Con Mehdi Idir (1 de 2)
Por Lorenzo Molina Arias.
El público está de moda en las Artes Escénicas. El interés por los espectadores se está convirtiendo en el objetivo de muchos encuentros profesionales, festivales y congresos. Al puro hecho comercial se le suman ahora otras motivaciones. Estamos viviendo un apogeo que pasa desde la formación del espectador hasta su participación directa en el espectáculo e incluso en el propio proceso de creación. Hablamos de esto con Mehdi Idir, musicólogo y gestor cultural, experto en cursos y procesos de formación de espectadores, y responsable en la actualidad de algunos de los programas de residencia de artistas en el Parque de La Villette de París.
– ¿Público o públicos?
Podría decirse incluso que el público no existe. Existen personas, y quizás la suma de muchas personas en un determinado momento sea el público. Pero no es más que un convencionalismo. Ahora, si lo miras desde el punto de vista del marketing o de la comunicación pues se puede hablar de públicos. Y puede ser necesario tratarlo por separado.
– ¿Marketing o formación?
En la cultura no se puede trabajar como en otro tipo de empresa pensando solo en vender. La empresa privada sí. Pero las instituciones públicas no. Hay que ayudar y facilitar, y además tener en cuenta las diferentes edades. A los niños y a los jóvenes se les debe ofrecer la posibilidad de descubrir el arte y eso tiene que hacerse al principio en la educación. Y luego seguir en otros proyectos formativos.
– ¿Sigues dirigiendo cursos para espectadores en La Villette?
Ahora no, porque ya hace tiempo que me encomendaron otras responsabilidades.
– ¿Cuál es tu cometido actualmente en La Villette?
Desde hace 4 años tengo el encargo de la “Residencia de artistas”, por lo tanto mi trabajo ya no es directamente con el espectador. Sin embargo, hemos tenido artistas que han realizado proyectos con nosotros que han necesitado la participación del público.
– ¿Qué tipo de participación?
A veces se trata simplemente de que el artista necesita saber dónde está el proyecto, al finalizar la residencia, y para eso precisa que lo vea el público. Pero también hemos tenido procesos donde la participación del público ha sido mucho mayor. A algunos artistas les encanta compartir la responsabilidad del proceso con gente que no sean profesionales la cultura sino gente ajena a todo eso. Por ejemplo, en 2005 tuvimos a la coreógrafa Olga Mesa, que estaba trabajando en una obra dentro de un ciclo que se llamaba “Más público, más privado”. La obra era la tercera del ciclo, y se llamaba On cherche une dance (Buscamos una danza). Y su petición fue muy clara, quería trabajar con 20 personas que no fueran profesionales de la danza pero que tuvieran alguna relación con la danza. Gente que quizás el sábado por la noche va a bailar a discotecas o que de pequeños hicieron algún curso de danza. Esta gente, más que espectadores fueron testigos del proceso.
– ¿Cuál fue exactamente la función de esas personas?
Se estableció una agenda con estas personas. Olga Mesa estuvo dos meses en La Villette y la idea era tener dos encuentros con ellos por semana y una sesión más larga en el fin de semana. Primero hacían unos ejercicios todos juntos, acompañando a la artista en su calentamiento muscular. (Esto se hacía con sonido y se grababa, y luego era proyectado durante la representación, por lo que pasaba a formar parte de la propia obra, y ellos se sentían incluidos y por lo tanto parte de la obra). Luego se sentaban y Olga les mostraba el trabajo que había hecho a solas entre cada sesión. Después de esto se hablaba entre todos sobre la evolución de la pieza, hacia dónde iba, qué se había dejado… Todo esto daba sentido a la propia creación y al título de la obra, “Buscamos una danza”.