Dime quién fui, de Elisa Rodríguez Court
Por Ricardo Reques.
Dime quién fui.
Elisa Rodríguez Court
Editorial Verbum (Madrid, 2015).
«La muerte puede consistir en ir perdiendo la costumbre de vivir». Esa frase de César González Ruano podría resumir el argumento principal de Dime quién fui ―la última novela de Elisa Rodríguez Court―. Sin embargo, en sus páginas encontramos otras historias que se cruzan y que invitan a reflexionar sobre la familia, las relaciones humanas, la fidelidad, la muerte y hasta la propia literatura.
Isa, la narradora, cuenta la historia de los últimos años de vida de su padre; en realidad, un desconocido que abandonó a su mujer y a sus hijos cuando ella, la hermana mayor, era una niña. Desapareció robándole parte de la infancia para reaparecer de nuevo en su vida ―cuando, ya anciano, ha empezado a perder sus facultades mentales―, quitándole ahora el tiempo que dedica a la literatura: su forma de entender la vida. A pesar de esto, Isa se siente responsable y descuida incluso algunas necesidades de su hija Carlota por ir a visitarlo y atender sus manías. Así, es testigo del progresivo deterioro físico y mental del anciano: desde su mal humor y su conducta paranoica, pasando por sus cada vez más frecuentes despistes y olvidos, hasta que deja de comer y de moverse, consumiendo sus días lentamente. Tres décadas sin dar señales de vida convierten a su padre en una persona ajena a ella y a sus hermanos ―que aun tuvieron menos tiempo de convivir con él y del que no guardan ningún recuerdo― y de la que no sabe nada de su pasado ni del porqué de su regreso.
Es una novela sobre un camino que se termina, sobre el olvido, sobre cómo asumir la muerte y las consecuencias de huir de la verdad mediante el autoengaño. Hay una sombra pesimista del proceso de extinción de una vida. Sin embargo, ante la falta de vínculo, de amor hacia un padre casi desconocido, la mirada de la narradora se vuelve algo excéntrica o alejada de un escenario deprimente, y lo que podría ser rencor se transforma en indiferencia. Isa se habla así misma, se cuenta sus impresiones, sus pensamientos ante una situación que no le gusta, pero en la que se ha propuesto seguir hasta el final, sin esperar otra cosa que recuperar el ritmo de su vida interrumpido, sin buscar certezas ni explicaciones.
De forma paralela, la autora nos habla también de la necesidad de la literatura como ayuda para entendernos mejor. Como planteaba Robert Musil, la literatura y, en particular la novela, ofrece unas posibilidades para las que no existe equivalente en aquello que nos permite acceder al conocimiento y observar la vida real. Sin duda, una de las características más sugerentes de Dime quién fui, es la abundancia de citas que se intercalan en el texto para matizarlo o enriquecerlo. Nos presenta autores y nos invita a indagar en sus obras. Isa no concibe su existencia sin libros y tiende a interpretar la vida cotidiana en términos literarios. Sus lecturas le permiten vislumbrar lo que no se ve en lo que siempre miramos; literatura y vida se confunden entonces sin frontera entre ambas. Leyendo esta novela y las numerosas citas que acompañan a la trama, se hace más revelador Marcel Proust cuando afirmaba que la literatura nos ayuda a dilucidar la vida que permanece en tinieblas para mostrarnos de nuevo su verdad.
Gracias, Ricardo, por esta reseña profunda de un libro muy humano. ¡Y gracias a Elisa Rodríguez Court!
Peter Schnell