Hallgrímur Helgason habla de 'La mujer a 1000º' que mira el mundo desde un garaje
Por Benito Garrido.
«Vivo sola en un garaje, con un ordenador portátil y una vieja granada de mano. Es comodísimo.» Así comienza la última novela del escritor islandés Hallgrímur Helgason, La mujer a 1000º (Editorial Lumen, 2013). No es un mal comienzo y sin embargo, se queda muy corto para lo que esta novela encierra y para lo que este personaje cínico, complejo e inteligente dará de sí. Una anciana señora que reserva hora para su incineración. No se desvela nada. La reserva la hace al principio del libro, quedan muchas páginas para darse cuenta de que, en realidad, ese horno a mil grados no es más que una enorme metáfora de la Segunda Guerra Mundial. Un verdadero alegato contra la guerra, una novela cargada de historias alrededor de una mujer de la que llegaremos a saber todo, una historia que comienza en aquellos tiempos en que nadie hablaba inglés en Europa y concluye durante los días de un mundo hiperconectado en los que todo el mundo habla de crisis.
La mujer a 1000º. Hallgrímur Helgason. Traducido por Enrique Bernárdez. Editorial Lumen, 2013. 640 páginas. 22,90 €
Hallgrímur Helgason nació en 1959 en Reykiavik. Empezó su carrera profesional como pintor y tiene cuadros expuestos en más de treinta países. Su novela más conocida, 101 Reykjavik, fue llevada al cine con mucho éxito y una notable repercusión internacional. Otra novela suya, titulada The Author of Iceland fue galardonada con el Icelandic Prize for Literature en 2001. Además de dedicarse a la narrativa, Hallgrímur es autor de teatro, poesía y de una gran cantidad de artículos periodísticos que analizan la situación política y social de su país. La mujer a 1000 grados es su novela más reciente y polémica.
P.- En el prólogo cuenta como contactó con Herra, la protagonista, y decidió escribir sobre ella. Pero, ¿tanto puede llegar a impresionar un personaje que se ha tratado una sola vez, como para escribir un libro que gira en torno a él?
No fue tan sencilla la cosa. Por supuesto que me impresionó su carácter, su personalidad, y también la idea de una señora anciana viviendo en un garaje. Igualmente me impresionó que me contase que estaba en contacto por correo electrónico con gente de Sudamérica, Indonesia y otros lugares. Era una mujer con grandes conocimientos sobre tecnología, tenía incluso una televisión por satélite. Recuerdo que me decía cosas como “no me gusta google, mejor el sistema de búsqueda de yahoo”, algo realmente sorprendente para una mujer de ochenta años. Tras aquel contacto, pensé en volver a visitarla, pero no lo hice inmediatamente. Tardé dos años en volver, pero ya había fallecido. Descubrí entonces que no se trataba de un mujer corriente: había publicado su biografía, vivido en muchos países, que había tenido una vida muy dramática, era nieta del primer presidente de Islandia… Con todo ese material delante no puede evitar plantearme que tenía que escribir una novela sobre esa mujer.
P.- ¿Cómo se empieza a escribir un libro biográfico tan especial como este… tirando de documentación, de imaginación, de psicología…?
Un poco de todo: había hablado con la mujer en cuestión, leído su biografía, hablado con su hija, me documenté, viajé a los lugares en los que ella había estado, traté de imaginarme otros lugares relacionados con ella, hice algunos cambios… Y con todo aquello traté de escribir un buen relato. El problema de las biografías es que normalmente son lineales, van del nacimiento a la muerte, pero cuando la conviertes en una novela debes encontrar otra estructura que sea más interesante. En el caso de mi novela la estructura dramática se sustenta en algo clave que es la relación que tienen padre e hija durante el periodo de la segunda guerra mundial. Y esa clave dramática he tratado de distribuirla literariamente hablando a lo largo de todo el libro para que la tensión se mantenga hasta el final. Buscaba una historia que no fuese secuencial ni cronológica.
P.- ¿Resulta complicado ponerse en la piel de una mujer como Herra (cínica, mordaz, escéptica) para relatar su vida? ¿Hay que ser un poco feminista para hacerlo?
