Entrevista a Ben Lerner por "Saliendo de la estación de Atocha"
Por Benito Garrido.
Ben Lerner (Kansas, 1979) hace una escritura diferente, curiosamente adictiva. Autor sobre todo de poesía (The Lichtenberg Figures, Angle of Yaw y Mean Free Path), Lerner es profesor de escritura en el Brooklyn College. Finalista del prestigioso National Book Award y becado por la Howard Foundation, Saliendo de la estación de Atocha es su primera novela con la que ha cosechado un enorme reconocimiento por parte de la crítica especializada.
Saliendo de la estación de Atocha. Ben Lerner. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. Editorial Mondadori, 2013. 208 páginas. 16,90 €
Adam Gordon disfruta de una prestigiosa beca en Madrid para llevar a cabo lo que él grandilocuentemente llama «proyecto poético». Sin embargo, también trata de desentrañar su identidad, así como su relación con el arte. Animado por cantidades ingentes de café que rebaja con tranquilizantes que él mismo se prescribe, la búsqueda de Adam le llevará a conocer una ciudad que está a punto de vivir un importante capítulo de su historia.
Con una prosa que se mueve entre la tragedia y la comedia, el desdén y la burla, esta novela ha convertido a Ben Lerner en uno de los autores americanos más premiados de los últimos años.
Entrevista:
P.- ¿Cómo y cuando surgió la idea de esta historia de descubrimientos tanto físicos como personales?
La novela es una mezcla de experiencia autobiográfica y pura ficción. Empecé a escribirla en el año 2009. Hace poco terminé mi tercer libro de poesía, así como una serie de ensayos críticos. Creo que la novela me atrajo más por la forma, en el planteamiento, ya que me permitió plasmar mis ideas acerca de la poesía y lo poético y colocarlas en el mundo (insertándolas en la vida de un personaje y viéndolas extenderse a otros ámbitos de su experiencia). Adam Gordon es como una versión exagerada de mi mismo pero más joven (una mezcla de neurosis y de idealismo). Él está tratando de dar sentido a su propia identidad, a su presencia en un mundo donde los límites entre realidad y ficción son cada vez más borrosos.
P.- Divertida historia de un poeta al que todos consideran bueno menos él mismo, que viene a Madrid con una beca, pero ni siquiera conoce bien la lengua. ¿Haces quizá una parodia del fracaso, incluso del fraude, de este hombre ante la literatura, frente al lenguaje?
No estoy muy seguro de que debamos creer a Adam Gordon acerca de su nivel de español y su fluidez con el idioma. Cada vez que intenta excusarse o evadir la responsabilidad de sus palabras diciéndole a un amigo o una amante que no habla español, ellos le corrigen e insisten en que habla bastante bien. Él es un personaje tan poco de fiar que ni de sus autodescripciones como incompetente o fraudulento podría uno llegar a fiarse. En ese sentido, Adam es un fraude tal que incluso hasta su fraudulencia podría ser fraudulenta – constantemente se burla de la poesía en general, y de sus propias habilidades lingüísticas en particular – pero a pesar de eso, está consiguiendo desarrollar relaciones en español y se siente cada vez más comprometido con la literatura. Así que el libro es al mismo tiempo una parodia y una novela de crecimiento, de entrada en la madurez.
P.- Profunda y confusa reflexión sobre el lenguaje, sobre el entendimiento humano. Tú habitualmente escribes poesía, ¿crees que para tratar estos temas es mejor medio la novela?
Creo que la novela es el mejor camino para tratar esos problemas tan particulares, ya que puedes colocarlos en el contexto de tu propia experiencia vivida y al mismo tiempo hacer un seguimiento de cómo se despliegan en las interacciones sociales. Mi poesía tiende a ser menos narrativa. También la novela me permite suficiente distancia crítica respecto de la poesía, como para decir cosas sobre la misma poesía que normalmente son bastante difíciles de articular. En cierto modo, escribir una novela sería como tomar una obra de arte, ya sea poema o pintura, y colocarlo en un entorno determinado con el fin de provocar una respuesta concreta en el lector o el espectador.
P.- Tu novela da la impresión de ser algo que el autor realmente ha vivido, como si Adam Gordon y Ben Lerner fuesen la misma persona. ¿Cuánto realmente de autobiográfico hay en este libro?
