España aparta de mí estos premios
Fernando Iwasaki, Páginas de Espuma, 2009
Tempura de Rabo de toro
Por Javier Vázquez Losada.
Todos hemos caído en la tentación; sí, en la tentación de los muchos premios literarios que en este país se convocan. Los hay para todos los gustos y mañas. Los expuestos por Fernando Iwasaki en este muy divertido libro son premios reales, o por lo menos a mí me lo parecen y hay unos cuantos en él reflejados cuyas bases he consultado personalmente.
Pero hay más, premios sobre las huellas de Santiago Apóstol a partir del siglo primero en la Andalucía Oriental, premios donde (textualmente) el tema es libre pero habrá de versar necesariamente sobre la comarca de…
Botijos de oro y de plata, lentejas también de oro, versiones libres del final de “Diez negritos”, relatos sobre el mundo tabernario… todo cabe y vale en el rocambolesco mundo de los premios literarios, especialmente en lo tocante a los premios de cuento.
El autor se mueve como pez en el agua en su fina e irónica visión de este mundillo. Los nacionalismos, los provincialismos, los amiguismos que pueblan estos premios salen retratados en este libro que se estructura en siete cuentos que se corresponden a su vez con siete relatos premiados en tantos concursos reales como la vida misma. Con sus alambicadas bases y su correspondiente fallo y acta del jurado.
Iwasaki demuestra cómo se puede ganar los siete concursos con el mismo cuento. Esto es, con una variante de la misma historia, lo que da lugar a siete versiones, a cual más desopilante, de japoneses integrados (o sería mejor desintegrados) en la realidad (o sería mejor irrealidad) española, basta para ello imaginarse la historia de un japonés de Nagoya que ha permanecido setenta años escondido en las galerías subterráneas del Alcázar de Toledo, ajeno al final de la Guerra Civil y que sale de su escondrijo en el LXX aniversario de la Liberación del Alcázar.
Para muestra un botón y tras esa risa otras muchas, garantizadas en este libro con muchas cargas de profundidad que el lector atento descubrirá y que confirma el dominio de la imaginación y el humor que el autor tiene la sana costumbre de mostrarnos en su obra.
No me resisto a comentar la maravillosa portada de Fernando Vicente; sólo él (Iwasaki dixit) podría conciliar en una ilustración el “tora tora” con el “toro toro”. Y olé.
Esa cara invernal de Nueva York nada tiene que ver con la postal turística. Descubrí, gracias a mi guía particular, rincones insospechados.