Sí fue difícil, pero piensa que para un escritor las cosas difíciles son más tentadoras. Ponerse en la piel de una mujer ha sido un gran esfuerzo buscando siempre hacerlo lo mejor posible. Hay que ver los acontecimientos con detenimiento, las actitudes y pensar mucho todo lo que rodeó a aquella mujer para que cuadre con sus circunstancias. La lucha se da entonces entre la realidad y la imaginación. El papel del escritor en ese sentido es convertir la realidad en ficción y la ficción en realidad, de tal forma que se desarrolle una historia que resulte interesante al lector, donde la ficción transmita la suficiente verosimilitud como para que el lector crea lo que lee. En este libro hay un cincuenta por ciento de realidad y un cincuenta por ciento de ficción.
P.- ¿Quizás la mujer termina convirtiéndose en una representación de la sociedad islandesa?
No tanto de la sociedad como del país mismo y su destino. En cierto modo se podría decir que ella fue desarraigada con la segunda guerra mundial, y lo mismo ocurrió a Islandia. En cuestión de solo cinco años Islandia pasó de ser un país de la edad de piedra a entrar en la modernidad. Se perdieron por completo las raíces, y desde entonces hemos estado tratando de ubicarnos en el mundo. No teníamos claro si preferíamos ser americanos, escandinavos, o pertenecer quizás a las islas británicas.
P.- No deja títere con cabeza en la historia europea del último siglo, pero sobre todo su crítica se vuelca con los ingleses…
Sí, así es, quizá esa sea la razón de que no tenga una editorial británica.
P.- Su escritura es fresca, ágil, de frases cortas y diálogos hirientes que se organizan en torno a pequeñas historias que hablan de la gran Historia. Y sobre todo de la guerra, ese “agujero negro de la humanidad”. Y de las ideologías. Pero siempre en los límites.
Sí que tiendo a escribir de forma drástica, radical, extrema, decisiva, con un idioma claro. Ese ha sido mi estilo. No soy un escritor ambiguo, lo que sí que es cierto es que me gusta volcarme de vez en cuando con ciertos trazos poéticos. Y cuando uno habla de temas como esos, el escritor tiende a ir hacia los extremos, y entonces uno mismo acaba escribiendo de un modo y con un estilo extremo. Este libro trata de una mujer que ha sufrido el nazismo, que ha vivido el comunismo, y que por tanto, es víctima de esas ideologías, de esos extremos. El resultado es un personaje al límite porque los extremos lo han conformado.
P.- La ironía y el sarcasmo, la tragicomedia, son las armas narrativas que más utiliza en su escritura.
Creo que cuando uno habla de cosas dramáticas es bueno introducir el humor. Es más, no creo que deba distinguirse entre comedia y tragedia, las dos pueden darse mezcladas. De todas formas el humor siempre ha sido un elemento muy importante en mis novelas. Creo que no podría dejarlo de lado, siempre aparece cuando me pongo a escribir. El humor es como mi perro: siempre se pone a ladrar en medio de un capítulo.
P.- La crítica ha sido unánime con su novela: “una bomba en la línea de flotación de nuestra sociedad”.
Me gusta que mis libros no dejen indiferente al lector. Me gusta que se hable de ellos, y si es de esta modo, pues aún mejor. Me gusta que lo comparen con una bomba.
P.- Como deja bien claro en su libro, las redes sociales son realmente importantes hoy día en nuestras vidas, sobre todo cuando la situación es de aislamiento, como Herra. ¿El mundo interconectado es el mundo del futuro?
Espero que sí. Pero siempre existe el peligro de que retrocedamos y que tratemos de limitarlo o restringirlo. En cuanto a ese tema, ahora estamos viviendo una época de oro que puede que no sea eterna. Si internet se utiliza como hacen los estadounidenses, para espiar a los demás, lo único que puede provocar es que nos veamos obligados a limitar nuestra propia libertad. Esperemos que eso no ocurra, pero las fuerzas del mal siempre terminan atrapándonos, y destruyendo las cosas buenas.
