¿Por qué nos interesa la ficción? (Una respuesta desde la Biología)
Por Natalia González de la Llana Fernández.
Siendo una fanática de la lectura y habiendo experimentado en carne propia los beneficios personales que me ha aportado el consumir ficción, nunca he tenido ninguna duda de que la literatura es más que un simple entretenimiento, más que un modo, entre otros muchos, de pasar un rato agradable huyendo de la a menudo cruda realidad que nos rodea.
Y, sin embargo, siempre me he preguntado si se podía llegar a saber con exactitud las razones por las que el ser humano como especie no ha podido prescindir nunca de la narración de historias que son manifiestamente “falsas”, que nunca han tenido lugar. Son muchas las posibles respuestas, parciales en la mayoría de los casos.
Recientemente, se ha investigado en este sentido desde un nuevo ángulo que no parte de los estudios de las Humanidades, sino que hace uso de los conocimientos sobre la teoría de la evolución para justificar la existencia del arte en general y de la ficción en particular.
Especial interés tiene, en mi opinión, el libro de Brian Boyd titulado “On the Origin of Stories. Evolution, Cognition and Fiction,” donde el autor defiende que las historias no son un puro ornamento que nos “embellece”, sino que poseen, en realidad, una función evolutiva, que cumplen un papel adaptativo.
Los cerebros humanos evolucionaron para permitirnos tomar mejores decisiones y las narraciones nos ofrecen justamente, o bien información social concreta que nos guíe con las decisiones inmediatas, o bien principios generales que podamos aplicar en circunstancias futuras. En especies sociales como la nuestra, la información estratégica que recibamos (quién duerme con quién, por qué alguien está enfadado) es tan importante para asegurar la supervivencia y el éxito reproductivo como el saber cuándo una fruta está lo bastante madura como para comérsela.
Los seres humanos queremos comprender lo mejor posible a los personajes de los libros, ya que esto nos ayuda a predecir el comportamiento de las personas que tenemos en nuestro entorno. El deseo que tenemos de adquirir información sobre los otros parece estar justificado adaptativamente.
La narrativa, por tanto, puede proveer a los lectores/oyentes claves para el presente, consejos del pasado y ejemplos para tomar decisiones futuras razonables, pero también el narrador obtiene beneficios, ya que la capacidad para obtener atención en los animales sociales está relacionada con un estatus elevado, lo cual, a su vez, repercute en la supervivencia y la reproducción. Además, aquellos que poseen la habilidad de contar historias sabiendo modelar las respuestas del público logran alcanzar una gran influencia.
Por otra parte, al igual que el juego es un espacio para la práctica de las habilidades físicas en muchas especies, la ficción, con sus rápidos cambios de lugar, tiempo y perspectiva, pretende hacer la cognición social mucho más rápida y eficiente. La ficción, propone Boyd, no establece, pero sí mejora nuestra capacidad para interpretar los acontecimientos, para comprender las situaciones sociales de la vida real aumentando la gama de experiencias vicarias y las opciones de comportamiento.
Muchos estudiosos señalan también la importancia de la empatía que conlleva la lectura, la cual conduciría, en su modo de ver, a un desarrollo del sentido de la moral. Si puedo ponerme en el lugar de distintas personas y entender por qué son como son, si “siento” con ellos (aquí las neuronas espejo parecen representar un papel fundamental), llegaré a convertirme en un ser altruista que se preocupa por los demás. Suzanne Keen, sin embargo, parece reacia a aceptar sin más, como un acto de fe, que la empatía que sienten los lectores por los personajes tenga un reflejo en sus acciones en la vida real. Según la autora de «Empathy and the Novel», faltan aún datos experimentales que demuestren dicha hipótesis.
Boyd señala, además, el desarrollo de la capacidad para reflexionar más allá de lo inmediato (del aquí y ahora), para darle vueltas en nuestra mente al mundo de lo posible como la que puede ser la función más importante de las ficciones.
La ficción parece ser, pues, un campo de entrenamiento para nuestro cerebro, una realidad virtual que simula los grandes problemas del ser humano, que nos permite conocer mejor a otros individuos y predecir su comportamiento, que nos ofrece posibles soluciones a los conflictos de nuestra vida, que mejora nuestras habilidades sociales a través de la empatía. Parece, entonces, que la ficción, a fin de cuentas, sí que era algo fundamental.
Totalmente de acuerdo con las ideas de Boyd. Y un artículo muy bien escrito. Gracias