Las hermanas Brönte, cuando el don de la escritura se lleva en la sangre
Por Pilar Martínez.
La familia se podría considerar como una de las instituciones más fuertes y sólidas que hoy se erigen ante nuestros ojos. Sin embargo, a veces esa solidez, mera apariencia, se derrumba cual castillo de naipes. Al igual que ocurre con nuestras vidas, la familia necesita un pilar sobre el que asentar a sus miembros e hilos para unirlos. La que hoy me trae aquí, sentada en mi escritorio y aporreando las teclas del ordenador, es la familia Brönte, quienes tomaron como pilar uno de los más bellos artes que todos conocemos, la escritura.
Ninguno de sus antepasados podía presagiar los dones que desde ya temprana edad se empezaron a manifestar en los pequeños hermanos Brönte, Charlotte, Emily , Anne y el a veces relegado a un segundo plano, Brandwell. La extremada educación de su padre junto con el vertiginoso desarrollo de su imaginación, hicieron que su capacidad para la construcción de historias cada vez más complejas, aumentara de una manera casi sin precedentes. A pesar de la temprana felicidad que dio este talento en un primer momento oculto, las desgracias al igual que en otras familias, no se hicieron esperar. La muerte se convirtió en un invitado de honor en los primeros años de los Brönte, el fallecimiento en primer lugar de su madre y posteriormente de sus dos hermanas mayores fueron los hechos que más marcaron todas y cada una de sus obras.
Los poemas se convirtieron en la puerta de acceso al mundo de la literatura, cada uno de ellos por libre casi de manera total, pero en la mayoría de las ocasiones contaron con la crítica y opinión de los otros. A pesar de sus diferencias en torno a los escritores que se convirtieron en referentes para cada uno de ellos, se aseguraron de que todos estuvieran informados de los nuevos aportes y llevaron a cabo una simbiosis de las diferentes influencias. Entre los diferentes autores destacan nombres de gran calado como Lord Byron. A pesar de la calidad de los poemas que fueron realizando, la novela fue el verdadero motor de la exitosa carrera que los hermanos Brönte comenzaban a recorrer.
Charlotte se convirtió en la primeriza de los hermanos, a través de su primera novela Jane Eyre, consiguió un amplio reconocimiento y fue encumbrada como una de las novelistas románticas más importantes de la literatura inglesa y todos los tiempos. Sin lugar a dudas Charlotte se formó como la más decidida de las tres hermanas, sus experiencias en bruselas le sirvieron para plasmar a su regreso la soledad, nostalgia y desamparo encontrado en algunas de sus obras como Villete. A su vez Brandwell asesinaba su vida a través de los vicios del alcohol y el opio dejándose llevar de esta manera a un segundo plano y asegurando el verdadero protagonismo para sus tres hermanas. Más que colaborar con ella Brandwell les sirvió de inspiración por su vida triste y carácter caprichoso.
A diferencia de Charlotte, Emily escribió una única novela. Sin embargo, eso no deterioró su fama y su posición con respecto a sus hermanas, tan solo una obra le valió a Emily Brönte para ser definida como un clásico de la literatura, y una escritora de obligado conocimiento. Cumbres borrascosas, a pesar de ser hoy en día considerada un clásico imprescindible en el mundo de la literatura, en su publicación tuvo un más que tibio reconocimiento. Su estructura innovadora desconcertó a los críticos de la época. A pesar de ello, tras varias revisiones la mayoría claudicó a favor de la obra y coincidieron en que esa originalidad que en un principio había actuado como verdugo contra Emily, era asombrosa, y además muy superior a la que sus hermanas habían demostrado en sus respectivas obras.
El amor por el arte de la escritura llegó al último eslabón que componía la familia Brönte. Anne, la más joven de la familia llegó al estrellato con sus dos únicas y altamente valoradas novelas, aunque de manera posterior. Agnes Grey y La inquina de Widfell Hall se convirtieron en las dos grandes obras de la en un primer momento considerada pequeña Anne. La unión de las tres hermanas fue palpable en los múltiples proyectos literarios que llevaron de manera conjunta, sus proyectos por separado, tras un largo tiempo conocieron las mieles del éxito y se convirtieron en clásicos imprescindibles para aquellos amantes de la literatura, su pasión por la escritura quedó reflejada en sus novelas y sus nombres incluso después de su muerte.
Compartieron tinta, compartieron papel y compartieron destino. A la edad de 38, 31 y 30 años respectivamente, Charlotte, Emily y Anne vieron como la tuberculosis fue apagando la luz de sus vidas poco a poco. Coraje, fuera y lucha fueron los tintes que colorearon la vida de las hermanas Brönte. Siempre unidas, bajo los lazos del amor y la escritura, así fueron sus vidas y así su destino. Anne siempre lo supo, el valor era aquello que movía el mundo, y aquello que siempre las había unido, y así lo hizo saber con sus últimas y preciadas palabras, pues sin lugar a dudas estas fueron la mejor definición de lo que habían sido y serían las hermanas Brönte, «Ten valor, Charlotte, ten valor».