El sueño de Visnu

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David Meza

 

El Gaviero Ediciones, 2012

 

 

 

Por Jorge Díaz Martínez

 

 

¿Dónde empieza el Barroco y dónde acaba? ¿Puede hablarse de un barroco anterior al siglo XVII? ¿Qué paralelismos podemos encontrar entre la épica mitológica, las alegorías pictóricas medievales, las imágenes surrealistas del inconsciente o el sudamericano realismo mágico? A responder preguntas como estas –y no siempre con las mismas conclusiones- dedicaron  importantes estudios teóricos tan influyentes como Wölfflin, Hauser, Walter Benjamin o Eugeni d´Ors, entre muchos otros. Estas mismas cuestiones me vuelven a la mente durante la lectura de El sueño de Visnu, de David Meza, un verdadero bildungsgedicht del cual ésta es solo la primera entrega. Maravillosa escritura, maravillosa en el mismo sentido que se puede decir de las obras de Lezama Lima, García Márquez, Octavio Paz, Valle Inclán, García Lorca, Góngora, Apollinaire, Dalí, Escher, Hieronymus Bosch (El Bosco), Cortázar, Magritte, Rimbaud… con la peculiaridad de que el autor contaba tan solo veinte años en el momento de su publicación. Si la precocidad es notoria, no lo es menos el talento.  

 

Las cosas están cambiando en la poesía española, y posiblemente también en la de otros países. Los versos de este joven mexicano publicado en Almería recuerdan a los versos de otros jóvenes (y no tan jóvenes) poetas españoles como Juan Andrés García Román, Alberto Santamaría, Elena Medel o David Leo García, entre otros. Estos autores tienen en común -en distintas proporciones- la determinación del verso libre, libérrimo, la inclinación por las formas abiertas, también una tendencia hacía la mirada infantil -el espíritu lúdico combinado con la melancolía-, todos ellos exhiben con gusto su artificio, las construcción de conjunto de sus libros, la intención de exprimir los recursos poéticos hasta apurar el jugo. Todo esto lo encontramos también profusamente en El sueño de Visnu, un prodigio de desparrame verbal, de exuberante desorden que no resta por ello coherencia a una poética unitaria de sentido, un discurrir que recuerda a veces casi a una narración donde el poeta ha querido sembrar brillantes aforismos junto a declaraciones de toda índole:

 

Mi vida es una nota al pie de mi obra.

 

Comprendo tres veces mejor lo que sentía Góngora como poeta, que lo que yo, como humano.

 

Las palabras no son el Espejo del Mundo. El Mundo es el Espejo de las palabras.

 

El lector no es una cosa distinta del poema

 

Y el sueño más hermoso de mi generación es poder seguir soñando.

 

Ruega, Señora, por nosotros las marionetas

 

En algún momento escribí Copérnico en el cielo y el centro del hombre siguió siendo el mismo

 

Quiero que mi clase social sea la vida

 

 

También me gustaría mencionar la extraña mezcla de ingenuidad y sublimidad que se trenza en la escritura de David Meza, una extrañeza a la que se refiere Luna Miguel en su blog: “Hay en el autor una mezcla explosiva de ingenuidad y maravilla que convierte grandes versos en versos menores, y malos versos en diamantes brutos. Es extraño este efecto. Es  extraño y por eso nos aturde.” (01/12/2012). Efectivamente, en ocasiones pensamos que a este libro le sobran demasiadas mariposas y estambres y nos sorprende que alguien pueda ser tan contundente y liviano a la vez. Puede que la explicación consista, simplemente, en que al autor no le importe. Tal vez David Meza entienda que su poesía debe comprenderlo todo, desde el versito más rosa hasta el onirismo ideológico más inesperado. Tal vez David Meza piense que no puede hacer caso a unas censuras que pertenecen también a esa normativa literaria de la que su poesía voluntariamente se aleja. En cualquier caso, junto a la inteligencia y la imaginación desbordada de este poemario,  no puede molestar el vuelo de algunas lepidópteras.

  

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