El lobo solitario y su cachorro
Por Haizea Ustaran
El lobo solitario y su cachorro es un manga japonés, publicado originalmente con el título Kozure Ôkami entre 1970 y 1976. La historia, creada por Kazuo Koike e ilustrada por Goseki Kojima, está formada por 28 volúmenes, que cuentan con cerca de 300 páginas cada uno. Kazuo Koike nació en Akita (Japón), el 8 de mayo de 1936. Es un reconocido guionista de manga, que posee otras obras reconocidas como Crying Freeman, aunque no tan prestigiosas como El lobo solitario y su cachorro. Sus obras abarcan más allá del cómic, contando con obras de poesía, novelas, producciones cinematográficas, y representaciones teatrales. Goseki Kojima nació Yokkaichi (Japón), el 3 de noviembre de 1928 y murió el 5 de enero de 2000 en Tokyo. Comenzó con su trabajo como ilustrador en una revista para la que ilustró el manga titulado Dojinki, pero alcanzó la gran fama con sus dibujos en El lobo solitario y su cachorro.
La historia tiene lugar en el Japón feudal durante el siglo XVII, en el llamado periodo Edo o también periodo Tokugawa, cuya hegemonía terminó en el siglo XIX. El país era gobernado por el shogun Tokugawa, cuya sede era Edo, actual Tokyo.
El protagonista es Ogami Itto, un habilidoso guerrero, con el cargo de Kogi Kaishakunin. Su labor como tal, consistía en acompañar y asistir a los daimyo, señores feudales, y a los samuráis, que por orden del shogun debían cometer seppuku, un suicidio ritual, occidentalmente conocido como hara-kiri, consistente en clavarse un cuchillo en el vientre cortando el estómago, y mediante el que se restauraba el honor y el buen nombre de la familia. Este cargo, poseía un inmenso prestigio y era considerado un privilegio al que muy pocos tenían acceso, puesto que la nobleza sólo día ser asistida en este ritual por alguien de su mismo rango. La tarea consistía en decapitar a quien está cometiendo seppuku, para ahorrarle el sufrimiento de una muerte agónica, además de ahorrar a las personas presentes un terrible espectáculo. El Kaishakunin no sólo debía ser también samuraí o noble, sino que debía tener un perfecto manejo del arma puesto que la cabeza no debía cortarse completamente, sino dejar que colgara del cuerpo, para evitar que rodara por el suelo ante los espectadores, algo enormemente deshonroso para la familia.
La envidia de tan glorioso puesto provoca muchos recelos y envidias contra la familia Ogami, por parte de clanes que desean ese título para sí. El clan Yagyu, cuyo poderoso señor Retsudo Yagyu ha ambicionado durante años ser el Kaishakunin del shogun, conspira contra Itto. Éste regresa a su hogar tras el nacimiento de su hijo Daigoro, y mientras honra a sus ancestros en el templo, su mujer Asami es asesinada, junto con sus damas de compañía por unos hombres a cargo de Yagyu, que aparentemente pretendían vengar una afrente contra su señor. Además de acabar con toda su familia, salvo con su hijo Daigoro, acusa a Itto de traicionar al shogun y de conspirar contra él. La base de la acusación se encuentra el hallazgo en el templo de la familia Ogami de una tabla funeraria con el nombre del shogun, colocada ahí por Yagyu. Este hecho indicaba que la persona dueña de dicho santuario deseaba la muerte de la persona cuyo nombre se hallaba en la tabla.
