Entrevista a Peter James por su nuevo trabajo «Esquivar la muerte»
Por Benito Garrido.
Desde que iniciara la serie sobre Roy Grace, en la actualidad superintendente del departamento de policía de Sussex (Reino Unido), Peter James ha ido incrementando la complejidad de los casos investigados por su personaje, pero en Esquivar la muerte (Roca Editorial, 2014), no sólo presenta a un criminal obsesionado con matar a una superestrella del rock, sino que dibuja un entramado de maquinaciones, venganzas y odios muy superior a lo que nos tenía acostumbrados.
El escritor y productor de cine Peter James ha visto traducida su obra a 26 idiomas. Recientemente publicó Una muerte sencilla, Muerte prevista, Casi muerto, Las huellas del hombre muerto y Traficantes de muerte, que conforman la serie policíaca protagonizada por Roy Grace. El autor ha ganado múltiples galardones tanto por sus películas como por sus novelas, siendo destacables el Prix Coeur Noir 2007 y el Le Prix Polar Internacional 2006, ambos por Una muerte sencilla. Además, en Alemania fue considerado “El mejor escritor de crímenes”.
Peter James visitará Barcelona el cercano mes de febrero coincidiendo con la cita anual que sobre novela negra se celebra en la ciudad, la BCNegra 2014.
El martes día 4 a las 18:00h participará en La Capella (Hospital, 56) en una conversación con Antonio Lozano y Sophie Hannah bajo el título “Crime no es crimen. Parece como si sonara mejor en inglés”.
Esquivar la muerte. Peter James. Roca Editorial, 2014. 240 páginas. 24,00 €
Para el productor de Los Ángeles Larry Brooker, esta es la película que podría traerle la suerte que durante tanto tiempo le ha estado esquivando. Para la estrella mundial, Gaia, desesperada por que la tomen en serio como actriz, este es el papel que podría darle una nominación a los Oscars. Para la ciudad de Brighton, los ingresos y la publicidad que puede llegar a traer una superproducción de Hollywood sobre la mayor historia de amor –la del el rey Jorge IV y Maria Fitzherbert– de la que la ciudad fue escenario, son incalculables. Pero para el detective Roy Grace todo esto es una pesadilla hecha realidad. Un acosador obsesionado por Gaia anda suelto, incluso parece que ha viajado desde California a Brighton y ahí está, esperando, vigilando, acechando…
P.- ¿Cómo surgió la idea para hacer este fantástico thriller? ¿Quizá algún caso real?
La idea me la dio en primer lugar mi propia vivencia: Durante once años sufrí el acoso de un admirador obsesionado que me fue dando cada vez más miedo. En segundo lugar, mi experiencia de trabajo en películas con muchas estrellas del cine como Sharon Stone, Robert DeNiro, Peter Sellers, Richard Burton, Elizabeth Taylor, Penélope Cruz, Charlize Theron o Al Pacino. Muchas estrellas protegen su vida privada pero también, en general, les afecta que sus admiradores dejen de seguirles, y por eso cuentan por Twitter o Facebook dónde van y qué hacen. Es como si no soportaran a los admiradores posesivos y cotillas, pero tampoco pudieran vivir sin ellos.
P.- Esta pregunta me resulta obligada: ¿cómo nació el detective Roy Grace? ¿En quién se inspiró?
Hace quince años me presentaron a un joven inspector de la policía, un tal David Gaylor, una promesa del departamento de investigación criminal de Sussex. Cuando entré en su despacho lo encontré lleno de cajas de plástico por todas partes repletas hasta los topes de carpetillas de archivador. Le pregunté si es que estaba en plena mudanza de despacho y él me contestó con sonrisa irónica: «No, esos son mis amigos fenecidos». Por un instante creí que acababa de conocer a un verdadero friki. Pero entonces me explicó que además de su trabajo como investigador de homicidios, le habían encomendado la reapertura de casos sin resolver para aplicarles los nuevos avances en materia de medicina forense. Y me dijo una cosa que me llegó al alma: «Cada una de esas cajas contiene los archivos principales de un asesinato no resuelto: Yo soy la última oportunidad que tienen las víctimas de que se les haga justicia, y soy la última oportunidad que cada una de sus familias tiene para poder superar la tragedia».
Me encantaron los rasgos tan profundamente humanos de aquel hombre. En su trabajo tenía que ver las escenas más espantosas imaginables (e inimaginables), y aun así conservaba una humanidad serena y gentil. Y este aspecto es una de las características esenciales de prácticamente todos los investigadores de homicidios que he conocido: Son gente serena, amable y que se preocupa de verdad por los demás. En muchísimos casos establecen una conexión cercana con los seres queridos de la víctima, y para ellos resolver el crimen se convierte en un asunto personal. Por eso tan a menudo, incluso años después de haber dejado el cuerpo policial, muchos investigadores siguen dándole vueltas a algún caso que no lograron resolver durante sus años de profesión. El fundador del FBI, J. Edgar Hoover, dijo: «No hay mayor honor para un agente, ni deber más profundo, que el de serle confiada la investigación de la muerte de otro ser humano».
