'La estética de la calle', de Gustave Kahn
Por Ricardo Martínez.
¿Prosa urbana? Prosa sutil, sin duda. Muy bien confeccionada, con un sentido estético digno de mención: “Al día siguiente, se llevó a la reina a la ciudad, y en particular la casa de la Compañía de las Indias Orientales. Su interior es una curiosa amalgama de palacios y almacenes, casi de bazares cuyas galerías, separadas por tapias de madera, servían para apilar las mercaderías arribadas: fastuosos despachos y naves atestadas pared con pared; se veían pinturas colgadas que reproducían la China y el Japón: los palacios de los reyes del Japón y sobre todo, bien destacados, los planos y la representación de la ciudad de Batavia, el Ámsterdam más allá de los mares, la ciudad-hija que expedía las riquezas maduradas por su sol” Aquí el lector apreciará precisión en el lenguaje, capacidad descriptiva, agilidad en el tono que parece como adaptarse al mirar… En fin, una literatura sencilla y veraz que es capaz de captar la atención y la inteligencia del que lee.
El libro es original y contenedor de una prosa literaria extraordinariamente limpia, didáctica en el mejor sentido de expresividad y eficacia. El texto constituye, por esto, un discurso infrecuente por cuanto podría decirse que el argumento no está tanto en una idea preconcebida de inicio, sino que éste fluye de continuo entre las descripciones abiertas, libres, y a la vez implicadoras en cuanto que lo narrado adquiere significación por sí propio: es una prosa sencillamente inteligente: “Hallaron un análogo a los polvos del siglo XVIII, una coquetería igualmente paradójica en los rubios de oro apócrifo: obtuvieron, en ocasiones para conducirlo, un cochecito de madera barnizada que parece un juguete, fueron la mancha de color brillante de las escaleras frías y monumentales de los edificios oficiales, hasta que les alzaron uno en París en el que, al igual que en Venecia, los materiales coloridos recordaban en las paredes sus notas abigarradas. La Ópera fue el primer manifiesto del nuevo régimen”
Pocas veces se nos da el toparnos con una narrativa tan eficazmente brillante, sin pretensiones más allá de poner ante los sentidos del lector el placer de observar, de escuchar, de leer.
Un precioso ejercicio del decir contando, describiendo, narrando por lo llano. La calle como rememoración de la vida, casi nada
Ricardo Martínez