Por tanto, al haber cometido traición, es obligado por el shogun a realizar seppuku, pero Itto escapa escogiendo el camino conocido como meifumado, el camino del infierno, cuyo único desenlace es la muerte o la venganza. Así Itto se convierte en un ronin (samurái sin señor), y junto a su hijo, viaja por todo el país alquilando su espada, es decir, trabajando para quien pague bien, cumpliendo las misiones que se le encomiendan y asesinando a quien le mandan, aunque siempre bajo sus propias reglas. Igualmente, combatirá contra los soldados de Yagyu, quienes le tenderán trampas y emboscadas durante todo su camino. De este modo, irá desentrañando todo un mundo de oscuros secretos guardados por el clan, cuyas maquinaciones llegan a afectar incluso al propio shogun. Sin embargo, su máximo objetivo será enfrentarse a su líder, Retsudo Yagyu, en un combate final, a través del que podrá reparar su honor ultrajado y restaurar el buen nombre de su familia, así como asegurar una vida respetable a su hijo Daigoro, de apenas tres años, quien será un fiel acompañante, y un atento observador y aprendiz.
El lobo solitario y su cachorro es un relato épico en todos los sentidos. No sólo tiene lugar en el Japón medieval, sino que posee todas las características propias de un relato de este tipo. El protagonista, pertenece una familia noble y respetable, posee todo tipo de virtudes: es un diestro luchador, domina todo tipo de armas incluso las más difíciles como la espada corta; es un gran estratega, mediante inteligentes maniobras es capaz de vencer a cualquier enemigo, sin importar cuál sea su número o su pericia en el combate. Además, sigue un férreo código, el bushido, que trata también de enseñar a su hijo. Todas estas virtudes no impiden que la desgracia llega a su hogar, pues es traicionado y falsamente acusado. Entonces emprende su camino hacia la venganza, luchando valientemente contra los enemigos que se le presentan.
Es un descenso a los infiernos de la sociedad japonesa, que pone al descubierto los entresijos de un sistema político y social tan complejos como el de la era Tokugawa. Una época también durante la que los samuráis fueron perdiendo paulatinamente sus privilegios y su estatus, e incluso su cargo como samurái al servicio de un señor feudal o daimyo, de manera que se convirtieron en ronin. Muchos de ellos, aquejados por una sociedad y un gobierno que ya no los necesitaba no tuvieron más remedio que utilizar sus habilidades en el combate para acabar convirtiéndose en vulgares ladrones o saqueadores de pequeños pueblos, a cuyas gente extorsionan y de las que abusan. Debido a sus grandes conocimientos acerca de la tradición cultural japonesa, Kazuo Koike realiza, en el cómic, un elaborado y preciso retrato de esta situación de la que son víctimas algunos de los enemigos que Itto debe enfrentar en determinados momentos. Pero no solamente es posible hallar una detallada plasmación de la caída de un grupo guerrero que gozó de tanta gloria en el paso como los samuráis, sino que la historia también se adentra en las profundidades de las más estrictas formalidades de la corte, los protocolos de tratamiento entre nobles, entre nobles y plebeyos, la honorabilidad de los combates formales, la posición que ocupan las prostitutas en las sociedad, el restrictivo código de honor por el que se rigen los samuráis, denominado bushido, así como el desamparo de muchas mujeres y la situación de pobreza y abandono en la que vivían muchos vasallos. Todo ello, constantemente subrayado por un incuestionable requisito: el respeto. Respeto por las costumbres, tradiciones y los rangos y sus consiguientes protocolos, que en caso de no ser adecuadamente demostrado, la falta resultante era severamente castigada. Igualmente, se combina este exhaustivo recorrido por la historia japonesa con el retrato de las más bajas pasiones, la más absoluta crueldad, la lealtad y la fidelidad al señor, los deseos de poder, la ambición desmedida, las traiciones, los sentimientos amorosos más insondables y la relación padre-hijo. En definitiva, un agudo trayecto por los recovecos del alma y la naturaleza humana de sus personajes, pero sobretodo, este manga es un canto al amor incondicional e inquebrantable que supone el vínculo que une a un padre y un hijo.
