Gas, Vicente Muñoz Álvarez, cuando el papel no deja de arder.
«Escribir es quemarse vivo»Cendrars.
Una antología poética personal que abarque 17 años de escritura (1999-2016) es un acto de valentía, una autopsia lírica en la que ponerse ante el espejo y leernos las líneas del rostro cuando tal vez las de las manos no acertaron nada. Porque la poesía trae dentro el punzón más fino y nos atraviesa hasta nuestros fondos, milímetro a milímetro, como un desangrarse poco a poco, una snuff propia que sale a la luz.
Vicente Muñoz Álvarez, abre esas maletas melancólicas y pone sobre el mostrador: el tiempo, la memoria, el vacío, la soledad, la denuncia social, la búsqueda, el desgaste, la insatisfacción, el miedo, el amor, la lucha con uno mismo y contra uno mismo, y la capacidad de hurgar lúcido y voraz, todo está en Gas. Un poemario repleto de lluvia y fuego.
Gas nos lleva lejos, en trayectoria vital, de la mano del propio autor a la hora de escoger cada instante en el temporal de este perro de lluvia que busca refugio en las tormentas. Gas, como un sendero autobiográfico, una combustión personal que abarca cinco poemarios como Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos y Días de ruta y material inédito de otros dos poemarios, Lobos de mar y Libro de haikus.
El poema como subterfugio, como solución, como catarsis, como huida, “y con los restos del naufragio podrás hacer lo que quieras”, nos dice el poeta, y eso hace, deshacerse sobre el papel, “con el corazón despellejado”, preguntarse, romperse, sentirse solo, hundirse, salir a flote, soñar y despertarse, pero sobre todo, seguir ardiendo.
ICEBERG
una octava parte
de nuestro corazón
a la luz
el resto
sumergido
y frío
frío
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SOUVENIR
Era una tarde de lluvia cualquiera
en La Rochelle
y mi chica y yo buscábamos la perla
deambulando sin rumbo por las calles.
Los mástiles de los barcos
se agitaban en las aguas
y junto a los muelles
una pareja de saltimbanquis melenudos
hacían piruetas
y suplicaban luego a la gente unas monedas.
Pero todo el mundo parecía estar
cansado o hipnotizado o muerto,
como en esos cuentos de hadas tristes
que a veces nos susurran
de pequeños las abuelas.
Y entonces, súbitamente,
pudimos ver la magia.
Fue en el interior de un bar extraño,
lleno de mesas verdes y cubas de madera
y tipos barbudos que hablaban y bebían
y parecían estar planeando una revolución.
Allí estaban,
con sus vasos de vino blanco o tinto,
fabricando calor con aspecto de escultores locos.
Así que mi chica y yo también bebimos
y nos llenamos la cabeza con su magia
y descubrimos que en el lugar menos pensado
puede brillar la perla azul.
La cuestión no es el tiempo ni el espacio
sino el color del cristal a través del cual se mire.
Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966) es autor de los poemarios Canciones de la gran deriva, 38 Poemash, Privado, Estación del frío, Parnaso en llamas, Animales perdidos y Días de ruta. También ha tocado otros géneros, como relatos y novela: Monstruos y Prodigios, El pueblo oscuro, Perro de la lluvia, Los que vienen detrás, El merodeador, Marginales (traducido al italiano), Mi vida en la penumbra, Regresiones; ensayos, como El tiempo de los asesinos, Películas para llevarse al infierno o Películas para la penumbra. Coordinador de las antologías Golpes, con Eloy Fernández Porta, Tripulantes, con David González, Resaca/Hankover, con Patxi Irurzun, Beatitud, con Ignacio Escuin, El descrédito, con Julio César Álvarez y 23 Pandoras. Ha sido incluido en numerosas antologías de poesía y prosa contemporánea y ha organizado numerosos festivales y eventos literarios. Edita desde 1996 el fanzine Vinalia Trippers.
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