En realidad, nunca estuviste aquí, de Jonathan Ames
Por Marta Marne de Leer sin prisa. @Atram_sinprisa
Joe es uno de esos hombres que han cumplido su papel en la vida. Estuvo en los marines y posteriormente en el FBI, pero las cosas no fueron demasiado bien. Por ello es un hombre perseguido y solitario, siempre con varias identidades a cuestas y una maleta preparada para ese momento de su vida en que sabe que tendrá que salir huyendo. Porque sabe que tarde o temprano ese momento llegará.
Mientras eso sucede, vive con su anciana madre, una mujer impedida que depende de él. Y realiza trabajillos. Esa clase de trabajos que la policía no podría llevar a cabo porque incumplirían más leyes de las que podrían imaginar. Por ello trabaja como freelance para McCleary, que es el enlace con distinguidos despachos de abogados que no deben ensuciar su imagen contratando directamente este tipo de servicios. Los bufetes contratan a McCleary y McCleary a tipos como Joe.
El último encargo es uno de esos casos delicados que requieren precisamente de la destreza de Joe. Al parecer debe rescatar a la hija de trece años de un senador que ha desaparecido hace seis meses. A través de un perfil de Facebook un pervertido la sedujo y se la llevó. La madre de la chica no pudo soportarlo y se suicidó a los dos meses del suceso. El senador ha estado todo ese tiempo tratando de seguir el rastro y parece ser que por fin sabe dónde está.
Joe va a hablar con el senador que le explica todo lo que sabe. La única tarea de Joe será entrar en el burdel donde la obligan a prostituirse y salir con ella. Facil, ¿no? Joe se armará con un martillo, unos guantes de latex y a la faena. Pero como siempre ocurre en estos casos las cosas no son tan sencillas como parecen.
En realidad, nunca estuve aquí es una novela muy breve, no llega siquiera a las 100 páginas. Ni falta que le hace. En tan breve espacio Jonathan Ames es capaz de crear un personaje dentro de los cánones del género pero con su toque personal. Un hombre desarraigado, solitario, con facilidad para solucionar los problemas ajenos pero con una total incapacidad para poner orden en su vida. Hace tiempo que su alma murió, y como él mismo afirma Desde hacía algún tiempo, pensaba en su cuerpo como un ataúd en el que había sido enterrado vivo. Su apego por su vida no va más allá de que es un instrumento necesario para servir a su madre, pero no hay día de su vida que no piense en el suicidio.
En realidad, nunca estuve aquí es una novela dura. Consigue transmitir lo que quiere en tan solo un par de imágenes que incrusta en tu cabeza. Unas manos fuertes para poder romper dedos, un charco de sangre seca salida de un cráneo, una chica contando números para poder soportar lo que está viviendo. Es un alegato a la brevedad, a los textos directos y concisos, a los personajes poderosos creados a partir de tan solo dos pinceladas. Es una de esas novelas para regalar y recomendar, para difundir por el boca oreja y que no pase desapercibida.