Por Benito Garrido.

 

El escritor Pablo Martín Sánchez ha conseguido sorprender a todos con un obra sobresaliente, muy bien construida y realmente interesante, El anarquista que se llamaba como yo. Nacido en 1977 cerca de Reus, el autor es graduado superior en Arte Dramático, licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y máster en Humanidades. En el sector editorial, ha trabajado como lector, corrector, traductor y librero. Es fundador de la revista Verbigracia y miembro del equipo de redacción de la revista digital La Siega, actualmente es colaborador habitual de la revista Rinconete (Centro Virtual Cervantes) y realiza estudios de doctorado en Lille. Su debut literario fue con el libro de relatos Fricciones (2011).

 

El anarquistaEl anarquista que se llamaba como yo.  Pablo Martín Sánchez.  Editorial Acantilado, 2012.  624 páginas.  26,00 €

 

En 1924 era condenado a garrote vil el anarquista Pablo Martín Sánchez, acusado de atentar contra la dictadura de Primo de Rivera. Su homónimo, el escritor Pablo Martín Sánchez, busca, en esta inquietante novela, reconstruir su historia. A través de la vida del personaje y de  su mundo, asistimos a momentos capitales del devenir de la Europa contemporánea, como el nacimiento del cine, el movimiento anarquista en París y en la Argentina, la vida de relevantes intelectuales exiliados en Francia, la Semana Trágica de Barcelona o la crispación social del viejo continente en la época de entreguerras. El lector, con el ánimo en suspenso, asistirá atónito al destino que aguarda al protagonista. Sus aventuras y desventuras lo mantendrán atrapado en una trama apasionante y difícil de olvidar.

 

Entrevista:

 

P.- Cómo se te ocurrió escribir este libro es algo que ya sabemos por el prólogo, pero ¿crees que el proceso creativo puede originarse de esta manera: una idea furtiva que te atrapa y te hace seguir adelante con ella hasta configurar la historia a contar?

Bueno, lo que cuento en el prólogo no tiene por qué ser necesariamente cierto… ¡al fin y al cabo también forma parte de la novela! Pero sí, la idea surgió tal como se explica allí: busqué mi nombre en internet y descubrí una referencia a un anarquista llamado como yo que había participado en unos sucesos revolucionarios contra la dictadura de Primo de Rivera. A partir de ahí mezclé en una cubeta esos dos ingredientes llamados realidad y ficción, y terminé por escribir una novela de seiscientas páginas. En cualquier caso, para mí es muy importante que el motor de un libro no sea una idea o un tema, sino una imagen, una frase, una escena o una anécdota: si hubiese querido escribir un libro sobre la injusticia, por poner un ejemplo, no me habría salido esta novela; de hecho, lo más probable es que no hubiera pasado de la primera página. En cambio, a partir de un hecho tan azaroso como una coincidencia onomástica, uno puede acabar escribiendo un libro sobre la injusticia humana.

 

P.- Haces pensar en el azar como factor determinante en nuestras vidas. Pero, ¿es cuestión de salir a buscarlo, de estar en el lugar adecuado en el momento justo, o de esperar?

Si te quedas esperando, lo más probable es que no llegue nunca. El azar hay que buscarlo; incluso provocarlo. Pero hay que tener mucho cuidado con él, pues es el mayor criminal que jamás pisó la Tierra, como dejó dicho Bolaño.

 

Pablo Martín Sánchez. Foto © Pierluigi Greco.

Pablo Martín Sánchez. Foto © Pierluigi Greco.

P.- Y de pronto, ahí está Google que te habla de un anarquista que se llamaba como tú. ¿Qué fue exactamente lo que te atrapó para decidirte a tirar del hilo?

El cebo fue la simple coincidencia onomástica. Pero es cierto que había un buen puñado de Pablos Martín Sánchez y a mí el que me interesó fue el anarquista. ¿Por qué? Supongo que porque al tirar del hilo enseguida vi que detrás había una buena historia. Cuando descubrí que figuras como Durruti, Unamuno o Blasco Ibáñez habían participado en los hechos, tuve que reconocer que en el fondo era yo el que había mordido el anzuelo y que no me quedaba más remedio que escribir esa novela. Tsuri tsurare, que decía mi profesor de butoh: pescar y ser pescado… 

 

P.- El protagonista, más que dibujar él mismo su propio destino, se ve empujado y marcado por las circunstancias en que lo embarcan las personas más cercanas dentro de su círculo.

Sí, el personaje se ve arrastrado por las circunstancias históricas. Pero la decisión de abandonar París y embarcarse en una expedición suicida es suya y sólo suya. De alguna forma acaba demostrando la antinomia sartriana de que estamos condenados a ser libres.

