Crónicas ligerasEscena

De entre los muertos, la voz de Carmela renueva su energía

Por Horacio Otheguy Riveira

A 27 años de su estreno, ‘¡Ay, Carmela!’ asume el dolor de miles de víctimas en el único país de Europa que continúa humillando a los vencidos.

La obra de Sanchis Sinisterra es un poema dramático austero con dos personajes y una situación clave: el diálogo perenne de la muerte con la vida, pero no en general, sino a través del amor de una víctima injusta que deambula allí donde cayó al ser ejecutada por disparos franquistas. Un fusilamiento para acallar a esa mujer que llora por brigadistas que van a morir por haber venido a luchar por la causa de la República. 

Por la muerte deambula la muerta, un lugar con gente que se lamenta por no hallar allí “a dios, ni un santo ni una virgen”, pero vuelve cada tanto para consolar a su Paulino y sentirse nuevamente querida… aunque todavía no pueda cicatrizar el dolor de una España moribunda, por cuyas heridas aún hoy sangra el tiempo detenido hasta que se haga justicia.

 
Carmela 1

Ecos de una historia interminable

 Este título parafrasea la extraordinaria obra que está creando Almudena Grandes: Episodios de una guerra interminable (seis volúmenes de los que ya hay publicados tres), que arranca con una cita de Luis Cernuda:

 

 Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente

En la que regentea hoy la canalla,

Sino esta España viva y siempre noble

Que Galdós en sus libros ha creado.

De aquella nos consuela y cura esta.

 

Han pasado muchas batallas en el continente europeo, siglos de enfrentamientos, con dos guerras mundiales en el siglo XX, que sin embargo han ido encontrando vertientes por las que compensar las barbaries, en lo moral y lo económico. Fue lento, tortuoso, con mucho cinismo en los pactos de los “victoriosos” y terrible sufrimiento para los que permanecieron “debajo” del cruel sistema, del siniestro negocio de la guerra, pero lo fueron consiguiendo: Francia con la ocupación nazi y su brutal colaboracionismo; Italia con el tirano Mussolini y Alemania bajo la histeria de quien quería dominar el mundo, ese Adolfo Hitler, líder mesiánico al que los demócratas del mundo —incluido Estados Unidos— permitieron avanzar hasta que la Rusia estalinista dijo ¡basta! Todos pudieron enterrar a sus muertos.

  Sólo los gobiernos de España, tras un golpe de Estado a un gobierno democrático en 1936, imponiendo una dictadura durante más de 36 años, no sólo no han compensado de ninguna manera a los familiares de sus asesinados, a sus víctimas morales y sociales, sino que ni siquiera han permitido desenterrar los cadáveres de los ejecutados fuera de toda ley y consenso, por absoluto abuso de poder.

 Una falsa transición ha hecho posible este crimen que se perpetúa, y el teatro sigue en pie con un desgarrador grito, con un enternecedor lamento, con un compromiso hermoso estéticamente y revolucionario políticamente. 

Matilla

 

¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra, estrenada en 1987, ha convocado a los muertos desde un principio, liderando el vértigo histórico, la crueldad imperante en una sociedad dirigida por los herederos de aquellos tiempos. Una sociedad implacable, aún hoy nacional-católica, que no juzga ni quiere implicarse en investigaciones que exigen, aquí y ahora, tribunales de Justicia argentinos.

 ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra, estrenada en 1987, dirigida y protagonizada por José Luis Gómez junto a Verónica Forqué, ha conocido diversas puestas en escena, también llevada al cine con mucho éxito, hasta el más difícil todavía de la temporada pasada, adaptada y producida por hombres de cine como José Luis García Sánchez y Andrés Vicente Gómez, convertida en musical entusiasta, como si fuera posible resucitar aquellos valerosos cadáveres que aún reclaman justicia.

 Muertos de ayer y de hoy que han conocido muchas maneras de interpretar esta función emotiva como pocas, profundamente política dentro de una estructura poético-teatral muy rica en matices en la que cada pareja de actores impone su estilo y con él una manera de interpretar y sentir la tragedia.

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 El hermoso desnudo de Elisa Matilla

 Es esta una puesta en escena de José Bornás muy medida, muy sutil, en la que se ha preferido sondear el territorio tierno de la dulce muerte, la belleza delgada de Carmela-Matilla, en un tono tierno, envolvente, que seduce y conmueve desde que aparece entre las tinieblas de un escenario de barraca y hambre donde su querido Paulino sobrevive “como lo que siempre fuiste, un cagón”… Y ese, su cagón adorable por muchos motivos que desgrana, la acompaña en el recuerdo de aquel tiempo que compartieron en medio de la guerra, como pobres cómicos de variedades en tierra de nadie y de todos…

Carmela-Matilla en una escena clave va envuelta en la bandera republicana y por primera vez —en las cuatro versiones que he visto no sucedió nunca— al quitársela y recibir las balas, exhibe su hermoso cuerpo desnudo con manchas de sangre. Si en esta versión no hay nada de histriónico ni de exuberancia sexual, al llegar a la recta final la soledad de estos personajes alcanza lo sublime, generando una emoción que reposa en el talento de sus actores.

 Cantan y bailan en justa medida, breves son las contundentes imágenes del No-Do de los que ganaron la guerra, y Elisa Matilla (tan dúctil en la comedia como en los clásicos) se colma de poética belleza vestida y desnuda, de simpático gracejo cuando toca, y nos brinda el monólogo final desde los estertores del cadáver triste, todavía sumido en una “España, España, España” que agoniza…

 No podría Matilla lograr tanto sin la estupenda personificación de Jacobo Dicenta en una formidable creación de Paulino carente del tono esperpéntico con que suele tratarse; es aquí un comicastro miedoso al que todo le cuesta mucho, menos el amor de su Carmela. La prudente distancia con que Dicenta compone este personaje, por lo general dado a un juego grotesco, destaca especialmente en la escena en que está al mando de quien antes fuera su ayudante, y ante él suplica un nuevo puesto de trabajo… Con muy poco transmite el dolor extremo de la miseria que circunda en la posguerra, antes de volver a su chica predilecta, portadora de las voces de los muertos que todavía reclaman justicia.

 

¡Ay, Carmela!

 Autor: José Sanchis Sinisterra

Dirección y espacio sonoro: José Bornás

Intérpretes: Elisa Matilla, Jacobo Dicenta

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar

Diseño de iluminación: Juanjo Llorens

Fotografía: Joaquín Clares

Coreografía y movimiento: Carlos Chamorro

Voz: Vanessa Martínez

Dramaturgia y asesoría textual: Jesús Laiz

Producción ejecutiva: Nacho Vilar

Producción: Nacho Vilar Producciones. Apata Teatro. Producciones Gaupasa.

Lugar: Teatro Galileo.

Fechas: Del 21 de marzo al 27 de abril.

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