La depurada técnica y el sencillo estilo Goseki Kojima materializan la historia en una serie de pinceladas que, aunque aparentemente son sencillas, rebosan detalle y expresividad. Un aspecto negativo tal vez sea el parecido entre algunos personajes, por lo que es relativamente sencillo confundirlos. En cualquier caso, las ilustraciones son de gran calidad, siendo su punto fuerte las expresiones faciales y inmensa la expresividad de los ojos, que con una única mirada, son capaces de decir más que el más explicativo diálogo. Un aspecto curioso de la obra es que se estructura siguiendo una técnica de flashbacks, es decir, la acción principal es interrumpida, introduciéndose un retroceso en la acción, dicho de otro modo, se produce una vuelta al pasado y durante una serie páginas los eventos pasados son empleados para explicar el motivo o las razones por las que suceden determinados acontecimientos durante la acción principal en el momento presente de la acción. Además de esto, lo largo de la obra se alternan viñetas que representan los más idílicos paisajes naturales japoneses, capaces de transmitir su calma al lector o darle la impresión de que se encuentra en ellos; con las más violentas escenas de lucha, en las que también hay confusión, pero en este caso, la confusión cumple un importante papel, el de reflejar la rapidez y la habilidad en el combate de Itto. Ésta es casi imperceptible por el ojo humano, cuya destreza con las armas supera con creces la de sus enemigos, principalmente hombres, aunque también mujeres, que son siempre aplastados por él, sin apenas oponer una resistencia digna.
Un último aspecto destacable, quizás el más importante de la obra es el título: El lobo solitario y su cachorro. No solo a causa del hecho de que si sólo se llamara El lobo solitario, atraería mucho menos la atención, sino que la historia no es únicamente el anteriormente mencionado camino en solitario al infierno de Itto, de hecho, aunque éste es el personaje activo durante todo el relato, podría decirse que el verdadero protagonista es su hijo. Daigoro no sólo acompaña a su padre voluntaria o involuntariamente (al elegir la espada en lugar de la pelota en un momento en el que su padre había decidido tomar el camino de la venganza en lugar de someterse a la ceremonia de suicidio pertinente), sino que es un testigo activo e incluso participante en los momentos de lucha y máxima violencia, y jamás muestra miedo, jamás llora, jamás se niega a ayudar a su padre y ni siquiera pestañea ante los derramamientos de sangre. De hecho, parece encontrar cierta diversión en momentos concretos del viaje por el país, en los que sirve a su padre para atraer la atención del objetivo.
Daigoro, aunque lo parece no es un niño, es un adulto que a lo largo del cómic se va formando en las complicadas normas del bushido. Aunque en ocasiones sí que es posible ver la actitud despreocupada propia de un niño ajeno a la cruenta realidad que lo rodea, en aquellos momentos en los que se divierte jugando o cantando. Es en estos momentos, cuando deja de ser adulto para volver a meterse en su papel de un niño, del niño de tres años que es. No cabe duda tampoco de que el hecho de que en una historia tan llena de salvaje violencia y feroz barbarie, un niño sea protagonista contribuye enormemente a crear un elemento de dulcificación de la obra. Dicho de otro modo, el cachorro dota al lobo solitario de un lado humano y emotivo que apacigua lo sanguinario de la acción, y permite al lector ver en Itto algo más que un asesino que busca venganza, un amante padre, que a pesar de las apariencias al utilizar a su hijo como cebo para las matanzas, todo lo que hace lo hace por él.
Para finalizar, no cabe duda de que se trata de una gran obra, bien documentada, cuyas más de 8000 páginas permiten al lector occidental conocer el complejo mundo medieval de Japón, así como despertar su interés y su curiosidad por llegar a comprender las normas por las que sociedad la sociedad feudal japonesa se organizaba, tan sumamente diferentes a las occidentales. El inmenso éxito de la obra, la hizo trascender las fronteras del mundo oriental, y llegó a Occidente, más concretamente a EEUU de la mano de Frank Miller bajo el título Lone Wolf and Cub con la editorial First Comics, y cuando esta quebró, Dark Horse se ocupó de las publicaciones. Ha inspirado numerosas películas, series y videojuegos, así como otros cómics creados por el propio Miller, como Sin City o Ronin.
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