De la letra menuda, de Fermín Herrero
Por Bernardo Santos.
La editorial Cálamo acaba de publicar el noveno libro de poesía de Fermín Herrero, De la letra menuda, un hermosos ejercicio de conciencia, nostalgia y melancolía y a la vez de denuncia sobre el abandono del medio rural.
En esta cuidada edición, el autor regresa a sus paisajes de la tierra alta soriana, a la infancia, a la naturaleza, a los elementos, a las pequeñas cosas, cuya contemplación nos hace más humanos.
En estas décimas libres, líricas, místicas, fetichistas si se quiere, Fermín utiliza los enseres, los detalles de árboles y plantas, aquello que normalmente conforma el decorado, esta vez como ente sustancial sobre el que mirar para comprender. Se trata, al fin, del paso del tiempo, de reconocer qué es lo sustancial y qué es lo accesorio, como en El sol del Membrillo, como en casi toda la poesía verdadera. Se trata de alcanzar un estado de conciencia a través de la experiencia poética sobre las cosas aparentemente insignificantes, sin valor mediático ni de mercado, al fin, un misticismo animista en el que las cosas inútiles y los paisajes duros y secos, tienen un alma propia y son sustantivos.
Y luego una sorpresa, el mar. No habitual en la poesía de Fermín Herrero, parece que ese elemento, incorporado a su sensibilidad con carácter bastante tardío, se ha hecho esencial. Un mar del norte, ¡ay!, que es como añadir melancolía sobre la melancolía.
Dividido en seis partes (lugar, nieve, lumbre, ceniza, mar, hora), el libro arroja una mirada limpia y directa a la infancia, sin justificaciones ni culpas. Sin reflexiones psicoanalíticas. Quizás una mirada en la que nos reconocemos una generación de emigrantes sorianos, como la de Mercedes Álvarez en El cielo gira o la de José Antonio González Sainz en sus novelas. Una mirada que pretende, quizás, la recuperación de hermosas palabras castellanas, como pingar (el mayo de Vinuesa), tiesto, trocha, nevazo, hontanar, dalle, zoquete, cochura, cinarra y tantas otras, que como el modo de vida de esos valles se acabarán perdiendo.
De una técnica formal impecable y un gran lirismo, a destacar el hermoso ritmo, la musicalidad sin asonancias, que lejos del soniquete manido tipo Corte Inglés de alguna poesía reiterativa española hoy, se lee en voz alta, a pesar de la sintaxis entrecortada, de lo fragmentado del texto, con una languidez muy hermosa. Fermín siempre tuvo ese don, pero en este libro con maestría franca.
Por todo lo anterior, se agradecen libros como este en esta sociedad de la opulencia y la destrucción del planeta, porque escribir hoy sobre el abandono del medio rural unos versos dedicados a la sencillez, a la preponderancia de las cosas pequeñas se podría decir que es algo revolucionario. En la sociedad de la velocidad y la prisa, parar para mirar(se). Tras libros con contenido de denuncia más explicito como Tiempo de los usureros, quizás Fermín ha comprendido lo trasgresor que puede ser volver a lo esencial, despojar la obra y despojarse uno mismo de toda hojarasca. Como el propio Fermín ha escrito “Todo lo verdadero es frágil. Y es inútil.”
“En el silencio de los pueblos se desmoronan
las paredes de adobe. Qué se podría hacer,
todo, todos se fueron, se fueron yendo
a la ciudad y todas sus muertes juntas
siguen aquí. Y también sigue aquí el castaño
y la fuente, la iglesia, los olmos muertos, los cerros
y la loma. Y también un ramal del nublado
que se volvió, cargado de pedrisco, y el gancho
que arrastraba hasta el banco de matar
a las cochinas. No debo interpretar sus silencios.”
De la letra Menuda
Fermín Herrero
78 p.
Cálamo, 2009
ISBN: 978-84-96932-52-4