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Cine en profundidad: Los juegos del hambre

 

Por Marta Fra Melián.

 

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Los juegos del hambre (2012), de Gary Ross

Hollywood nos ha demostrado siempre que sabe “dar puntadas con hilo”. Más aún si se trata de sagas. Ciertamente, las sagas literarias- como las de El Señor de los Anillos, Millennium, El Código Da Vinci, Harry Potter, Bridget Jones, Crepúsculo, por nombrar algunas más recientes- han sido y son pozos muy potables para el lenguaje y discurso cinematográficos, y para la usina de dineros. Y ello más aún si estas sagas apuntan a públicos juveniles. Tras los magos, los vampiros y hombres-lobos urgía la necesidad de rellenar la orfandad en la que ellos habían dejado a los sufrientes humanos, sentándolos nuevamente en las butacas. Así aparece, cual estocada, el “mundo” de la escritora estadounidense Suzanne Collins, autora de la trilogía Los juegos del hambre. El fenómeno fan desencadenado desde y tras sus páginas ha permitido, junto con el otro “shock” llamado Jennifer Lawrence, una disparada e incontrolada reserva y venta de entradas en los cines, comportándose como un órdago abierto al nacimiento de la “gallina de los huevos de oro”. Un acierto: Una valiosa “franquicia” ascendente. Literatura, cine, historia, producción, espectáculo, arte e industria, vuelven a darse la mano. Pero, arranquemos el compartir nuestro análisis con premisas esenciales: ¿De qué va la historia de este “clímax” literario y cinematográfico llamado Los juegos del hambre?. La trama siempre nos traslada al mismo rincón geográfico: el país de Panem. Sitio en ruinas de lo que otrora fue Norteamérica, gobernado- tras caos y guerra- por el Capitolio, que impone un régimen de sometimiento y miseria popular, merced a su dura y represiva dictadura. Hasta acá podemos hallar acercamientos a clásicos preclaros como Farenheit 451, por ejemplo, y por nombrar alguno. Este país también puede aparecer como metáfora y/o premonición del devenir de la sociedad y de cualquier régimen, en cualquier época (y mucho más en la presente y futura, por los recursos que se poseen), que se olvida que sus miembros son seres humanos, personas, poniendo todo en situación de “apocalipsis”. Ya lo decía Hobbes: “El hombre es lobo para el hombre”. El hombre es la única especie que se divierte, que convierte en espectáculo, el sufrimiento del otro hombre. Y en ello pasa “a sangre fría”, de salvajes “puntillas”, sobre la inocencia de los demás. Sobre todo de los más débiles. Y su estandarte, en todo ello, es “el fin justifica los medios”.

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Donald Sutherland en Los juegos del hambre: En llamas (2013), de Francis Lawrence