En concreto a la protagonista solo le queda la libertad que le da internet para salvar una situación triste, para convertir su vida en algo divertido. Nunca fue capaz de tener una vida familiar normal, ni de tener una buena relación con sus hijos, la guerra la expulsó de la sociedad y la metió en su propio y particular infierno. Siempre ha estado sola, pues nadie ha sido capaz de entenderla. Eso fue lo que más me fascinó de ella, de hecho, las cosas que nunca terminamos de entender son las que más nos fascinan.
P.- Pintor, escritor, columnista periodístico… En las facetas creativas solo le falta hacer música. ¿Le compensó dejar el arte para pasarse al mundo editorial?
Escribí una canción una vez, una canción de amor triste, que incluso fue grabada. Pero eso ya pertenece al siglo pasado.
Ser escritor en Islandia es diferente. No es lo mismo ser escritor que ser pintor. Allí, escritor es una profesión importante: se gana más dinero escribiendo que pintando. Hubo un momento incluso que un cuadro mío se vendió por mucho dinero, de hecho, es el cuadro más caro de la historia de Islandia, pero eso fue durante los años de la burbuja artística. Todo ocurrió en una gala de UNICEF en la que los nuevos ricos islandeses se congregaron para recaudar fondos: la idea era pujar en plan subasta por un lienzo en blanco que yo luego pintaría. Como todos iban ya un poco bebidos, la puja alcanzó una cifra realmente escandalosa. Fue como una pesadilla pues me planteaba que podría pintar en un lienzo por el que se había pagado tanto dinero, pero lo mejor sería cuando luego pregunté al comprador que quería que pintase, y me dijo literalmente, pinte usted lo que quiera. Decidí entonces pintar a Dios en un carruaje por las calles de Reykiavik. Lo mejor es que ese dinero iba destinado a una organización humanitaria. Después de aquella experiencia, como de pintor renacentista auspiciado por mecenas, decidí volcarme aún más en mi faceta de escritor.
P.- Supongo que como artista y literato que es, usted también habrá viajado mucho por el mundo. ¿Qué lugares le han impactado más y a cuales no volvería? ¿Coincide quizás con la protagonista?
Creo que la ciudad que me causó más efecto fue Nueva York. Viví ahí durante tres años cuando era joven, nunca fui a la universidad, pero Manhattan fue mi universidad. Por aquel entonces yo era un joven artista que pretendía hacerme un hueco en el mercado del arte en un momento difícil.
París, aunque no sale muy bien parada en el relato, también ocupa un lugar importante en mi corazón. Viví allí cinco años, de hecho, utilicé mi propia experiencia en esa ciudad para escribir este libro: mientras estaba allí mi mujer huyó con un francés, entonces me sentí traicionado por toda la ciudad de París. Regresar allí es como volver al lugar en que uno fue traicionado, y eso es algo que siempre produce profundo dolor. Hace unos meses llevé a mi hija a la capital francesa, y ella solo vio lo bonito de la ciudad, algo que a mí por contagio me permitió curar esa pasada herida, acabar con esos pensamientos negativos que sobre París tenía.
P.- Estamos empezando a conocer facetas importantes de la cultura islandesa que hasta hace poco no se conocían (cine, literatura, música…) ¿Qué ha ocurrido últimamente en su país?
Es una mezcla de varios factores: durante mil años estuvimos encerrados en un armario, y como no podíamos salir de él, nadie nos veía, ni siquiera sabían que existíamos, como olvidados en el frío océano. En el siglo XX entramos en contacto con otros países, pudimos empezar a viajar aunque seguíamos siendo desconocidos. Fuimos conscientes de nuestro complejo de inferioridad y eso nos empujó a buscar nuevos caminos: música que intentaba exportarse, partidos de fútbol que luego siempre perdíamos… Y de repente, poco a poco, comenzamos a hacernos oír… A principios de los ochenta apareció Björk (hay un antes y un después de ella) y se nos empezó a conocer en el mundo, dejamos de ser los perdedores, y todo el mundo empezó a fijarse en los islandeses. Ahí además los desastres naturales jugaron a nuestro favor: un volcán cuya erupción obliga a cerrar casi todos los aeropuertos europeos. Si le añades la crisis financiera, la publicidad del país estaba asegurada. Los artistas, músicos y escritores hemos ido a la estela de todos estos acontecimientos.