La primera vez que hablé con el inspector David Gaylor, él me preguntó por la novela en la que llevaba un tiempo trabajando y al instante empezó a hacerme sugerencias imaginativas relacionadas con aspectos policiales (y no policiales también). Comprendí que para ser un buen investigador de homicidios no solo tienes que tener una mente muy analítica, sino también muy imaginativa. Esto se debe a que resolver un crimen complicado es como resolver un gigantesco rompecabezas, en el que normalmente falta una pieza clave. A partir de ese día adopté la costumbre de hablar antes con él sobre los argumentos de mis novelas. Cuando Macmillan me propuso crear un detective de ficción, David había sido ascendido a Inspector en Jefe de la Policía de Sussex, responsable de Revisiones de Delitos Graves. Le pregunté qué le parecía convertirse en personaje de novela y le encantó la idea. Hoy en día va leyendo las páginas conforme las escribo y me ofrece sus opiniones sobre cómo pensaría un inspector de carne y hueso si estuviera en la piel de Roy Grace.
P.- Esquivar la muerte es una novela negra de impecable perfil dentro del género. ¿Estamos viviendo el gran apogeo de la novela criminal? ¿Por qué crees que tiene tanto éxito entre los lectores?
Escribo novela negra porque aunque quiera escribir thrillers, lo que quiero es escribir acerca de la naturaleza humana, acerca de por qué hacemos lo que hacemos, y creo que la mejor manera de observar el mundo es a través de los ojos de la policía. A lo largo de su vida profesional en el cuerpo policial, el agente medio tiene la oportunidad de ver prácticamente todas las facetas de la condición humana, desde la violencia hasta la tragedia, pasando por la comedia. Desde gente buena hasta gente totalmente depravada. Yo creo que lo que se nos olvida es cuántos de los grandes autores del pasado escribían sobre lo que hoy podríamos denominar «género criminal». Por ejemplo, más de la mitad de las obras de Shakespeare contienen escenas de juicios. Fíjate en las obras de algunos de los mayores autores del pasado. «Crimen y castigo» de Dostoievski es una magnífica novela negra. Y si nos remontamos a los griegos… Todas aquellas tragedias eran también una especie de «historias criminales». Y la última novela de Charles Dickens fue una novela negra.
P.- En esta ocasión tratas el tema del acosador obsesionado. ¿Otra muestra más de la inesperada y diversa naturaleza humana que tan bien sabes reflejar?
La obsesión es un tema que me fascina. Actualmente estoy trabajando en la décima entrega de la serie Roy Grace, que también se inspira en otro caso auténtico de obsesión a raíz del encuentro de un hombre y una mujer a través de una agencia de contactos. En toda relación amorosa muchas veces uno de los dos está más enamorado que el otro. Esto puede provocar toda clase de conflictos, y ese es un tema que me interesa mucho.
P.- Escribes desde la perspectiva de cada uno de los personajes implicados, sea asesino, víctima o policía. ¿Es la mejor forma de adentrarse totalmente en la historia?
Para mí es la única forma que quiero a la hora de escribir. Me interesa por igual tanto el modo en que una persona se convierte en asesino como el modo en que una persona se convierte en víctima. ¿Hasta qué punto las víctimas son totalmente inocentes, hasta qué punto son más bien artífices de su propio infortunio? Sumado al rompecabezas inmenso que es cada investigación, la policía aprende mucho no solo sobre las personas que perpetran los crímenes sino también sobre las víctimas.
P.- ¿Cómo es el proceso de documentación de Peter James a la hora de plantearse escribir un libro como este?
Me planifico con dos o tres años de antelación. Para esta novela hablé con muchos psicólogos y contraté a uno durante un año para llevar a cabo un estudio de los personajes que planeaba crear, con el fin de que me ayudase a darles verosimilitud. Una de las partes fascinantes del proceso de documentación consistió en pasar un tiempo en Estados Unidos con agentes veteranos del grupo del departamento de policía de Los Angeles encargado de casos de acoso, o como lo llaman ellos: «Unidad de gestión de amenazas». Son los que tienen más famosos de primera por kilómetro cuadrado de todo el planeta y tienen que controlar el tema. El jefe de este departamento, Luis Moore, me contó que el mayor problema al que se enfrenta la policía es saber cuándo una amenaza es real. Hay actores venidos a menos que se sacan de la manga un acosador para darse publicidad. Otros le dicen a la policía que les persigue un acosador y piden que se cierre un centro comercial para poder ir de compras sin correr peligro, y luego la policía se entera de que han contado por Twitter y por Facebook cuándo y dónde van a estar exactamente.