En este contexto, la saga literaria y fílmica nos narra que- para evitar cualquier nuevo levantamiento- el Capitolio (encabezado por su Presidente Snow, un magistral y siempre competente Donald Sutherland) organiza anualmente los Juegos del hambre (ya su nombre mismo encierra una carga sémica social, antropológica y paradojal), retrasmitidos por T.V. las 24 hs.- desde “ojos” manipuladores, al modo de Ed Harris en el Show de Truman- manteniendo así a la población “enganchada” a este “estupefaciente”. La cuestión es que esos Juegos implican a los jóvenes de esa sociedad: lo más “granado”, por ser lo más fecundo y futurible de la misma. Jóvenes obligados a luchar a muerte hasta que sólo uno de ellos quede en pie. Ése será el vencedor: el que se haya erigido sobre la sangre de los otros, tan personas y jóvenes como él. Y participan por sorteo o por voluntad propia, a cambio de otro, como es el caso de la protagonista central: Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence). Ella lo hace supliendo a su pequeña hermana, y deberá enfrentarse- como David ante Goliat- con despiadados “Tributos profesionales”. Ya sabemos, por la 1ª parte de la saga literaria y cinematográfica, que ella fue la vencedora- junto con su entrañable Peeta ( Josh Hutcherson)– de la 74º “fiesta” de estos Juegos, y ello le ha recompensado con una bonanza económica y una creciente influencia y protagonismo en su Distrito 12 y en su país. Y, en calidad de ello, realiza ese “Tour de la Victoria”, en medio de una aparente y relativa calma, control y normalidad. Tour en el que ella es presionada a la resignación y a contentar al poder. Y por ello también debe, en esta 2ª parte, participar de los 75º Juegos pero, esta vez, deberá enfrentarse con otros ganadores. Y, aquí, a partir de esto, se desencadena la plenitud de su conflicto interior, porque ello le implicará enfrentarse y eliminar a quienes más quiere, por caso Peeta. Si ya, hasta entonces, le era complejísimo convivir normal, natural y equilibradamente con este “éxito”, fama y ascendencia, sintiéndose vivir en un “circo”, ciertamente muy bien impostado- hasta el hartazgo, con esa obligada sonrisa “pintada de Mona Lisa”, por ejemplo- (que nos recuerda a La Dolce Vita y otras obras cumbres fellinianas, o al acostumbrado caos con sentido de Woody Allen, o al “panorama” de Festivales, alfombras rojas, Paseo de la Fama, Oscar, y demás “chanchullos” a los que están expuestas las “celebrities”, y la misma Jennifer Lawrence puede testimoniar sobradamente sobre ello desde hace 1 año, por lo cual ha dicho que sufre), vamos a ver cómo ahora su personalidad se tensa mucho más que ese arco que usa en sus aventuras. Y en estos Juegos es que se detiene la 2ª parte. A partir de ello haremos algunas otras valoraciones y profundizaciones: Suzanne Collins ha reconocido que- para crear su saga- se inspiró, a modo de “matriz”, en el Mito de Teseo y el Minotauro. Una vez más ello nos recuerda que somos hijos de la intertextualidad e interdiscursividad, como bien lo dijo Mijail Bajtiin. Todo lo que somos, decimos, producimos, escribimos, hacemos, vivimos, sentimos, es fruto de ese entrecruzamiento “carnavalesco” de “discursos”, en que todo y todos se abrazan, interactúan, se influyen, se enriquecen y entretejen la percepción y comunicación humanas. Nada nuestro es por azar ni improvisado: siempre somos “herederos”. Y Los Juegos del Hambre son una reafirmación de ello. Más aún tratándose de la infinita riqueza de la Mitología Clásica.

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Lenny Kravitz en Los juegos del hambre: En llamas (2013), de Francis Lawrence