 

P.- ¿Cuánto de realidad hay en esta vida novelada del anarquista Pablo Martín Sánchez? ¿Cómo fue el proceso de investigación y documentación?

Uno de los retos que me propuse al escribir el libro fue difuminar las fronteras entre ficción y realidad, colocando al lector en la delicada situación de tener que decidir qué es verdad y qué es mentira. La labor de investigación y documentación ha sido muy importante, pero a veces las mentiras hay que documentarlas mejor que las verdades, por la sencilla razón de que éstas no necesitan ser verosímiles. No te voy a decir cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en la novela, para no estropearle el juego al lector, pero sí te diré, citando de memoria a José Antonio Pérez-Bowie, que cuando en un mismo libro conviven elementos imaginarios con elementos reales, éstos adquieren el mismo grado de ficcionalidad que aquéllos.

 

P.- París, Madrid, Barcelona, Vera de Bidasoa… Lugares que figuran en la vida del protagonista, y decisivos al mismo tiempo en el movimiento anarquista del momento. ¿Fue ciertamente así o quizás los has buscado precisamente porque te interesaba?

Algunos fueron así, otros podrían haberlo sido.

 

P.- Personajes bien trabajados, muchos reales, y otros supongo que inventados, pero que configuran el engranaje vital del protagonista. ¿Son importantes esos personajes para  sustentar la credibilidad de la historia?

Entiendo que sí. El personaje de Robinsón, que algunos consideran inventado, aparece ya en la crónica-novela de Pío Baroja La familia de Errotacho, publicada en 1932 y que trata precisamente de los sucesos de Vera en los que participó Pablo Martín Sánchez. Yo no he hecho más que desarrollarlo. Los personajes secundarios son determinantes en una novela de este tipo, porque ayudan a entender al personaje principal, aunque sea por oposición.

 

El-anarquista-que-seP.- Te ha resultado una novela mezcla de historia, aventuras, tragedia… como un juego cómplice y realmente interesante que involucra al lector. ¿Te la propusiste así desde el principio?

Sí. Hay autores que aseguran escribir para sí mismos. Yo no: yo siempre escribo para el lector. El juego es algo que me apasiona, pero los solitarios me aburren terriblemente. La literatura es un juego a dos y la máxima aspiración de un escritor es convertir en cómplices a sus lectores. Creo que esto, en realidad, me lo enseñó el teatro. La idea de que el actor debe emocionarse para emocionar al público es una de las mayores falacias de la historia del arte, ahí radica la paradoja del comediante de la que hablaba Diderot. Y por eso es muy importante que el escritor no se deje llevar por lo que algunos llaman inspiración, que es un poco como el azar: hay que provocarla. Pero me estoy yendo un poco por las ramas: sí, la novela me la planteé así desde el principio, como un juego con el lector hecho de historia, de aventuras y de algunas pinceladas de autoficción.

 

P.- Las razones que respaldan la escritura de tu libro y que prologan la historia principal, podrían dar en sí mismas para una novela. ¿Te lo has planteado?

En efecto, a menudo ocurre que el camino es más interesante que la meta, el proceso más fecundo que el resultado y la escritura de un libro más apasionante que el propio libro. Algo que dejó muy claro Màrius Serra en De com s’escriu una novel·la, un texto que tuve muy presente al empezar a escribir El anarquista que se llamaba como yo, pues llegué a plantearme exactamente lo que tú dices: si no debería escribir, en realidad, la novela de la escritura de la novela. Y, de hecho, al principio llevé un «cuaderno de viaje» en el que reflexionaba sobre mi propio proceso de escritura… pero lo abandoné antes de sucumbir a la esquizofrenia.

 

P.- Primero escribiste cuentos, ahora una novela. ¿Qué te ha dado más satisfacciones personales hasta ahora? ¿Seguirás esa vía o emprenderás otras nuevas? ¿Tienes ya quizá algún nuevo proyecto entre manos?

El libro de relatos me costó cuatro años publicarlo, la novela un mes. Son satisfacciones distintas. Pero en ambos casos me ha ocurrido algo parecido: al ver el ejemplar en las librerías, me distancio de él. Es como si ya no me perteneciera. Y realmente así es: una vez publicado, el libro es de los lectores y pueden hacer con él lo que les venga en gana. Supongo que por eso uno sigue escribiendo, porque quiere volver a apropiarse de una historia… para volver a perderla. Todavía no he decidido qué será lo próximo, tengo varias cosas entre manos. Hace once años que vengo trabajando en un proyecto que mezcla textos e imágenes, pero tal como está planteado no podrá ver la luz hasta el año 2026. Así que entretanto tendré que publicar otros libros si quiero seguir jugando partidas con los lectores…