Sombras chinescas
Por Sergi Bellver
Si un solo adjetivo pudiera resumir el trabajo de Carlos Frühbeck, éste sería «honesto». En su primer libro de relatos, La ceguera de los ciervos, el escritor burgalés prescinde de ese yugo inclemente que es la demasiada atención a la ortodoxia o al gusto general del momento. Los nueve cuentos que componen este título están escritos sin prodigarse en los resortes habituales de la versión más vacua de nuestra narrativa contemporánea. No hay relatos con receta para ser moderno; ni sota-caballo-rey; no hay lugar para las interpretaciones concluyentes ―lo que demuestra respeto por el lector activo― ni para el deslumbramiento gratuito en el que no pocos de esos otros autores del momento pretenden apoyar su carrera literaria.
La ceguera de los ciervos es escritura honesta porque su autor no disimula sus deudas ni demuestra pudor al poner parte de sí mismo en sus ficciones. Como a través de una vidriera esmerilada, el lector puede vislumbrar la silueta y las zonas de penumbra de cada uno de los nueve narradores en los que Carlos Frühbeck descompone la misma luz ―desde qué lugar se escribe, he ahí el único sentido a la tan traída y llevada «unidad» en un libro de cuentos, que sólo es temática cuando es mediocre―. Poeta, ensayista, filólogo, viajero y profesional de la óptica, este autor destaca en la calidad de la ambientación espacial y emocional de sus relatos, donde se dan cita lo terrible ―masacres de civiles italianos al final de la Segunda Guerra Mundial―, lo insólito ―pastores de lobos y ciervos mágicos― y la búsqueda artística ―creadores que sueñan con vidrieras imposibles―. Como en ese arte escénico oriental, el público está al otro lado de la fuente de luz: los nueve cuentos de La ceguera de los ciervos proyectan tras la pantallla las sombras alegóricas y psicológicas de sus personajes, y en ese juego de claroscuros se dibujan las visiones, los viajes y los exilios ―interiores, sobre todo― de unos seres desubicados en territorios donde la soledad parece parte del paisaje.
La escritura de Carlos Frühbeck, por ser honesta, emite una luminiscencia particular, muy propia, con la que no oculta sus carencias y excesos: el poeta que en ciertos momentos debiera domesticar la lírica; algunas estrategias narrativas que, más que sugerir con la sutilidad, escatiman información necesaria y, finalmente, algunas repeticiones formales que hubieran agradecido un trabajo más arduo de revisión. En algunos pasajes las metáforas se agolpan y compiten entre ellas, sin dejar que el eco de las más potentes resuene libre y limpio. Porque también las hay muy bellas y atinadas, tan espléndidas que pedían a gritos quedarse a solas con el lector.
Pero gracias a esa misma luz y transparencia, Frühbeck se muestra atemporal: a ratos evoca los modos literarios de otras épocas y a ratos promete también otras maneras de hacer literatura. Todo narrador que se estrena ―La ceguera de los ciervos no es su primer libro publicado pero sí su punto de partida como cuentista― se debate, de manera consciente o por inercia, entre la herencia y la búsqueda, y si los clásicos han avanzado la literatura que Frühbeck está ensayando para construir la suya, el tiempo vendrá a confirmar que en este autor hay pocas ganas de plegarse a las modas y a los dogmas y sí una intención cierta de decir verdad y de cuestionarse en cada una de sus ficciones. Y eso, si me permiten, define más al escritor de raza que a quien está demasiado pendiente de hacer carrera y, por el camino, se olvida de la literatura.
La ceguera de los ciervos
Carlos Frühbeck
Ediciones del Viento, 2009
112 páginas
PVP 14 €
Sergi Bellver (Barcelona, 1971) es escritor de narrativa, editor de un sello independiente, crítico literario y profesor de la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès y de la Escuela de Escritores de Madrid.