Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla
Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla
Sara Herrera Peralta
142 páginas
La Bella Varsovia, 2016
Por Alberto García-Teresa
El amor y la fraternidad son energías creadoras, irradiadoras de acción, de posibilidad, de esperanza en las páginas del décimo poemario de Sara Herrera Peralta. La poeta se reafirma en ese eje como fuente principal para otras relaciones humanas, que contrastan con el egoísmo y la crueldad imperantes en nuestros días. En ese sentido, la autora enjuicia nuestro modelo de progreso y de modernidad al tiempo que va enlazando un hilo de vidas femeninas, ancladas muchas de ellas en la tristeza, pero que ponen de relieve un conjunto de valores y de tiempos ajenos a lo hegemónico. Al respecto, coloca en primer plano la relación emocional de las personas que habitan el mundo. La poeta no especifica, no señala a individuos concretos, sino que se queda continuamente en un plano impersonal (apelando a “una mujer…”), lo que posibilita la generalización y que cualquier rostro pueda cubrir la referencia aludida.
Sin embargo, en un pequeño grupo de textos, aterriza en territorios como Bangkok, Ghana o Rumanía. Ahí, retrata escenas que son el punto de partida de una reflexión más general, en la cual tiene mucha relevancia el choque de culturas y la exhortación a salir del eurocentrismo (en ese sentido, persiste la mirada desarraigada de la emigrante característica de libros anteriores, y que vive la propia autora, dotándola de un sentido existencial y filosófico amplio). Esa observación de mujeres de esas zonas, llenas de dignidad, sirve para la introspección y para el análisis de cómo nos hemos construido en nuestra sociedad, de nuestro vacío, de nuestros falsos deseos. Aunque se centre en el “yo”, ese trabajo de cuestionamiento (y de apertura al arrepentimiento y a la culpa, incluso) abarca a toda la comunidad. Así, realiza un retrato moral de la sociedad: “pero hay hombres que no tienen / miedo ni esperanza, hijo, / témelos a ellos”. Esa exploración la efectúa siempre desde la humildad, ensalzando lo sencillo, apartando la cáscara de la apariencia y ese deseo de suplir con tecnología la carencia de identidad y de relaciones humanas plenas.
Con todo, a partir de la segunda parte del volumen, regresa a un entorno más recogido, más íntimo, para no perder pie desde él aunque recorra otros ámbitos. Al respecto, la familia vuelve a ser un marco privilegiado de referencia en su obra: “creí en la familia / como único hogar posible”.
Encontramos un apoyo continuo en el dolor, desde donde se redimensiona ese amor (en un sentido amplio). Aparece la soledad, la ausencia y la interrogación sobre el amor pasado, donde el “yo” se enfrenta a la nostalgia para evitarla. Sin embargo, a pesar de la alusión permanente a las pérdidas y del tono pesimista que sobrevuela los poemas, del daño que atraviesa los versos, late un aliento vitalista en estas páginas, mucho más pronunciado que en sus libros anteriores. Por eso, exclama: “en tiempos de horror y abatimiento / reclamo la alegría / como arma y sostén / contra este mundo”.
Los poemas suelen estar enunciados dirigiéndose a una segunda persona, con apelaciones explícitas al “tú”, con lo que queda manifiesta su intención de comunicación. La escritora sabe modular una voz poderosa para la reafirmación, y, ocasionalmente, arma poemas extensos con una lograda gradación y tensión.
Por otro lado, tiene una importante presencia lo corpóreo en todo el volumen (que entronca con el lenguaje de Hay una araña en mi clavícula). Precisamente, en muchas ocasiones vinculado con ese cuerpo, lo vegetal y la luz aparecen con frecuencia como herramienta simbólica de transformación y de desaprendizaje hacia lo elemental. Con esos elementos, confecciona puntuales imágenes surrealistas, que se alternan con la dicción clara y de referentes y escenas cotidianas que constituye su registro mayoritario.
Porque desde la cotidianeidad se levanta toda la propuesta poética de esta autora, que crece en la búsqueda y en la construcción del humanismo a través de un lenguaje sencillo y de la reivindicación de lo cercano.
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