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Virginia Galvín a propósito de ‘La vida en cinco minutos’, su reciente libro

«El striptease es una maniobra peligrosa a partir de los treintaytantos. Te acuestas con un personaje, te levantas con una persona real y derrotada. Con los años una entiende que mejora con luz indirecta y sin mentiras. También que no puede desnudarse delante de cualquiera».

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La vida en cinco minutos, de Virginia Galvín.

Virginia Galvín es subdirectora de la revista Vanity Fair. Como periodista su carrera profesional siempre ha estado vinculada a medios de comunicación como Tribuna de Actualidad, Elle, Marie Claire, El País, El Mundo o GQ, entre otros. Es también autora del blog Agujeros negros, donde escribe diariamente desde hace seis años. En ambas actividades se entrega a fondo. A base de palabras bien medidas, ironía y atinado humor, Galvín ha ido construyendo con el tiempo un diario de agudas e inteligentes reflexiones, que ahora sin perder un ápice su agilidad, pasa a papel con un título realmente elocuente, La vida en cinco minutos.

La vida en cinco minutos. Virginia Galvín. Editorial Círculo de Tiza, 2015. 330 páginas. 22,00 €

La vida en cinco minutos son experiencias sobre las que la autora reflexiona sin temor ni complejos: viajes, amigos, moda, maternidad, amor, trabajo, lecturas… vivencias personales que conectan rápidamente con un lector que se reconocerá en su sentido del humor y en su valentía para afrontar la vida diaria.

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P.- ¿Qué empujó a Virginia Galvín a convertir en papel su ya consolidado blog Agujeros negros?

La propuesta irresistible de mi hoy editora, que me encontró en la red y empezó a leer mis post: “Creo que esto es un libro”. Yo dije: “Sí, quiero”, como en las películas clásicas, y no la besé por si se escandalizaba, pero enseguida empezamos a seleccionar de entre los 1500 que había, que luego edité como la implacable correctora que me habita, y a lo que sumamos las increíbles ilustraciones de Rebollo&León. Irónicas, un punto corrosivas y absolutamente geniales.

P.- ¿De donde tomas la inspiración para escribir cada uno de los textos que componen tu blog y ahora este libro?

De todas partes. Está en las papeleras. En la sala de espera del médico, en la terraza del último restaurante de moda, en la expo de Zurbarán del museo Thyssen, en las conversaciones que escucho en el autobús o en mi propia casa. En las discusiones de pareja del patio de vecinos. En el taller donde me arreglan el coche…No hay ningún caladero desdeñable para mí. Sólo tengo que extender la antena, mezclar ingredientes a veces imposibles y servir en capítulos tan breves como el amor eterno.

P.- Trabajo, familia, amistad, cultura, amor… ¿Qué tema sobre todo domina tu instinto a la hora de escribir y por qué?

Creo que la soledad, que es la madre de todos los temas. La que nos lleva a buscar el aliento de los amigos, la que encuentra en un buen libro, en las palabras de un arquitecto brillante, en una pieza de Bach una tarde de domingo, un calor que se parece mucho al abrazo. La que nos hace conocernos como requisito indispensable para afrontar a los demás. Sólo desde la soledad he podido cuestionar y cuestionarme. Fantasear con que destrozo un hotel de lujo. Amar a mis hijas sin dejar de confesar que a veces me caen mal. Experimentar con la mente y con los dedos al margen de toda consideración social. Sin ruido no te queda otra que componer tu música. Suene como suene. Y asumirla, y asumirte. (Y sí, para mí las personas que nunca están solas me parecen sospechosos habituales).

P.- ¿Cuánto de experiencias propias hay en tu libro? ¿Cuesta mucho ‘desnudarse’ ante la pantalla/papel?