P.- Creo que es el octavo título con Roy Grace como protagonista, casi forma parte de ti. ¿Cuánto de James tiene Grace? ¿Y cuánto de Grace ha aprendido James?
Hay mucho de mi en Roy Grace, en sus actitudes, en sus gustos a la hora de beber, y de fumar, en sus preferencias sobre mujeres, en las cosas que le sacan de sus casillas. Creo que somos dos tipos muy parecidos. Pero sin duda él es mucho más valiente que yo.
P.- Los psicópatas o paranoicos como el de tu libro, ¿sólo están en EEUU o podemos encontrarlos en cualquier momento y tras cualquier esquina?
Hay psicópatas y paranoicos en todos los países y en todas las culturas del mundo. En parte debido a la libertad de acceso a las armas de fuego, en Estados Unidos se manifiestan más a menudo a través de una violencia salvaje más que en la mayoría de los países occidentales. Para que te hagas una idea, en Sussex, donde vive Roy Grace, tenemos 12 homicidios al año. En Los Angeles tienen 25 homicidios por arma de fuego los fines de semana tranquilos…
P.- Esquivar la muerte es una novela muy visual y cinematográfica, ágil, a veces de un ritmo vertiginoso fortalecido a través de capítulos cortos y contundentes. ¿Herencia quizá de tu experiencia en el mundo del séptimo arte?
Creo que los años que trabajé en el cine y la televisión me han sido de gran ayuda a la hora de estructurar mi manera de escribir. Y creo que parece dar buen resultado también en cuanto a la manera en que lee mucha gente. Yo suelo leer por las noches, en la cama, y me encantan los libros que tienen capítulos cortos. Así, por muy cansando que esté, siempre puedo leerme uno o dos capítulos… o tres… ¡o cuatro! También las películas nos enganchan al intercalar escenas y personajes, y me encanta aplicarlo como un truco para que mis lectores no puedan parar de leer.
P.- Autor reconocido y seguido por hordas de lectores… A partir de esos momentos, ¿cada nueva novela se convierte en un reto?
Siempre que empiezo una nueva novela estoy hecho un manojo de nervios, y la presión va en aumento a medida que pasa el tiempo. Soy muy consciente de que muchos de mis autores favoritos, que escribieron largas series de libros, fueron perdiendo fuelle hasta que sus novelas acabaron por apagarse. Pienso que Alistair Maclean fue buena muestra de ello. Yo me esfuerzo por intentar subir el listón un poco más en cada nueva novela. No quiero por nada del mundo tener la sensación de deslizarme en «punto muerto».
P.- Hay una pregunta que por reiterativa puede ser incómoda pero que a mí me gusta mucho hacer: ¿Cuáles han sido los referentes literarios que han marcado tu escritura?
En mi opinión se trata de una pregunta tremendamente importante. Tuve muchas, muchas influencias literarias de los tiempos en que empezaba a aficionarme a la lectura, pero hay una que destaca claramente entre todas las demás y que fue quien hizo que deseara escribir novela negra ambientada en Brighton, y esa figura es Graham Greene. «Brighton Rock» de Graham Greene es, simple y llanamente, el libro que me cambió la vida. La primera vez que lo leí, siendo un chaval de 14 años de Brighton, supe, al terminarlo, que yo también quería ser escritor. Me prometí que algún día escribiría una novela ambientada también en Brighton que pudiera considerarse al menos un diez por ciento tan buena como «Brighton Rock»… A modo de cariñoso homenaje, en mi novela «Tan muerto como tú», de la saga de Roy Grace, creé un villano llamado Spicer.
Me aficioné a la novela negra desde muy jovencito, en especial con autores como Conan Doyle y Agatha Christie, pero hasta «Brighton Rock» tenía la sensación de que la novela negra británica giraba siempre en torno a la resolución ingeniosa de un rompecabezas complicado, y poco más. Se encontraba un cadáver nada más empezar, frecuentemente en el primer capítulo, y el resto de la narración trataba de cómo el detective héroe encontraba al asesino y en última instancia se enfrentaba a él y lo arrestaba. Graham Greene tiró el manual por la ventana. Fue el primer thriller criminal que leí que tenía que ver con el mundo interior de los malos y que los convertía en los personajes principales. Realmente sentó las bases de algo nuevo, y lo considero una influencia enorme en mi manera de escribir hoy en día mis novelas de la serie de Roy Grace.
