Elizabeth Garrett Anderson: La primera doctora británica
Por Silvia Pato @SilviaP3
Elizabeth Garrett Anderson (1836-1917) era hija de un importante hombre de negocios que creía firmemente que las mujeres y los hombres debían recibir la misma educación. Aquella circunstancia, en pleno siglo XIX, podía cambiarle la vida a una, y así fue en el caso de esta londinense.
Rebelde, indómita y con una curiosidad constante, Elizabeth decidió que quería ser médico. Curiosamente, mientras su progenitor la apoyó incondicionalmente para lograr su propósito, su madre se mostró horrorizada. ¿Médico? ¿Su hija? Sí, médico.
Elizabeth intentó ser admitida en alguna de las escuelas de medicina de Londres, pero no hubo forma. En ninguna de ellas quisieron impartir sus enseñanzas a la muchacha. Por aquel entonces, se consideraba que las féminas eran demasiado impresionables para andar con sangre y disecciones, y que tampoco contaban con la suficiente inteligencia como para entender las materias a tratar en la práctica médica. Por decir, incluso se decía que ningún paciente tomaría en serio a ninguna doctora.
Elizabeth no se amilanó. Motivada por su vocación y su perseverancia, se dedicó a aprender de forma autodidacta en los hospitales londinenses trabajando como enfermera, hasta que un 28 de septiembre de 1865, se presentó al examen de la Society of Apothecaries, pues teóricamente, la farmaceútica era la única rama médica que no vetaba a las mujeres. Sin embargo, en un principio, la entidad se negó, y no cedió hasta que las presiones de su padre, que amenazó con interponerles una demanda, surgieron efecto, por lo que aceptaron examinar a la joven. Como era de prever, y para fastidiar a propios y extraños, y sacudir los cimientos victorianos, Elizabeth aprobó. ¿Y qué hizo la entidad entonces? Pues especificó en sus estatutos que no se admitía a las mujeres, no fuera a ser que a otra se le ocurriera seguir sus pasos.
Un año después, Elizabeth fue nombrada asistente en el St. Mary’s Dispensary.
Pero su intención de ser médico no se había esfumado. Aprendió francés y marchó a Francia, donde obtuvo en 1870 el título de Doctora de la Universidad de París. Al regresar a su patria, en 1872, fundó el hospital femenino New Hospital for Women. Cuatro años después, el Parlamento británico aprobaba una ley que permitía el acceso de las mujeres a los estudios de medicina.
Esta tenaz londinense se casó con 34 años con James George Skelton Anderson, y mantuvo, con el apoyo de su marido, su independencia. La doctora contribuyó a la fundación de una escuela de medicina para mujeres: London School of Medicine for Women, donde ella misma dio clases durante años y para la que contrató como profesora de Ginecología a la doctora Elizabeth Blackwell, la primera mujer médico estadounidense.
Con este perfil no es de extrañar que Elizabeth apoyara la causa de las sufragistas, pero la punta de lanza que supuso su trayectoria no acabó con sus títulos y su vocación. En 1908, se convirtió en la primera mujer alcalde de Gran Bretaña, de un pueblo al que apenas seis años antes se había retirado con su esposo: Aldeburgh.
Cuando Elizabeth falleció con 81 años, el hospital que ella misma había fundado adoptó su nombre en su honor.
FUENTE: History today, Science Museum, Marvellous medicine
MÁS INFORMACIÓN: The Royal Society of Medicine, EGA for Women
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