Con esta película estamos ante un “deudor” de ello, y ante un “fotograma” más de esa secuenciación infinita de superaciones y supervivencias personales plasmadas en nuestras pantallas. Toda la riqueza de los relatos y del cine épico; de historias, personajes y situaciones arquetípicas, universales en tiempos y espacios; de superproducciones; del relato y cine de acción, aventura y suspenso, con alta intensidad dramática y de entretenimiento, viene a plasmarse también en esta película. Aún así, como “discurso” que es, tiene su identidad, su esencialidad. Y sobre ello trazaremos algunas líneas y “matices”: La 2ª parte (2013), dirigida por Francis Lawrence, enriquece la ya buena 1ª (2012), del director Gary Ross, pero en ciertas “cosas” no saca toda la “médula” y “extensiones” que contiene la obra literaria. Sabemos que se trata de cine, y de adaptación, desde luego. No pretendemos una “copia radiográfica”. Comprendemos la dificultad de recrear, abarcar, “abrazar”, tanto “universo”. Pero hay “puntadas” en el guión que no han sido suficientemente “bordadas”, quizás porque es tantísimo el material y estamos tratando con “fotogramas”. Observamos que no se aprovecha todo el “material” que el texto brinda. Quizás, en esa mucha extensión que tiene la cinta cabría haber trabajado, balanceado y “editado” más y mejor elementos como: Los otros participantes en sí mismos, en sus procesos, y no sólo en su relación con Katniss, y no sólo los del círculo más cercano e íntimo de ella, ya que de ellos poco y nada sabemos, sus muertes son “informadas” sin impacto emocional, sin sensaciones, ni identificaciones, para ella, ellos y nosotros. Simplemente los vemos “pasar”, es como si “entraran” y “salieran”, quitando peso y tensión dramática. Lo mismo decimos para los otros personajes secundarios, como pueden ser los interpretados por Stanley Tucci, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Phillip Seymour Hoffman, Lenny Kravitz. Todo es como un “cortejo” bastante “difuminado”. También, en la manera de posar y mover la cámara, experimentamos una cierta improlijidad: hay como una especie de “mareo” desordenado, descontrolado, “pasado de rosca”, poco “nítido”, falto de “pulimiento”, en las escenas de acción y en el montaje. Ello “machaca” la vista, la mente y el corazón del espectador y éste sufre un “ametrallamiento” inefectivo, como puede verse, por ejemplo, cuando- en muy pocos minutos- más de la mitad de los Tributos mueren sin quedarnos claro quién/es ni cómo mueren. Es como que hay un vértigo en lo narrado y en lo montado que no encaja con el concepto de obra sólida y compacta, con un significado, y no sólo un significante. En cine no se trata de mover la cámara solamente, hay que saber siempre cómo y porqué moverla. Lo mismo a la hora del montaje. Allí terminamos de “crear” en cine. El llamado “vértigo” tiene que tener un fundamento y finalidad. También a la relación afectivo- amorosa de Katniss y Peeta la observamos poco “exprimida”. Nunca nos termina de quedar claro todo ese mundo afectivo, ni su complejidad, ni ambigüedad. Menos aún ese “triángulo amoroso”, y aquí incluimos el personaje de Liam Hemsworth. En algunos momentos parece que ella lo vive como una forma más de supervivencia. Hay “ráfagas”, momentos puntuales, “toques” al tema, pero no aparece toda la hondura del personaje en su vivencia del amor, lo cual sí aparece bien complejo en el texto escrito, como debería aparecer en el film: como telón de fondo, como marco y sustrato último de la historia.Y ello con toda su intensidad dramática. Y ello tendría que aparecer en estas películas, más tratándose de “discursos” que hunden sus raíces en la rica tradición de la que hemos hablado.

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Battle Royale (2000) de Kinji Fukasaku