Hay muchísimas experiencias. Al final lo que cuento no es el hecho en sí, sino mi mirada sobre el mismo. La luz con la que ilumino lo que me está pasando a mi y a los que te rodean. El asombro, intacto. La sospecha, de entrada. Y no, no cuesta desnudarse porque una vez que se opta por la barra libre de verdad no puedes salir de ahí. Y este destape es muy cómodo porque no se te mete arena por los pliegues, como en las playas nudistas. Dicho esto, lo que no quiero contar, los detalles de intimidad que debo proteger no salen jamás, aunque mis lectores fieles huelen que me pasan cosas y a veces me escriben para que les cuente qué me ha pasado, en un acto de voyeurismo de voyeur que asumo como penitencia inevitable.

VG
Virginia Galvín.

P.- ¿Podría verse esta vida en cinco minutos como un atinado y personal manual de supervivencia?

Me parece una buenísima forma de verlo. Soy una superviviente que cuenta cómo lo hace y lo regala por si a alguien le provoca. Sobrevivir es vivir por encima de lo que se da por hecho. Yo intento hacerlo todo el rato. Nada me aburre salvo la palabrería y el parque con hijos cuando son pequeños. Y he aprendido que un puñado de palabras y dos cafés cargados son la mejor droga para empezar el día.

P.- Reflexiones divertidas muchas veces en las que hablas sin reparos de temas tan complejos como… ¿de cuál de ellos te resulto más duro y difícil hablar?

De la muerte de un familiar cercano que era demasiado joven. Un primo de mi edad, vital, optimista y arquitecto brillante que ponía su alma en su trabajo y en su familia. Ese día todos morimos un poco. Yo entendí que se acaba y se acaba. Que no se puede hipotecar la vida como si fuera una cuenta a plazo fijo. Que hay que exprimir el instante, eso tan “hierbas”, y no desperdiciar un segundo con nadie que no nos quiera, con un libro mediocre, con un amor que no llena. Ese post lo escribí en llanto, con pudor, pero luego he entendido que su muerte dio alas a mi vida. Que después de ese accidente mortal sólo había un camino, por muchos senderos atractivos que me salieran al paso.

P.- ¿Vivimos en un mundo de extremos, o lo mejor es acoplarse en los espacios intermedios?

Sí y sí. Los extremos son señuelos fáciles para capturar filias y fobias. Para evitar la reflexión, para apelar a las emociones. A favor, en contra…Entrar en esa rueda nos hace fácilmente manipulables. Los espacios intermedios son menos excitantes, pero más sanos. Plataformas seguras para poder permitirnos el histrión sin caer en un barranco.

P.- Podríamos decir que tu libro tiene un enfoque más… ¿femenino, feminista o para todos los públicos?

Mi enfoque es el mío y soy mujer: Urbana, 48 años, divorciada, periodista apasionada de su profesión. Lectora voraz. Curiosa insaciable. Desorientada al volante. Corredora irregular. Con fuerte propensión a tomarme la vida con humor. Un poco insomne. Intolerante a la mentira, sobre todo la automentira. Dicho esto, vivo sin pensar en si la etiqueta que me corresponde es “feminista”. No tolerar diferencias por razón de género es como respirar. Me sale solo. Pero me dirijo también a los hombres, nuestros cómplices imprescindibles, y trato de educar a mis hijas –dos niñas– en la certeza de que sólo somos personas. Mediocres o excepcionales. Sin victimismo y sin autocompasión.

P.- ¿Hay algún tipo de resentimiento en tus escritos o simple y llano desahogo?

Creo que ni una cosa ni otra. En mis escritos hay experiencias, conclusiones que a mí misma me sorprenden, desvaríos provocadores, juegos de palabras, denuncia social, autoflagelación sin látigo. Y puede que tengas razón y haya desahogo, porque desde que escribo a diario, hace años ya, respiro como nunca y no me cojo ni un catarro.

P.- ¿Te has arrepentido alguna vez de algo que hayas escrito?

No. Pero he aprendido que debo ser muy cuidadosa cuando cuento algo de alguien, aunque sea sólo con iniciales.

P.- ¿Tienes algún nuevo proyecto narrativo entre manos?

Tengo muchos arranques de algo que empieza por N y termina por A, y espero que la historia se me apodere y mis dedos frenéticos no me dejen ni bajar a la playa este verano.

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Por Benito Garrido (@benitogarridog).

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