético, o a lo musical… en las que –como en cualquier corriente cultural- un factor común que sirve de cohesión les otorga un sentido que las diferencia de las de otros movimientos. Ese factor común –ese algo- es lo que hace que, mediante la contemplación de la obra, podamos sentir su hálito vital.

Esas obras vivas hacen de semejante acontecimiento también algo vivo, y eso es lo que nos encontramos en Romanticismo, una “biografía” de este movimiento que fue capaz de estremecer los cimientos culturales arraigados en una tradición que se perdía en la historia y para la que ya sonaban solemnes las campanas, mostrando al mismo tiempo la libertad creativa que le sirvió de espíritu, las diferentes etapas de su existencia y un jugoso anecdotario que hacen del libro una obra de amena y agradable lectura.

La vitalidad y el suntuoso impulso que embarga a toda la obra romántica sirvieron como punto de convergencia de diversas tendencias que cristalizaron en una cosmovisión, tan particular como difusa, cuyas ramificaciones llegan hasta nuestros días.

Así, podemos asistir a su concepción en un barco sin rumbo en el que Herder (1744-1803) se enroló con el único fin de hallar la infinitud, a su gestación en la Alemania de Schiller (1759-1805) y Goethe (1749-1832), y a su propia superación en la figura de Hegel (1770-1831), ese romántico –tan romántico– que, llevando tan lejos el impulso del espíritu que lo movía, dejó de serlo.

Pero para el autor, el Romanticismo no es algo perteneciente a la historia, sino que su presencia es algo que aún se deja sentir en la actualidad, y cuya influencia ha servido de inspiración tanto a un Mayo del 68 con ansias de libertad como a un Tercer Reich con ansias de –literalmente- comerse el mundo.

Y es que la vida del Romanticismo se hace apasionante si tenemos en cuenta que, con esa libertad que se le escapa por doquier, es capaz de crear cualquier cosa partiendo de la nada, creatio ex nihilo que empujó a los románticos a inventarse el mundo y la vida que sintieron y quisieron en aquel momento.

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