Me enganchó desde la primera frase, seguramente una de las frases iniciales más potentes de la historia: Sin llevar ni tres horas en Brighton, Hale supo que iban a matarle. Reto a cualquiera que lea esta frase a no leer el resto del libro. Aquello me hizo entender hasta qué punto es importante la primera frase de una novela. Cada vez que empiezo a escribir un novela me acuerdo de aquella frase, e intento dar con una que resulte así de potente. Y no se trata solo de su primera frase; «Brighton Rock» contiene una última frase igual de fuerte. Una frase demoledoramente ingeniosa, y sumamente arcana. Terminas de leer el libro con un cosquilleo, con la imaginación a todo gas.
Greene refleja vívidamente el lado oscuro de Brighton-Hove y en muchos aspectos su narrativa es hoy tan relevante como cuando escribió el libro. Siendo yo mismo un adolescente de Brighton, me puso los pelos de punta conocer el mar de fondo de la delincuencia que permeaba cada calle y cada pasadizo. Determinados apellidos de familias de delincuentes me daban escalofríos. Habían atemorizado la ciudad históricamente, con sus montajes para protegerse, su violencia incipiente, sus armas, su impunidad flagrante. Al parecer la policía en los años 1930 no tenía nada que hacer frente a los listillos de Greene, que helaban la sangre en las venas. Con todo, lejos de ser simplemente un thriller de una tensión increíble, Greene utiliza esta novela para explorar los grandes temas de la fe religiosa, el amor y el honor. Y para remate es además una obra única en el sentido de que es una de las pocas novelas en las que la adaptación cinematográfica original, en la que Richard Attenborough interpreta a Pinkie, es tan buena que más que reducir el libro, lo complementa. Los personajes son maravillosos, humanos, profundamente imperfectos y trágicos. La historia se cuenta casi enteramente a través de los ojos de los malos y de dos mujeres: Ida, la fulana con corazón y con la lengua suelta, y Rose, corta de entendederas y devota («Estaba a punto de murmurar sus rápidos Padrenuestro y Avemarías mientras se vestía, cuando recordó… ¿De qué servía ponerse ahora a rezar? Había elegido en qué bando estar: Si le condenaban a él, tendrían que condenarla a ella también, ¿quién creía que podían redimirlos?»). Pinkie es una creación magistral. En mi opinión, entra en la misma categoría que los grandes malos de ficción. Un gánster adolescente que ve su oportunidad de hacerse con el control de una banda de un hombre mucho mayor que él y más experimentado. Puede ser un asesino malicioso, cruel y despiadado, pero hay algo que le ronda: el miedo a la condena eterna por una fe católica de la que no es capaz de librarse. Lo odias y a la vez te hechiza, y hay momentos en que te inspira compasión.
Lo que siempre me ha apasionado de la literatura de Graham Greene, de todas sus novelas, es que tiene una manera de describir a los personajes en unas cuantas frases, que te genera la sensación de conocer todos sus entresijos e incluso de pensar que los has conocido en persona. Y su sentido del «dónde» es casi palpable. Lo que de verdad hace atractiva una novela, a mi modo de ver, son los personajes creados por el autor. Si una persona despierta el suficiente interés en ti, te quedarás a su lado mientras lee en voz alta trescientas páginas de la guía telefónica. Graham Greene es uno de los grandes maestros en esta cuestión. Con unas pocas pinceladas sabe crear la sensación de que serías capaz de reconocer a ese personaje si viniese andando por la calle hacia ti. Como Ida, la imperfecta pero vívida Ida: La vida era la luz del sol reflejada en los pilares metálicos de una cama, el oporto Ruby, el vuelco del corazón cuando el segundón por el que has apostado cruza la meta… La muerte la impactaba, tan importante era para ella la vida.
Para mí el gran plus es ese sentido palpable del «dónde» que transmite Greene, que no era oriundo de Brighton. Es lo que me esfuerzo por conseguir en mis novelas de Roy Grace. La ciudad de Brighton-Hove es un personaje tan importante como lo puedan ser Roy Grace y su equipo. Mi tesis es que el común denominador de todas las ciudades más vibrantes del planeta es un oscuro mar de fondo de actividad delictiva. En el Reino Unido tenemos un montón de ciudades costeras turísticas agradables, pero solo una goza de estatus icónico a escala mundial: Brighton, bendecida (o maldita) desde hace 70 años con el ingrato sobrenombre de Capital de la Delincuencia de Reino Unido. Graham Greene la puso en el mapa de la delincuencia. Y supongo que yo hago todo lo que puedo por que siga ahí…
P.- ¿Tienes ya nuevos proyectos entre manos?
Pues estoy terminando justamente la décima entrega de la saga Roy Grace y estoy a punto de empezar la duodécima. Además, me llena de emoción saber que este año van a comenzar los trabajos para la serie de televisión basada en las novelas de Roy Grace y el año que viene, aparte, una película basada en la primera, «Una muerte sencilla»