El libro invita a esa pregunta porque Adam y yo obviamente compartimos muchas similitudes. Pero estoy más interesado en dejar ahí la cuestión – porque el libro trata tanto la interacción entre realidad y ficción, como la delgada línea entre autenticidad y fraude. En general, yo diría que Adam es una versión más odiosa de mí mismo a su edad, pero la obra, aunque sea difícil de aceptar, no es un libro de memorias.
P.- Adam siente a veces ansiedad por no comprender exactamente lo que le dicen, y asigna interpretaciones que pueden ser inexactas. En realidad, en la vida, en la poesía, en el arte todos es más o menos así: cada uno tiene su propia interpretación, ¿no?
Sí. A veces, las pérdidas de Adam en la traducción son un verdadero placer – una especie de ambigüedad poética con mucho potencial – y otras veces es aterrador, porque se siente totalmente excluido de cualquier posibilidad de comunicación. Creo que esta oscilación entre la sensación de plenitud y el solitario vacío forma parte de todo arte. En esa comunicación hay emoción pero también cierto vértigo implícito.
P.- En tu libro la relación entre poesía y arte es muy íntima. Formas de lenguaje diferentes pero ambas difícilmente comprensibles en muchas ocasiones para el ciudadano de a pie.
Creo que un objeto visual es otro tipo de texto – un texto sujeto a la interpretación pero también a la mala interpretación. Soy crítico de arte ocasional y llevo mucho tiempo interesado por la relación entre texto e imagen. Y en la ficción que escribo tiendo a colocar las artes visuales en relación con el arte verbal. Creo que tienes razón cuando dices que ambas tienen su propio lenguaje, su propia gramática.
P.- Los tópicos sobre la sociedad española salen a la luz con ironía e ingenio. ¿Crees que la visión de Adam es la que tienen en general los americanos?
Creo que Adam es una persona bastante extrema y particular, pero también creo que puede ser el representante de un cierto tipo de americano contemporáneo – un americano cuya característica más notable es su deseo de evitar a otros americanos, sobre todo porque se siente avergonzado de ser un representante del estilo capitalista estadounidense.
P.- Madrid es otro protagonista más de la novela, sus calles, museos, y bares. ¿Te identificaste con la ciudad a la hora de escribir sobre ella? Incluso los atentados del 15-M están presentes en tu novela. ¿Te resultó difícil tratar el tema?
Me encanta Madrid, pero al igual que Adam siempre me sentí como un extraño cuando estuve por aquí – a causa de las imperfecciones de mi español, por supuesto, pero también porque vivir en una ciudad solo durante nueve meses no te llega a dar ninguna perspectiva privilegiada de la cultura o su complejidad . Lo que uno encuentra cuando vive en el extranjero es tanto su propia personalidad liberada de las estructuras familiares, como los detalles de una nueva cultura. Pero lo cierto es que amo y amé Madrid, y la novela es inseparable de ese sentimiento. Resultó interesante e inquietante estar aquí cuando ocurrieron los terribles atentados. Pero mientras que los ataques fueron una verdadera tragedia para los españoles, también fueron algo estrechamente ligado a los efectos de la política exterior estadounidense. Adam siente una extraña mezcla de proximidad y distancia de aquello horribles acontecimientos y esa sensación es muy cercana a mi propia experiencia.
P.- Si Adam tuviese que darnos su poeta favorito en castellano, ¿cuál sería? ¿y novelista?
Creo que Adam está en deuda con muchos escritores en español – Bolaño, Marías, Vila Matas. Pero está más en deuda con Cervantes en el sentido de que él está teniendo su propio viaje quijotesco y que vive en Huertas, tan cerca de la Calle Cervantes. Creo que su poeta favorito en español sería César Vallejo, pero no tengo ni idea de por qué pienso eso.
P.- ¿Estás ya trabajando en nuevos proyectos de los que puedas hablar? ¿Volverás a la poesía o seguirás con otra nueva novela?
Estoy escribiendo muchas cosas a la vez: poesía, ensayo, y lo que espero se convierta en una novela. Sigo moviéndome de un género a otro, como si tuviera miedo de que, al no mantenerme en movimiento, pudiese empezar a hundirme. Creo que no tengo mucho control sobre lo que quiero escribir próximamente. El género te elige a ti tanto como tú eliges el género. Últimamente es una conversación, o una crítica de la vida, del lenguaje, sin importarme si la unidad de composición es una línea poética o una sentencia novelística.