Transformers: La era de la extinción (2014), de Michael Bay
Por José Antonio Olmedo López-Amor.
Después de arrasar en la taquilla americana, llega a las salas españolas Transformers: La era de la extinción, la cuarta entrega de una saga muy rentable.
En un fin de semana atípico, en cuanto a cantidad de estrenos cinematográficos se refiere, quizá porque ninguna productora quería competir con una de las películas favoritas a encabezar la lista de las más taquilleras, o quizá por ser unas fechas en las que se prevé a mucha gente de vacaciones; lo cierto es que la cuarta entrega de la saga Transformers ha llegado a nuestras salas con muy poca competencia en cartel.
El director de cine norteamericano Michael Bay (Los Ángeles, 1965), quien comenzó en esto del cine a los quince años, con la ayuda del mítico director George Lucas, es el creador de la saga, y firma esta cuarta entrega –cosa atípica en lo que a sagas blockbuster se refiere– sin defraudar a sus fanáticos seguidores. Continuando la premisa inicial de la franquicia, es decir: explosiones, persecuciones, criaturas y acción en general, Bay eleva todos esos condimentos al cubo, los mezcla con algunos elementos de los que podrían nacer precuelas, aumenta los personajes, aumenta la duración y las explosiones, y tenemos como resultado este cóctel de adrenalina y frenesí para disfrutar sin prejuicios y con muchas, pero que muchas palomitas.
No podemos reprochar a Bay su afán por continuar esta saga, las cifras recaudatorias que la avalan, justifican con creces su cometido, y más aún, certifican el estreno de Transformers 5 para 2016 y seguramente nuevas entregas para años posteriores. Teniendo un aliado en la producción como Steven Spielberg, quien fue considerado el “Rey Midas” de Hollywood, no es de extrañar que el presupuesto para la película haya excedido los 200 millones de dólares. Fue el propio Spielberg, con su olfato de productor cazatalentos, quien ofreció a Bay, en el año 2005, dirigir la primera parte de Transformers, una alianza productor/director que recaudó más de 700 millones de dólares en todo el mundo. Bay ha ido superando sus cifras con cada entrega, y aunque no siempre ha contado con el beneplácito de la crítica, su talento para rodar películas de acción es incuestionable. Recordemos que debutó en 1995 con la película Dos policías rebeldes, que fue un éxito de taquilla y sirvió para catapultar al actor Will Smith, quien por aquel entonces estaba tratando de dar el salto de la televisión a la gran pantalla. Después rodó La Roca (1996), con Sean Connery y Nicholas Cage, obteniendo nominaciones a los Oscar y premios en los MTV Movie Awards. Armageddon (1998), Pearl Harbor (2001) o La isla (2005), fueron los siguientes títulos en la filmografía de Bay, trabajos que alternaba con la producción cinematográfica, mayoritariamente financiando remakes de películas de terror.
Pero vayamos a Transformers 4. La película comienza con imágenes de una posible extinción acontecida en la Tierra hace 65 millones de años, unas colosales naves espaciales bombardean la superficie del planeta aniquilando toda clase de vida. Los efectos digitales inundan el film, y la espectacularidad, marca de la casa, puede apreciarse en todas y cada una de las escenas. Después, retomamos la historia de la humanidad justo tras haber acontecido la guerra entre humanos y Transformers que destrozó Chicago cinco años atrás y de la cual la sociedad se está recuperando. Es decir, que como buena secuela, la película prosigue su argumento donde lo dejó su antecesora, Transformers 3: El lado oscuro de la luna (2011). Así conocemos el personaje encarnado por Mark Wahlberg, Cade Yeager, un mecánico e inventor sin mucho éxito, que desde que enviudó, vive obsesionado con proteger a su hija adolescente (Nicola Peltz). La primera hora de película es bastante digerible, presentación y desarrollo de los personajes, explicación de la trama, y un ritmo aceptable a la vez que una narración coherente. En esta parte de la película, descubrimos que la raza humana, tras haber encontrado restos de Transformers en la última batalla, ha conseguido desarrollar su misma tecnología y mejorarla, razón por la cual está fabricando sus propios robots que amenazan con ser más completos. Por otra parte, está la historia de superación –como inventor– de Wahlberg, el protagonista, que se obstina en su faceta de padre sobreprotector y, tras la vieja adquisición de un camión en ruinas, al que pretende desguazar, hará un fabuloso descubrimiento.
El rol de villano se reparte entre los actores Jack Reynor, Stanley Tucci y Kelsey Grammer, personajes de importancia relevante en el mundo de la ciencia; entre sus propósitos, se encuentra la investigación y abastecimiento de un nuevo material, transformino, una sustancia muy resistente con la que se fabrican los robots de última generación que tiene la asombrosa propiedad de cambiar su forma física a través del pensamiento. Todo un descubrimiento que revoluciona la perspectiva científica y armamentística en los humanos.
Óptimus Prime y su patrulla de autobots socarrones, se enfrentan esta vez tanto a humanos como a robots, alianzas malvadas que poseen guerreros mucho más desarrollados, lo cual obliga al heroico Prime a reclutar antiguos amigos, entre los que se encuentran dinosaurios biónicos. Espectaculares son las escenas donde la nave nodriza absorbe cualquier cosa metálica de la ciudad, para después arrojarla contra sus enemigos: automóviles, aviones, barcos… O las persecuciones al volante, situaciones que llevan a los personajes a realizar proezas imposibles.
En definitiva, Bay firma una cinta recomendable para los admiradores del cine de tiros y explosiones, chistes malos, chica guapa, buenos contra malos, y toda clase de efectos y escenas de acción sincopada; la apuesta que propone esta secuela de Transformers, una demasiado extensa entrega (165 minutos) que pierde por completo el interés del espectador en su parte final, precisamente, por el exceso. Pensándolo bien, creo que hasta el degustador de este tipo de cine saldrá de su visionado con la sensación de haberse hartado de efectismos y megalomanía durante casi tres horas, tan sólo para conocer una historia basada en los juguetes de la marca Hasbro. Bay decidió dejar la saga tras la tercera entrega, pero las presiones por parte de los productores influyeron para que tomase la decisión de rodar una continuación, entrega que, por más que a algunos les pese, lleva ya recaudados más de 1.000 millones de dólares en todo el mundo.