Aún así, lo “romántico”- si es que así puede ser considerado en estos films-, aparece con mucha más “altura” que en otras producciones tan sentimentaloides y ñoñas como estamos cansados de ver en nuestras pantallas, más aún en algunas sagas citadas al comienzo. Acá lo amoroso tiene más “entidad”, y no cae en el manoseo melodramático. Otras valoraciones de “matices” pueden ser que: Tanto en el texto escrito como en el fílmico nunca se pone el acento en lo “gore”, o en la violencia por la violencia, ni en la explicitación de la sangre. No hay nada repugnante en ellos. No hay exaltación de ello: el escenario es tremendamente violento, pero no es perturbador en cuanto a ferocidad. Y se agradece. Más aún si, viendo algunas similitudes, lo comparamos con la japonesa Battle Royale (de Koushun Takami, 1999): película “espejo” de la violencia en cierto cine oriental. Aquí vemos a una adolescente que se debate, fundamentalmente, frente al gran tema de estos textos: El motor de la historia humana es el “juego” en sí y todo lo que esa concepción y vivencia de la existencia comportan para el ser humano.  Las reglas de los Juegos cambian y ella tendrá que sobreponerse a todo, sin respiros, para sobrevivir. Elemento que funciona como buen enganche sobre todo para el público juvenil, pero que no nos pasa desapercibido a los adultos. La cierta “suavidad” en esa violencia seguramente también responde al afán de hacer estas películas más aptas para las salas, y hacer así “clin caja”.  Y ello también se ve en la firme convicción de continuidad, que se nos explicita en ese desenlace abrupto y precipitado, como si estuviéramos con un cuento truncado, que no funciona como conclusión sino que se resume en ese primerísimo primer plano de la protagonista. Aún nos quedará historia como tal. A esperarla. Pronto seguramente tendremos noticias. Tenemos “HAMBRE DE MÁS”. La 2ª parte del film ha ganado- respecto a la 1ª- en algunos aspectos, como una cierta mayor hondura y “cualificación” en el dibujo de los personajes, sobre todo el de ella, en sus procesos y conflictos, pero en este aspecto aún esperamos más. Hay como un “afinamiento de la puntería”, sobre todo en profundidad dramática, pero falta más. Es superior a su predecesora, pero nos deja “con HAMBRE”. Sí destacamos el sostenido esfuerzo de producción; con un maravilloso trabajo de dirección artística y de vestuario, maquillaje y peluquería. Al igual que los efectos especiales, la música, y todo el rubro técnico. También esta 2ª parte está más enriquecida en lo referido a planteamiento de temas sociales y políticos, con claros mensajes, denuncia, crítica y reivindicaciones; y hay una carga moral mucho mayor, que se nota en diálogos y en algunas afirmaciones que llegan a funcionar como verdaderas “sentencias morales”, como cuando la protagonista afirma que su éxito está basado “en la sangre de los otros”, o cuando se cuestiona conductas y opciones, llegando a preguntarse: “¿a gente como ésta debemos matar?”, “¿ cómo vamos a matar a esta gente?”.

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Jennifer Lawrence y Josh Hutcherson en Los juegos del hambre: En llamas (2013), de Francis Lawrence

Lo más valioso de estas películas, más aún en la 2ª que en la 1ª, es su actriz protagonista: Jennifer Lawrence. Desde que la vimos en Lejos de la tierra quemada dijimos que prestáramos atención al talento de esta jovencita, y luego en Winter´s bone (otra “epifanía” suya), y coronada en El lado bueno de las cosas, ha ido creciendo- a pasos agigantados- como actriz profesional. Hay talento en ella. Se va perfilando una artista, no sólo una estrella ni un fenómeno de masas. En sus mismas entrevistas y apariciones públicas, la “niña” deja entrever que tiene bastante bien “amoblada” la cabeza y el corazón. Estamos en presencia de alguien prometedor. Tiene “madera”. Ciertos rasgos de personalidad e interpretativos a “lo Jessica Lange”. ¡Vaya piropo le lanzamos!. Esperemos se cuide y la cuiden. En estos films que nos ocupan aparece como una nueva Sigourney Weaver, y cuidado con esta gran señora de la interpretación con la que la emparentamos. Palabras mayores. Con sus 22 años encarna emocional y físicamente a su personaje, dándonos cátedra de interpretación visceral. Da entereza, “entidad”, “presencia”, a Katniss. Estamos ante una actriz que puede ser descomunal en el manejo de diversidad de “registros”. Lo demuestra en la versatilidad de estas historias. Ella es parte clave de este fenómeno fan de Los juegos del hambre.

Como no gustamos de poner “estrellitas” en nuestras valoraciones fílmicas, vamos a acabar diciendo que esta saga, de literatura y cine, de momento, nos ha ido dejando un creciente “buen sabor de boca”. Pero amamos tanto al cine, y a las letras, y a las artes todas, que somos insaciables. Por eso, desde estos Los juegos del hambre, añoramos más “comida”. Tenemos aún mucho HAMBRE. Quedamos a la espera. E invitamos a todos a seguir compartiendo nuestro “apetito” en próximos “banquetes”. Gracias. Hasta la próxima, amigos.-

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